El conservadurismo de Trump
Los acontecimientos actuales, con la Administración Biden sumiendo a Estados Unidos en una crisis colosal y con Donald Trump como única alternativa real y eficaz, nos permite ver el campo de juego con nitidez y sacar conclusiones muy útiles.
El país está actualmente inmerso en una lucha ideológica y a nivel de régimen que preservará o destruirá las bases fundacionales y el propósito con que fue creado. Trump y Biden representan claramente los dos frentes. Por un lado está el estilo de vida estadounidense, caracterizado por el autogobierno republicano con conceptos bien definidos: gobierno limitado, libertad de expresión, Segunda Enmienda, y economía de mercado; representado por Trump. En el otro lado está la política del gran gobierno expansivo, derroche ilimitado, supresión de libertades individuales, de identidad y victimismo, que exige el castigo y la humillación perpetuos de lo que ellos llaman grupos opresores, combinados con el dominio incuestionable de los llamados marginados; representado Biden. Estos dos regímenes o sistemas están en conflicto y no pueden coexistir. Sus diferencias lo hace imposible.
Actualmente, el régimen de la política de identidad, que defiende la izquierda, ha penetrado en casi todas las instituciones de Estados Unidos y domina el terreno moral. Lo mismo sucede en casi todos los países occidentales. Todo ello gracias en gran medida a su alianza con los medios de comunicación y de entretenimiento, que hacen un lavado de cerebro diario desde hace décadas. Así vemos que las universidades y las escuelas, las grandes empresas, la mayoría de los medios de comunicación y las industrias del cine, teatro, música y editorial, las empresas tecnológicas y el sistema administrativo y burocrático se utilizan para librar una guerra contra el estilo de vida estadounidense y sus valores tradicionales. Es la guerra total contra Trump y sus votantes. Vemos cada día cómo estas instituciones atacan, prohíben y difaman todo lo que Estados Unidos y el movimiento MAGA defienden, alegando que el estado de derecho existente es racista; que la libertad de expresión está teñida de supremacismo blanco; que la familia tradicional es misógina, patriarcal, y homofóbica; y que todo lo que no sean fronteras abiertas es xenófobo. Sólo por citar lo más destacado de esta diarrea mental de izquierda. Evidentemente, ni esta nación ni ninguna otra puede sobrevivir a este régimen e ideas.
La pregunta es: ¿estamos embarcados en un proceso irreversible hacia la izquierda? En absoluto. Trump demostró precisamente que si se plantean las ideas conservadoras y correctas con firmeza se puede derrotar ese régimen socialista. Su auge sólo se ha debido a la debilidad del movimiento conservador en las últimas tres décadas.
El movimiento MAGA cambió esto para siempre y es una de las razones del odio patológico de la izquierda al mismo. Trump recuperó de un plumazo el propósito esencial del movimiento conservador y su defensa del estilo de vida estadounidense, haciendo frente a la izquierda en todos los campos de pensamiento y de políticas, incluida la cultura y la educación, que son vitales. Hoy por hoy, el mayor riesgo para nuestra república es un sistema educativo fallido. De ahí que necesitamos líderes con una comprensión conservadora de Estados Unidos.
Ha sido Trump quien ha levantado el auténtico conservadurismo con vigor y quien lucha contra el establishment tanto progresista como conservador, que sólo ven como objetivos el crecimiento del PIB, sus negocios, el consumo, el control de la población a toda costa, el debilitamiento del sentimiento patriótico y la degradación de las libertades. Un establishment poderoso y hostil hacia la nación.
Trump ha recuperado los valores esenciales del conservadurismo y ofrecido un propósito real y la voluntad de luchar a los ciudadanos, que ven en él al gran baluarte contra las políticas socialistas que ha abrazado el Partido Demócrata como si éstas fueran Kim Basinger en sus mejores tiempos de sex symbol y no el batido de mierda ideológica que es en realidad.
Con Trump, el conservadurismo recuperó el sentido común y su histórica valentía, por ejemplo haciendo frente al feminazismo radical y defendiendo las más que agradables diferencias entre hombres y mujeres, o los estándares de mérito para prosperar en todos lo ordenes de la vida, que es el principio central de Estados Unidos.
Las posturas timoratas de los RINOs (republicanos sólo de nombre) y otros ejemplares del conservadurismo, aceleraron el proceso de fanatismo de la izquierda, que se lanzó a las políticas de identidad como cochino a la piara, demoliendo los cimientos de Estados Unidos, incluida la libertad de expresión, su historia y el estado de derecho.
Así, de la mano de Biden y su banda de demócratas socialistas, están usando sus poderes institucionales ilegítimos, ya que emanan de una elección fraudulenta, para obligar a los estadounidenses a tomar una decisión: cumplir y someterse a esta ideología de izquierdas, o convertirse en un enemigo odiado y perseguido, censurado y maltratado socialmente, al que se le niega el derecho a opinar, el empleo y los derechos civiles, considerándolo digno de acoso e incluso asalto violento.
Es evidente que este rumbo lleva al país a la división, al odio, el conflicto, la decadencia económica, social y científica, así como a la tiranía. Frente a todo ello, están Trump y el movimiento MAGA, que está arraigado en la noble tradición de la revolución estadounidense, entusiasta, vital y optimista en su determinación de restaurar la libertad política y las libertades individuales.
Trump ha dado a los ciudadanos un referente de fortaleza mental y moral. A pesar de haber sufrido un fraude electoral masivo por parte del establishment político, mediático y empresarial, que a cualquiera le hubiera enviado a su casa para los restos, él se mantiene firme y con el objetivo de recuperar la presidencia y la legitimidad, de restaurar la democracia ahora gravemente dañada por la izquierda demócrata, y salvar la nación de un destino caótico que no merece.
El movimiento conservador MAGA es blanco de las críticas de esa izquierda totalitaria que busca destrozar el país y la sociedad porque quienes participamos del mismo somos inquebrantables al refutar la ideología socialista, incorruptibles a sus triquiñuelas y determinados a ganar.
De la mano de Trump, hablamos alto y claro sobre los efectos del feminazismo radical, el «antirracismo», el “despertar” y el globalismo. Somos nosotros, los conservadores peleones que no nos dejamos mangonear, los que protegemos a nuestros hijos, nuestra propiedad privada, nuestros valores, nuestra bandera y nuestra historia.
Trump lidera este movimiento conservador que va más allá de su persona porque en realidad se trata de la defensa de una causa nacional: salvar Estados Unidos del socialismo destructor.
Nunca olvidemos esta verdad intemporal: los conservadores constitucionales queremos que el gobierno se siente al lado de los ciudadanos. Los demócratas socialistas quieren que el gobierno se siente encima de los ciudadanos.