Trump contra la teoría crítica de la raza
Donald Trump tenía razón, como casi siempre, al combatir con firmeza la teoría crítica de la raza, que es, en esencia, la última parida de la izquierda demócrata radical.
Trump sostuvo durante su presidencia que los errores endémicos de la teoría crítica de la raza (CRT) son incompatibles con el estilo de vida estadounidense y con cualquier democracia occidental. Seguir combatiendo esta teoría será otro de sus grandes objetivos porque a los demócratas se les ha ido de las manos por completo y podrían terminar idiotizando a buena parte de la sociedad. Incluso los académicos progresistas han reconocido y admitido durante décadas que esta teoría con raíces marxistas (comunistas) no tiene cabida en el estilo de vida americano. El objetivo de la CRT es problematizar, alterar y desmantelar el statu quo cultural y estructural para cambiarlo por completo. La amenaza vuelve a ser muy seria porque aunque el presidente Trump había prohibido la teoría crítica de la raza en todos los niveles del gobierno federal mediante una orden ejecutiva que puso fin de manera efectiva a la financiación de la CRT en los programas de capacitación de personal en todo el poder ejecutivo, Joe Biden anuló esa orden al asumir el cargo.
La postura de Trump y cuantos le apoyamos en este tema, es que nos oponemos con firmeza a la noción de que se debe descartar un principio estadounidense fundamental, es decir, que los ciudadanos de este país y los individuos y los seres humanos en general serán juzgados por el contenido de su carácter y no por su raza género, ideología, orientación sexual, creencias o religión. En suma, nos oponemos a un marco intelectual de izquierda que amenaza con alterar eso y cambiarlo por una nueva serie de teorías, clichés y estereotipos que priman las cuotas, lo políticamente correcto y la discriminación por cualquiera de las anteriores razones.
Este tema es una prioridad en la agenda política de Trump y de muchos otros líderes conservadores. Por ejemplo, los legisladores republicanos de Tennessee, West Virginia, New Hampshire, Oklahoma, Arkansas, Georgia, Florida y Texas, entre otros, también buscan prohibir o ya prohíben que se enseñe la teoría crítica de la raza en los lugares de trabajo, escuelas y agencias gubernamentales del estado. Son numerosos los esfuerzos legislativos que combaten activamente la lucha contra el entrenamiento racista en las fuerzas armadas, como la «Ley Stop CRT», que prohibiría los fondos que se utilicen para promover CRT en cualquier lugar. Esta ley tendrá 31 copatrocinadores originales y codificará la orden ejecutiva de Trump que prohíbe a las agencias federales adoctrinar a sus empleados con CRT, que Biden revocó.
Varias legislaciones estatales prohíben ya a las instituciones educativas enseñar conceptos como la noción de que cualquier raza o sexo es superior a otro o que cualquier persona «es intrínsecamente privilegiada, racista, sexista u opresiva» debido a su raza o sexo.
La locura de la teoría crítica de la raza está llena de ejemplos que muestran cómo está dividiendo a la sociedad. El representante por Texas Chip Roy citó hace poco un ejemplo en Evanston, Illinois, donde se obligó a que los niños leyeran el libro «No es mi idea», sobre lo mala que era la raza blanca, y lo discutieran con sus padres. La izquierda está dividiendo Estados Unidos por razas y enseñándoles a los niños que es un país malvado. De lo que se trata en el fondo es de una guerra cultural, la CRT no ofrece soluciones, sólo divide a la sociedad y exacerba sentimientos de discriminación. Es puro marxismo.
Veamos lo que esta teoría que ha abrazado la izquierda demócrata y mundial proclama: la CRT afirma que las personas con piel blanca son inherentemente racistas, no por sus acciones, palabras o lo que realmente creen en su corazón, sino tan sólo por el color de su piel. La CRT es una filosofía de base marxista que abraza el concepto de que todas las cuestiones sociales y culturales deben verse a través de la lente de la raza y la identidad racial.
Es una insensatez y una tontería tan grande que daría risa si no fuera porque está destruyendo el tejido social de este país y de otros gobernados por socialistas y comunistas igual de panolis y majaderos (por ejemplo, España).
Bajo la Administración Trump, se luchó contra la teoría crítica de la raza, que es la punta de lanza para convertir Estados Unidos en un país socialista. Bajo Biden se ha vuelto a ver referencias a la CRT, el «privilegio blanco», o las enseñanzas que dicen que «Estados Unidos es un país inherentemente racista o malvado».
Biden proclamaba que quería unir al país, pero sus políticas apuntan a acciones de propaganda antiestadounidense y cada vez más divisivas. Por ejemplo, con requerimientos a los empleados federales y recomendaciones a los estados para exigir que los trabajadores asistan a cursos de capacitación en las que se les dice que ‘prácticamente todos los blancos contribuyen al racismo’ o donde se les exige que digan que ‘se benefician del racismo'» para incluir a los contratistas federales. El impulso a la CRT en las escuelas y universidades para adoctrinar a los estudiantes en general es el camino para conducir a la sociedad a un modelo socialista cada vez más lleno de insensateces y tonterías diversas.
Trump tienen razón al reconocer que las ideologías de las teorías sociales críticas, específicamente la teoría crítica de la raza (CRT), son una amenaza para la democracia estadounidense y los valores culturales que son indispensables para ella. Es un problema nacional tan grave que familias por todo el país ya se enfrentan a la teoría crítica de la raza en sus distritos escolares para evitar que se adoctrine a sus hijos en la misma y terminen tan desquiciados y desnortados como los que la defienden. Sir ir más lejos, a principio de mayo, los padres de un distrito escolar suburbano de Dallas, Texas, fueron noticia nacional al rechazar abrumadoramente un esfuerzo claramente antiestadounidense, ilegal e inconstitucional para imponer la teoría crítica de la raza a sus hijos. Es un ejemplo que otros padres, preocupados por el adoctrinamiento izquierdista que sus hijos están recibiendo en sus escuelas, harían bien en emular. Y que muchos ya lo hacen. Así, los padres de Southlake, Texas, han dado el primer paso para recuperar su distrito escolar al elegir a Cam Bryan y Hannah Smith por períodos de tres años en la junta del Distrito Escolar Independiente de Carroll. Los resultados ni siquiera estuvieron cerca. Bryan y Smith dejaron boquiabiertos a los titulares que defienden la CRT en el distrito con una victoria por aproximadamente el 70% de los votos.
Son familias que luchan abiertamente contra políticas como la contratación basada en la raza, la creación de bases de datos para rastrear las “microagresiones” de los estudiantes blancos realizadas «a sabiendas» y «sin saberlo» hacia los estudiantes de minorías, y la eliminación de los oficiales de recursos (policía fuera de servicio) del campus, etc. Políticas que amparan Biden y los demócratas, que se han apuntado a la teoría crítica de la raza con un entusiasmo preocupante.
Trump y los que nos oponemos a la CRT buscamos igualdad para todos y excelencia en la educación y en el trabajo. Millones de familias que ven los despropósitos de la CRT se inspiran en la lucha de Trump contra la misma, a la que ha calificado como un cáncer que devora este país. Algunos iluminados en la izquierda ven la teoría crítica de la raza como una parte importante de la igualdad racial que resalta áreas de la cultura estadounidense profundamente arraigadas en la heteronormatividad dominada por los ideales de la gente blanca. Lo cierto es que la CRT se ha demostrado como divisiva y dañina para la sociedad.
Trump resumió muy bien el tema: «Esa odiosa doctrina marxista pinta a Estados Unidos como una nación malvada que busca dividir a todos por razas, reescribe la historia estadounidense y enseña a las personas a avergonzarse de sí mismas y de su país. A los estadounidenses se les debe enseñar a tener orgullo por nuestro país». Eso es por lo que trabajó y trabaja Trump y cuantos combatimos la teoría crítica de la raza, que se ha convertido en una herramienta de la izquierda para adoctrinar desde las escuelas y los lugares de trabajo, y hacer que sea más fácil controlar y dirigir a la población.
Ahora más que nunca necesitamos políticas que nos unan, no que nos dividan. A esos ignorantes intelectuales que abrazan la CRT hay que recordarles las palabras de Martin Luther King cuando hablaba de que un día la gente en Estados Unidos sería juzgada no por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter.
Que el tema está fuera de control lo demuestra que hasta la empresa Walt Disney Co. esté promoviendo la teoría crítica de la raza entre sus empleados, incluidas las ideas de que Estados Unidos tiene una larga historia de «racismo sistémico» y que los empleados deben luchar por la «equidad», que define como la «igualdad de resultados», según se ha sabido por la filtración de documentos internos a la prensa. Es evidente que Disney no está fomentando la «diversidad de pensamiento», como se defiende, ya que en los documentos conocidos se dice a los empleados que «no cuestionen» ciertos puntos de vista. O sea, la teoría crítica de la raza y chorradas de izquierda similares.
Otro campo de batalla en este tema son las fuerzas armadas. Siguiendo la orientación marcada por Trump, el representante por Tennessee Mark Green ha presentado un proyecto de ley para bloquear el entrenamiento de la teoría crítica de la raza en las academias militares, tales como West Point, la Academia Naval y otras instituciones similares. Mark Green, que se graduó precisamente en West Point, dijo con acierto al presentar el proyecto de ley: “La Teoría de la Raza Crítica se basa en un malentendido masivo y deliberado de la fundación estadounidense, la historia estadounidense y la América tal como existe hoy. Esta es una ideología marxista creada para derribar las instituciones estadounidenses. Enseña a los estadounidenses y a los miembros de las Fuerzas Armadas a juzgarse unos a otros por el color de su piel en lugar de por el «contenido de su carácter». Estados Unidos nunca debería volver a este tipo de pensamiento. Un plan de estudios basado en la teoría crítica de la raza busca dividir a los estadounidenses en lugar de unirlos”. Tiene toda la razón.
Las academias militares de los Estados Unidos están diseñadas para entrenar líderes y guerreros para el combate, hombres y mujeres de todas las razas, credos y religiones. La división de la teoría de la raza crítica destruirá la cohesión de la unidad necesaria para ganar en combate y defender a esta nación. Es así de sencillo. Por supuesto a la izquierda socialista esto le importa menos que un comino porque nunca ha valorado ni querido a este país.
Bajo la presión del Pentágono que ahora controla Biden, las academias militares han implementado iniciativas de la teoría crítica de la raza que van desde el entrenamiento obligatorio en diversidad hasta listas de lectura que incluyen How to be an Antiracist de Ibram X. Kendi. La voz de alarma de lo que está sucediendo la dio el representante republicano por Florida Mike Waltz, coronel de la Guardia Nacional del Ejército y Boina Verde, que expuso en una carta al superintendente que los cadetes de West Point deben asistir a seminarios sobre teoría crítica de la raza. Waltz obtuvo diapositivas de uno de los seminarios titulados «White Power en West Point» y «Racist Dog Whistles en West Point». Declaró que otra diapositiva mostraba una conferencia de la Dra. Carol Anderson de la Universidad de Emory con el título «Comprensión de la blancura y la ira blanca». Waltz también ha declarado que el 24 de septiembre de 2020 se requirió que todo el cuerpo de cadetes se reportara al Michie Stadium para su dirección como superintendente y para escuchar a un panel de cadetes. En esta sesión, una coronel en servicio activo describió al Cuerpo cómo se volvió [sic] «despertó» a su privilegio blanco y se sintió culpable por las ventajas de su raza.
La carta de Waltz agregó:
“En esta misma asamblea, los policías blancos fueron calificados como asesinos sin contexto ni documentos judiciales aportados para corroborar las anécdotas de brutalidad policial. Si bien esta sesión puede haber tenido la buena intención de invocar la conciencia y la comprensión, estoy escuchando con fuerza que esta sesión y otras similares están generando insultos y resentimiento”.
Waltz dijo que estas enseñanzas críticas de la teoría racial «enfrentan a los cadetes entre sí a través del adoctrinamiento divisivo bajo la presión del denominado ‘despertar’.
“En un entorno de combate, donde cada soldado debe compartir por igual la carga del peligro, no puedo pensar en una noción más destructiva para la cohesión y la moral de la unidad”, agregó Waltz, solicitando todos los materiales de los seminarios, presentaciones, asambleas y planes de estudio relacionados sobre estas enseñanzas.
El teniente coronel Matthew Lohmeier, jefe de entrenamiento del Bloque 10 del Grupo de Operaciones 460, en la Base de la Fuerza Aérea de Buckley, Colorado, también ha dado la voz de alarma con enorme valentía con su libro “Revolución irresistible: el objetivo de conquista del marxismo y el desmantelamiento de las fuerzas armadas estadounidenses” (Irresistible Revolution: Marxism’s Goal of Conquest & the Unmaking of the American Military). Los sectarios de Biden al mando en el Pentágono ya han relevado a Lohmeier de su mando “debido a una pérdida de confianza”. La decisión se basó en las declaraciones públicas realizadas por el teniente coronel Lohmeier en el podcast “Information Operation“, donde promocionó su libro. Criticó la agenda del secretario del Departamento de Defensa, Lloyd Austin, para promover la teoría crítica de la raza, de influencia marxista y posmodernista, dentro del ejército en los últimos meses.
Matthew Lohmeier ha declarado con acierto que: “No demonizo al hombre, pero quiero dejar claro tanto a él como a todos los miembros del servicio que si seguimos esta agenda, nos dividirá. No nos unificará”, y afirmó que Austin está promoviendo la teoría crítica de la raza, que tiene sus raíces en el marxismo, y que redefine la historia y la cultura de Estados Unidos. Típicamente se etiqueta a los blancos como los opresores y a todos los demás como los oprimidos, de forma similar a como los soviéticos y otros comunistas resumían la sociedad como una eterna lucha entre el proletariado y la burguesía.
“Lo que se ve que está ocurriendo en el ejército de Estados Unidos en este momento es que si eres conservador, te meten en un grupo de personas que son etiquetadas como extremistas, si estás dispuesto a expresar tus opiniones. Y si estás alineado con la izquierda, entonces está bien ser un activista en internet porque nadie te va a pedir explicaciones”, ha dicho Lohmeier con toda la razón del mundo.
“Mi intención nunca ha sido participar en la política partidista. He escrito un libro sobre una ideología política concreta (el marxismo) con la esperanza de que nuestro Departamento de Defensa vuelva a ser políticamente no partidista en el futuro, como ha hecho honorablemente a lo largo de la historia”, expresó Lohmeier, quien cuenta con todo mi apoyo.
La promoción de la teoría crítica de la raza dentro de las Fuerzas Armadas de nuestra nación es inaceptable. Estas iniciativas divisivas erosionan la experiencia del servicio militar que une a una población diversa de estadounidenses a través del servicio y la comunidad. La teoría crítica de la raza divide al mundo entre opresores y oprimidos, y exige que los oprimidos humillen y dañen a sus supuestos opresores. Los presuntos opresores, por supuesto, son la mayoría de los estadounidenses. Es una locura.
Esta teoría exige que un sistema de castas basado en la raza reemplace el estado de derecho. Que las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, encargadas de proteger a la nación para sus enemigos, enseñen a los reclutas y soldados a despreciar a su país y a la mayoría de sus ciudadanos es una de las situaciones más peligrosas que podemos imaginar.
Si se preguntan quién defiende esta teoría crítica de la raza, fundada por el profesor de la Universidad de Harvard, Derrick Bell, ahí encontrará entre otros a Barack Obama y Joe Biden, quienes abrazan esa teoría desquiciada que sostiene que Estados Unidos es racista por diseño, porque su Constitución y todas sus instituciones surgieron en un contexto donde la esclavitud era legal. Según la teoría, la institución misma de la propiedad privada en los Estados Unidos es corrupta porque fue consagrada en un sistema que veía a los negros como bienes muebles. En libros como Faces at the Bottom of the Well, Bell desarrolló su teoría aún más, argumentando que la supresión continua de los negros seguía siendo parte de la identidad cultural de Estados Unidos. Incluso escribió una historia de ciencia ficción (más tarde un cortometraje), «The Space Traders», en la que Estados Unidos vendía gente negra a extraterrestres. O sea, que la cabeza se le iba mucho. Para Bell, el movimiento por los derechos civiles era lamentable, en el sentido de que engañó a los estadounidenses negros haciéndoles creer que la igualdad ante la ley era suficiente. Creía que el verdadero problema era que el sistema jurídico en sí era fundamentalmente racista. Bell sólo vio un camino hacia la salvación: si Estados Unidos enmendara la Constitución para incluir derechos socioeconómicos, como la atención médica, la vivienda, la educación y similares, podría deshacer el pecado original de la esclavitud al consagrar la redistribución de la riqueza. Una revolución constitucional de este tipo podría liberar a los pobres de todas las razas y, al mismo tiempo, restaurar la humanidad de los negros.
Quienes defienden la CRT son los mismos que apoyan a los terroristas urbanos de Black Lives Matter (BLM), que se creen que el racismo es parte del ADN de los blancos.
Hoy, la teoría crítica de la raza está en todas partes, divulgada y apoyada por la izquierda. Es la base de la idea del «racismo sistémico», es decir, que el racismo es parte de la estructura institucional de los Estados Unidos, una teoría que ahora ha sido adoptada por el Partido Demócrata y por Joe Biden, y que no se cansan de repetir y defender. Una tontería como una casa, pero que se creen a pies juntillas.
Las escuelas primarias enseñan elementos de la teoría crítica de la raza a los niños; las corporaciones asignan lecturas sobre el “privilegio blanco” a sus empleados; Las ligas deportivas profesionales animan a los aficionados a apoyar las protestas contra el “racismo sistémico” en nuestra sociedad, al igual que las empresas, las grandes tecnológicas y Hollywood.
Frente a tamaña estupidez estamos Trump y todos cuantos nos oponemos a esa paranoia de la izquierda que es la teoría crítica de la raza. Cuando los alborotadores, manifestantes y terroristas urbanos atacan a la policía, derriban estatuas, incendian negocios o exigen la sumisión de los clientes en los restaurantes y en las calles, están motivados por la teoría crítica de la raza. El presidente Trump es el primer líder que hizo algo real para combatirlo y que se mantiene firme contra viento y marea. Los políticos de izquierda como Biden están tratando de tachar falsamente a Estados Unidos como una nación profundamente racista mientras ellos mismos promueven programas y políticas racistas que discriminan a los blancos, los hombres y los cristianos. Trump los ha calado al vuelo y lo odian porque ha destapado el tinglado que se han montado.