Trump, las redes sociales y los ANTIFA
A medida que se acerca la cita electoral del 3 de noviembre, todos los enemigos del presidente Trump se alborotan más y tejen sus estrategias para derrotarlo. Los enemigos son muchos y variados. El Partido Demócrata sólo es uno más en esa lista. Si bien, es la herramienta común de todos ellos para golpear.
Estas semanas estamos viendo un doble ataque al presidente articulado por un lado por los gigantes tecnológicos, aliados del Partido Demócrata, que controlan las redes sociales más importantes, como Twitter, Facebook, Youtube, Instagram, etc. Y, por otro lado, los disturbios urbanos en distintas ciudades del país, organizados y coordinados en gran medida por el grupo terrorista ANTIFA, de tendencia ultra izquierdista, financiados y dirigidos por millonarios como George Soros, entre otros.
Se trata, pues, de un ataque perfectamente orquestado desde el ámbito digital y en las calles para erosionar la imagen del presidente. Estos planes se han acelerado ante una realidad evidente: la anterior estrategia que tenían los poderes del establishment para desbancar a Trump, la utilización de la gestión de la crisis del coronavirus no ha resultado como ellos querían. Así, cada día, los índices de apoyo y aprobación al presidente aumentan y proyectan una victoria en las elecciones presidenciales.
Ante estos ataques directos, Trump ha respondido de forma acertada. Ante la censura que las redes sociales pretenden imponer al propio presidente y las voces conservadoras, ha firmado una importante orden ejecutiva para luchar contra la represión ideológica on line por parte de las empresas que controlan las redes sociales.
Desde hace tiempo, el sesgo de izquierda en el mundo digital era una preocupación que estaba pendiente de abordarse. La censura brutal que se está efectuando, vía algoritmos, para invisibilizar o prohibir contenidos conservadores, con avisos sobre tuits de Trump incluidos, ha sido la gota que colmó el vaso. Trump llega a más de 80 millones de ciudadanos directamente sin el filtro de la censura. No podía tolerar que a él también lo sometieran a una represión ideológica y le taparan la boca desde la izquierda radical que controlan esas redes. Imposible de todo punto.
De esta manera, Trump firmó la pasada semana la orden ejecutiva que garantiza la libertad de expresión y protege a los ciudadanos de tendencia conservadora para opinar libremente en las redes sociales, sin que sean censurados. Ahora, reclamar judicialmente contra acciones perjudiciales y redes sociales que aplican un sesgo ideológico será más fácil. Al presentar la orden, Trump declaró sobre las redes sociales: «Tienen un poder ilimitado para censurar, restringir, editar, dar forma, ocultar o alterar casi cualquier forma de comunicación entre ciudadanos o entre el gran público. No hay un precedente en la historia de Estados Unidos en el que un número de compañías tan pequeño controlaran una esfera tan grande de las relaciones humanas».
Así, la orden ejecutiva declarará ilegales los algoritmos que usan para silenciar, censurar o invisibilizar las voces conservadoras e impedirá que favorezcan al candidato demócrata, Joe Biden, que es su objetivo central. Las empresas tecnológicas saben que un demócrata en la Casa Blanca sería una marioneta en sus manos. Trump puede ser muchas cosas, pero nunca una marioneta y menos de intereses ajenos a los ciudadanos. Sus palabras están teñidas del espíritu de la Constitución:
«Una sociedad libre no puede permitir que los gigantes de las redes sociales silencien las voces de la gente. Un pueblo libre nunca debe alistarse en la causa de silenciar, coaccionar, cancelar o poner en una lista negra a sus propios vecinos».
El segundo desafío de ese doble ataque son los disturbios criminales que han prendido en las ciudades estadounidenses, muchas de ellas gobernadas por alcaldes demócratas (¿casualidad, coincidencia, algo más…?), que han tomado como excusa la muerte de George Floyd, para incendiar, saquear, violentar y destruir todo a su paso. No son manifestaciones, es verdadera guerrilla urbana de la mano de los grupos terroristas ANTIFA y de la órbita de la izquierda radical, que están todos como cencerros y para encerrar.
Hay un establishment al que le interesa que esta situación se descontrole para comprobar si perjudica al presidente electoralmente, habida cuenta de que el COVID-19 ha pasado a mejor vida, el país reabre de nuevo y no se ha cobrado la cabeza del presidente, inmune a todos los ataques con una fortaleza envidiable.
Una vez más, como en 2016, hay elementos afines en las agencias de inteligencia, el establishment, millonarios con ansias de poder, medios de comunicación manipuladores y redes sociales influyentes que están tratando de influir en la opinión pública para que Trump sea derrotado.
El presidente ha respondido a los disturbios con inteligencia y equilibrio, dejando la gestión en los Gobernadores, que es a quienes corresponde, pero guardándose una intervención directa con el ejército como as en la maga, si la situación lo hiciera necesario.
De esta manera, el presidente Trump sigue haciendo historia, moviéndose con habilidad por el campo minado de los enemigos como el veterano luchador que siempre ha sido y es, inasequible al desaliento.
La victoria en noviembre está más cerca, y esto pone muy nerviosos a esos enemigos de Trump, que ya están con diarrea. Esa victoria dejará una huella conservadora y de sentido común indeleble en la Historia.