Trump drenará el pantano de corrupción
Los planes de Donald Trump continúan avanzando de cara a las elecciones presidenciales de 2024 y, eventualmente, un segundo mandato si resulta ganador, algo que hoy por hoy es muy probable de acuerdo a las encuestas.
Uno de esos planes está en curso y Trump lo está ultimando con algunos de sus principales aliados y asesores. Se trata de remodelar por completo el gobierno federal y el estado administrativo mediante el despido de miles de funcionarios públicos que han conspirado en su día contra la Administración Trump o puesto sus empleos a disposición de una agenda radical de izquierdas. El objetivo es emplear a funcionarios leales a Trump y al movimiento America First en puestos clave de carrera.
Los asesores de Trump trabajan ya intensamente con él para eliminar a funcionarios de la Agencia de Protección Ambiental, el Servicio de Impuestos Internos, el Departamento de Justicia, el FBI, el Consejo de Seguridad Nacional, la CIA, el Departamento de Estado y el Pentágono, entre otros organismos del gobierno. Durante su presidencia, Trump tuvo que enfrentar a diario el sabotaje de lo que él denominaba para abreviar “el estado profundo”, que son esos miles de funcionarios que se mostraban como correa de transmisión de las políticas de Obama, que torpedeaban las políticas conservadoras de Trump y que han participado entusiasmados en el fraude electoral y después con la fraudulenta Administración Biden.
El plan en marcha es posible gracias a una orden ejecutiva conocida como “Anexo F”, desarrollada en secreto durante los dos últimos años de la Administración Trump y firmada 13 días antes de las elecciones de 2020, y forma parte de los preparativos para un posible segundo mandato tras elecciones de 2024. Cuenta con el visto bueno de Trump, pero no participan todos sus aliados, sólo los más leales a su agenda America First. Se trata de evitar que el plan sea infiltrado por RINOs y elementos del establishment republicano que desean que la situación actual permanezca tal y como está. Un status quo que les beneficia.
De forma paralela a sus mítines de “Save America”, entrevistas en medios independientes y la campaña para respaldar los cambios enfocados a una mayor integridad electoral que eviten nuevos fraudes por parte de los demócratas, como el acontecido en 2020, Trump ha impulsado el trabajo de varios grupos para preparar una nueva Administración para un segundo mandato. Los planes referidos al personal se ejecutarían en los primeros 100 días de ese segundo mandato a partir de 2025, que implicaría una purga de traidores al país que están apoltronados en el estado administrativo.
El plan de acción aún está en desarrollo, pero ya cuenta con algunas etapas bien definidas. Además de despedir a una cantidad de funcionarios por determinar que se han mostrado demasiado proclives a políticas socialistas y que han puesto en riesgo la aplicación de una agenda America First, se incorporarían miles de personas de nivel medio, bajo y alto. Los grupos que trabajan en el plan ya están desarrollando listas de candidatos seleccionados en línea con el objetivo de Trump de drenar el pantano de corrupción de Washington D.C., es decir, ese estado profundo que lleva décadas imponiendo sus propias políticas sin ser elegido por nadie. El estado administrativo que planea Trump se verá libre de socialistas y lleno de personal leal a Trump, patriota y comprometido con las ideas de America First y con el país.
Los preparativos de todo ello avanzan más allá de la selección de personal y ya se está en otra etapa de inversión de la infraestructura que lo haga posible una vez Trump tome las riendas de nuevo de la Casa Blanca. Para ello, se desarrollan políticas de acuerdo a la agenda America First, se está identificando los mejores perfiles profesionales para ocupar puestos clave, se está creando una fuerza laboral sin precedentes y haciendo preparativos para afrontar los desafíos legales que podrían presentarse ante los jueces del Tribual Supremo.
Donald Trump no pudo completar la limpieza del estado profundo y drenar el pantano de corrupción, en su primer mandato, tal y como era su deseo, pero sentó las bases para continuar el proceso en un segundo mandato. Para ello, firmó la citada orden ejecutiva, «Creación del Anexo F en el servicio exceptuado», en octubre de 2020, que estableció una nueva categoría de empleo para los empleados federales. Recibió una amplia cobertura mediática durante algún período, pero después se olvidó en el caos del fraude electoral y las secuelas de la protesta ciudadana del 6 de enero en el Capitolio. Luego fue rápidamente rescindida por Joe Biden, que perdió el culo para seguir protegiendo a los funcionarios socialistas y corruptos que apoyan a los demócratas.
La idea de Trump es volver a imponer de inmediato esa orden ejecutiva cuando gane en 2024 por tercera vez, siempre que no le roben las elecciones de nuevo. De esta manera, miles de funcionarios públicos que se desempeñan en roles que se considera que tienen alguna influencia sobre la política serían reasignados como empleados del «Programa F». Tras la reasignación, perderían sus protecciones laborales.
Hay que tener en cuenta que hacer esto no es extraño en absoluto en la tradición de transferencia de poder ejecutivo en Estados Unidos. Así, cada nuevo presidente suele reemplazar a más de 4.000 personas con influencia «política» para supervisar el funcionamiento de su nueva Administración. Ahora bien, por debajo de esta capa rotativa de cargos políticos designados, hay otros miles de trabajadores del gobierno que disfrutan de sólidas protecciones laborales y, por lo general, continúan su servicio de una Administración a la siguiente, independientemente de la afiliación partidista del presidente, de su ideología personal, de si son realmente patriotas o sólo trepadores o traidores, que de todo hay.
Una estimación inicial planteada en el Anexo F apuntó que podría aplicarse a hasta 50.000 trabajadores federales, que es una fracción de una fuerza laboral de más de 2 millones de personas, pero un segmento con un papel importante en la configuración del gobierno y de la vida estadounidense. Esa estimación está siendo ahora reevaluada por los equipos de trabajo de Trump para adaptarla y fijar una cifra adecuada, que podría implicar a un número menor. Al fin y al cabo, hay buenos empleados públicos y las manzanas podridas caben en una cesta.
Con este magnífico plan de limpieza, Trump podría despedir a miles de funcionarios gubernamentales de carrera sin recurso de apelación y reemplazarlos con personas leales a la agenda de «America First», al país y a él mismo. Se evitarían muchas filtraciones, zancadillas y demás maniobras que suelen aplicar los traidores socialistas. También se espera que la posibilidad de ser despedidos de un plumazo, mantenga firmes a aquellos funcionarios gandules, chaqueteros, corruptos y dados a flirtear con políticas socialistas, de manera que no muevan ni un músculo.
Este plan representa una revolución en el servicio civil del gobierno y la medida más poderosa contra la burocracia. En la práctica se desmantelaría ese estado profundo que se ha perpetuado durante décadas a la sombra y que ha minado la democracia estadounidense. Los miembros de ese pantano de corrupción están temblando ante la perspectiva del regreso de Trump y de sus aliados incondicionales. La limpieza va a ser histórica.
Este plan, basado en el Anexo F, terminará con la farsa de un servicio civil no partidista que ha estado lleno de socialistas que han socavado a los presidentes republicanos durante décadas, y muy en concreto la presidencia de Trump.
Para llevar a cabo este audaz plan, Trump cuenta con algunos de sus tradicionales aliados y con otros nuevos, tales como el ex jefe de gabinete Mark Meadows, Jeffrey Clark, el abogado al que quería nombrar fiscal general en los últimos días de su presidencia y que trabaja ahora en el Center for Renewing America (CRA), el grupo fundado por Russ Vought, ex jefe de la Oficina de Administración y Presupuesto de Trump, Stephen Miller, Ed Corrigan, Wesley Denton, Brooke Rollins, James Sherk, Andrew Kloster y Troup Hemenway, Dan Scavino, John McEntee, Richard Grenell, Kash Patel, Robert O’Brien, David Bernhardt, John Ratcliffe, Peter Navarro, y Pam Bondi, entre otros que no menciono por discreción y porque pondría en riesgo su seguridad y trabajo.
En estos preparativos para un segundo mandato de Trump tiene un papel importante el Conservative Partnership Institute (CPI), que reúne a algunos de los más destacados defensores de la agenda “America First”, que fue fundado por el senador republicano de Carolina del Sur, Jim DeMint, y se centrará también en agencias federales que hasta ahora los conservadores no han visto como antagónicas, pero donde hay elementos radicales de izquierda. Trump ha puesto en la mira al aparato de seguridad nacional, que tantos quebraderos de cabeza le dio en su Administración, y limpiará a fondo la comunidad de inteligencia y el Departamento de Estado, que falta hace, así como el Pentágono, eliminando a esos generales que han abrazado el movimiento “woke” (despertar) como marionetas.
El desarrollo de estos planes incluye la evaluación de más de 10.000 empleados gubernamentales fieles a Trump y la adenda America First capaces de reemplazar rápidamente a aquellos funcionarios gubernamentales obstruccionistas que forman parte del pantano de corrupción. Se trata de distribuir personas verdaderamente patriotas en todas las escalas de la burocracia federal.
Una de las prioridades es prepararse para poner a este personal ya examinado en las nuevas oficinas del Congreso que el Partido Republicano controlará a principios de 2023. Durante estos años, se han estado agregando perfiles profesionales a una base de datos que ahora contiene miles de nombres comprometidos con Trump y con el país.
Los equipos de trabajo de Trump confían en que los republicanos recuperen la Cámara de Representantes y el Senado en las elecciones midterm de noviembre, ya que esto brindaría una gran oportunidad de dotación de personal. De hecho, estas victorias podrían abrir cientos de nuevos puestos de trabajo en el Capitolio el próximo año, desde oficinas del Congreso hasta comités clave.
El objetivo es tener al menos 300 o 500 empleados comprometidos con «America First» completamente evaluados y listos para incorporarse a las oficinas del Congreso después de las elecciones. Se trata de que estos nuevos miembros del personal obtengan una experiencia valiosa en Capitol Hill de cara a la próxima Administración Trump que arrancaría en 2025.
Otros aspectos del plan de reestructuración del estado administrativo incluyen reformas del sistema de autorización de seguridad y cambios en el sistema de clasificación de los documentos gubernamentales. Dos partes esenciales que fueron descuidadas en el primer mandato de Trump debido a los contantes sabotajes desde el interior. Asimismo, se ha reunido una lista de abogados que estarían listos para ocupar los puestos clave de asesores generales en el gobierno y se está elaborando otra lista con jóvenes talentos conservadores de campus universitarios a los que se busca mediante cazatalentos in situ. Ya se han examinado a más de 700 jóvenes para servir en la próxima Administración y se confía tener de 2.000 a 3.000 posibles jóvenes empleados del gobierno defensores de America First para el verano de 2024. Para entonces, el candidato presidencial republicano, que previsiblemente será nuestro enérgico e incansable Donald Trump, estará preparando su equipo de transición y buscando personal para ocupar no sólo puestos de alto nivel, sino también los puestos de nivel medio y junior en los que encajarán estas jóvenes promesas conservadoras. Les aseguro que algunos son verdaderamente brillantes con un futuro asombroso.
El último director de personal de Trump, John McEntee, se ha mantenido en contacto con otros miembros de la Administración y trabajan juntos en varios grupos para preparar el desembarco trumpiano de 2025, cuya misión es educar y defender a los funcionarios públicos conservadores de America First y sus asesores, realizar un control de calidad en las listas de personal seleccionado y desarrollar planes para proporcionar un conjunto de políticas y servicios a funcionarios conservadores y asesores externos que garanticen que puedan mantenerse firme contra los ataques de los medios de comunicación o de otros funcionarios gubernamentales de izquierda, así como tomar medidas ofensivas contra ellos.
En resumen, Donald Trump no sólo está respaldando a los candidatos republicanos que selecciona para las elecciones midterm de este año, sino que coordina este plan ambicioso para desmontar el estado profundo y purgar a los empleados del estado administrativo si es reelegido. Tal y como ha manifestado la semana pasada durante su discurso ante el America First Policy Institute: «Necesitamos que sea mucho más fácil despedir a los burócratas rebeldes que están socavando deliberadamente la democracia».
El regreso de Trump al Despacho Oval incluirá un gran esfuerzo para drenar definitivamente el pantano de corrupción que no rinde cuentas a nadie, que ejerce el poder de hacer cumplir sus propias reglas, y que crea, implementa y dirige muchas políticas de extrema izquierda en el gobierno federal. Su plan para controlar a los tecnócratas no elegidos en las agencias del gobierno federal, que tienen una enorme influencia sobre las políticas que afectan a los trabajadores estadounidenses, marcaría un hito histórico en la lucha contra el estado profundo y su impacto sería colosal.
Durante décadas hemos visto cómo estos burócratas utilizan su capacidad normativa e influencia para usurpar la separación de poderes entre las tres ramas del gobierno mediante la creación de una denominada cuarta rama del gobierno que no fue creada por la Constitución. Es decir, casi 2 millones de empleados del gobierno federal en agencias que conforman el estado administrativo y en el que hay un pantano de corrupción, que siempre ha sido objetivo de Trump y que podría volar por los aires en su segundo mandato. El plan en marcha le permitiría mejorar la responsabilidad y el desempeño laboral dentro de las agencias federales. Sería, sin duda, uno de sus mayores y mejores legados para el futuro de los Estados Unidos.