Novelas machistas
Se lee por todas partes. Se escucha en muchos medios. Te machacan de manera constante con una serie de ideas en torno a cómo debemos presentar los escritores a nuestros personajes y argumentos para que no sean tachados de machistas, entre otras lindezas. Para que sean unas novelas asépticas, limpias y cristalinas que todo Dios pueda leer. Hasta por esas mujeres que se escandalizan porque aparecen situaciones y personajes que se comportan como hombres de verdad y no como nenazas; porque no aparecen suficientes mujeres o no se comportan como ellas quieren que se comporten. O asumen roles con los que no están de acuerdo.
Si es usted un escritor que refleja la realidad tal cual es, sin adornos ni componendas ideológicas para adaptarse a la corrección política imperante en la literatura, bienvenido al club de los que somos tildados de novelistas machistas. Entre otros calificativos que, en realidad, nos motivan más para seguir por este camino literario.
No se preocupe. No es mortal, ni contagioso, ni tampoco impide seguir escribiendo. Y además, el escritor profesional podrá escribir con verdadera libertad, sin mordazas de ningún tipo. Las feministas se pondrán de uñas con usted, pero no importa. La buena literatura se ha escrito siempre desde la autenticidad de quien escribe. Olvide esos consejos que le dan en la actualidad en las clases de escritura creativa, en artículos y en foros, sobre hacer autocrítica y presentar a nuestros personajes bajo los dictados del test de Bechdel, por poner un ejemplo recurrente. Todas esas normas para saber si una novela es machista son un montón de tonterías que están creando otro montón de malas novelas. No se lo dirá el profesor porque se gana la vida con ello, pero lo son.
De unos años a esta parte, veo pasmado cómo buenos talentos literarios se estropean por ese afán de evitar personajes o situaciones que no se adapten a lo políticamente correcto o a lo que se espera de este tiempo que vivimos. Y se hace especial hincapié en todo lo que afecta a las mujeres y a los personajes femeninos, metiendo con calzador personalidades y situaciones que les hagan más estupendas (con lo estupendas que ya son…).
Una buena novela no es ese puñado de tonterías, es una historia con vida propia, con unos personajes que deben reflejar la realidad, la vida y el mundo tal y como es, con sus luces y sombras. Si en tu novela no hay ni una sola mujer que destaque, porque no viene a cuento, ni te preocupes, por mucho que te digan y te tachen de machista. Y otras lindezas.
Un escritor no debe perfilar sus personajes de manera artificial para que pase esos filtros políticamente correctos. Es un error cada vez más extendido entre nuevos escritores, y algunos ya consolidados, a los que lavan el cerebro con esa sarta de estupideces.
El escritor no debe olvidar lo importante: debe contar su historia con su propia voz literaria. No influenciado por mil normas absurdas que sólo consiguen que se escriban novelas iguales en todas partes, sobre situaciones y experiencias similares (muy políticamente correctas) y con personajes que hacen las mismas bobadas para caer bien a los lectores. Sobre todo a las lectoras. O ellas son magníficas y ellos unos simples. O tienen unos rollos de cabeza impresionantes.
Una novela es o no es original, es buena o mala. El debate sobre novelas machistas es un invento de ya sabemos quiénes. Realmente no es un tema importante. Cada cual escribe y lee lo que le da gana y lo que considera oportuno. Lindezas o no aparte.
Lo que importa es la calidad de la novela y saber contar la historia.