Escritores en Estados Unidos y España
Hagamos un estudio rápido y certero del panorama literario en Estados Unidos y España desde el punto de vista de los escritores. Miras a uno y a otro país, y se te queda esa cara de: pero ¿aquí qué demonios sucede? O bien de: pero ¿qué cojones…? En Estados Unidos los autores se hinchan a vender y en España no sólo no venden, o muy poco, sino que además ni siquiera publican o lo hacen en malas condiciones, o tienen que pagar. Entonces, ¿qué explicación hay? ¿Que en Estados Unidos se lee y en España le dan a la pandereta y las castañuelas? No puede ser, ¿no? Esto debe tener alguna razón profunda que se nos escapa….
En realidad es fácil, no hacen falta tres mil páginas para explicarlo ni un programa de dos horas en televisión. En Estados Unidos el interés de los lectores se concreta en ventas reales, los escritores ganan dinero, popularidad y prestigio profesional. Cada escritor que destaca en un género literario se hace un hueco en el mercado y ahí crece en todos los sentidos. Cada obra nueva, es un peldaño de ascenso en su carrera profesional. De tal modo que el autor vende bien, puede dedicar tiempo a mejorar en su oficio y hacerse un nombre con buena reputación en el sector, respetado por los demás y con retornos importantes en materia económica, calidad literaria, premios, reconocimientos, adaptaciones al cine, mejoras en la publicación, etc, etc. O sea, una carrera literaria normal y corriente para alguien que se lo curra.
En España, bien lo saben allá los escritores, es muy distinto. Sobreviven los cuatro escritores bien conectados con las editoriales grandes que amparan sus carreras aunque no siempre respondan a las expectativas literarias o comerciales. O no lo hagan en absoluto. El sistema de subvenciones encubierto está tan extendido que en realidad perjudica más que ayuda porque publican autores que el mercado no quiere ni compra, y se escriben obras que interesan a sus autores (y sus queridas abuelas), pero poco más. Obras y autores que engordan los registros de publicaciones, pero que no enriquecen la cultura ni el panorama literario y editorial. O sea, que podemos vivir y prescindir de esas obras y autores subvencionados por ayuntamientos, editoriales grandes, gobiernos regionales, gobierno central, Fundaciones, asociaciones, casas de cultura, bancos, empresas y diversas entidades (¿de dónde salen? ¡es increíble!) que ponen una subvención, un dinerito, un contactillo, lo que haga falta… o llámelo como quiera, para que ese peñazo de libro esté en el mercado y no lo compre ni Dios.
Y ahí ya se lía la madeja. Porque el mercado literario español está saturado de obras prescindibles que colapsan el sistema, que lo aturullan, y lo perjudican. Aparte tenemos esas características tan españolas, como la envidia, el egoísmo, la venganza, y el odio que hacen que los escritores que brillan sean objeto de ataques de todo tipo, profesional y personal. Ahí no se libra ni el apuntador. Y al que va a destacar: palo. Y si encima tiene talento: dos palos. En esas condiciones es complicado labrarse una reputación profesional cuando está el colega de turno, los propios lectores o los medios listos y dispuestos a tirar con bala para derribar a quien ose levantar la voz o destacar por méritos propios. ¡Faltaría más! Para eso es España, especialista en marginar a los mejores y encumbrar a los amiguetes. Capaz de dejar morir en la indigencia a un genio de las letras y aprovecharse de su memoria y legado cien años después de su fallecimiento. O negarle el pan y la sal mientras se apoya a un tarado con contactos familiares en el gremio.
El mercado editorial estadounidense prima a aquellos que tienen méritos, destacan y los concede un presente y un futuro brillantes. El mercado editorial español condena a muchos buenos autores a la invisibilidad y la marginalidad mientras se publican y publicitan autores de relumbrón procedentes de… ¡Youtube, la televisión, la jet set…el pelota de turno o la chavala que es popular por… lo que sea, realmente da igual!
En Estados Unidos un autor se puede declarar políticamente lo que quiera, y eso no influirá en sus ventas ni en su carrera. Si en España un autor declara su orientación política conservadora (si es socialista o comunista no pasa nada; incluso se le abren puertas) está condenado y sentenciado por los medios, los compañeros y el público. No extraña que haya tan poco compromiso con las ideas liberal conservadoras y obras definidas por esos valores en el mercado español. En cambio, proliferan las obras de carácter socialista, feminista y todos los istas que se le ocurran que campen por la izquierda ideológica.
Mientras en Estados Unidos, el mercado de lectores aúpa a excelentes escritores, sean de la ideología que sean, en España se los entierra incluso antes de llegar a las librerías. Ni siquiera muchos lectores apoyan a los escritores que les gustan comprando sus libros. Es una realidad. Por cada lector que lo hace, hay cuatro que no.
Cuando me vuelvan a preguntar por qué prefiero prestar más atención al mercado de Estados Unidos como escritor (y eso que a España la trato con mimo), les remitiré a leer este artículo con atención.