Suicidios entre Veteranos de Guerra
Una de las consecuencias más trágicas para los veteranos de guerra es el impacto en sus vidas del estrés postraumático, que hace que muchos de ellos no soporten los recuerdos y fantasmas del pasado, haciendo muy complicado el regreso a casa, y terminen suicidándose.
El aumento del índice de suicidios entre los veteranos de guerra es un tema que preocupa en Estados Unidos, sobre todo desde que se tienen cifras y datos concretos y verificables.
Con motivo de la celebración del Día de los Veteranos, el pasado 11 de noviembre, Eric Shinseki, secretario del AV, el organismo dedicado a la atención de los veteranos de guerra, afirmó públicamente que está en aumento la cantidad de suicidios, sobre todo entre los hombres jóvenes que sirvieron en Irak y Afganistán. En este país hay 23 millones de veteranos de guerra, de los cuales ocho millones son asistidos por el AV, que se ocupa de la salud y las pensiones de los ex combatientes.
En los últimos meses, varios estudios demuestran un alza de la tasa de suicidios entre los jóvenes que dejaron el ejército. La causa directa es el estrés producido por los traumas que se originan en las misiones de combate sobre el terreno, cuando los soldados están sometidos a presiones inimaginables, a veces más allá del límite de lo que un ser humano puede hacer, sobrecargados de trabajo y arriesgando la vida muy a menudo.
Eric Shinseki ha aportado recientemente un dato que pone en perspectiva el drama de esta situación en la sociedad estadounidense: de los más de 30.000 suicidios que se producen en este país cada año, un 20 por ciento son de ex combatientes. Esto representa 6.000 personas que se quitan la vida anualmente. Lo cual implica que cada día un promedio de 16,4 veteranos de guerra, que lucharon por su país en condiciones extremas mientras otros se beneficiaban de la seguridad y libertad que su sacrificio les concedía, se suicidan. El Ejército de Estados Unidos, por ejemplo, soportó en 2009 un récord de 309 suicidios frente a los 267 de 2008, de acuerdo a cifras del Pentágono. Un drama al que la sociedad estadounidense mira con preocupación porque en este país los veteranos de guerra representan la encarnación de los valores e ideales más admirados y respetados.
El reto no es conocer estos datos o saber más acerca de los suicidios, que también, sino prevenirlos a tiempo y cortar una hemorragia de vidas especialmente valiosas.
Es evidente que las guerras de Irak y Afganistán, con las enormes exigencias y sacrificios personales que han impuesto a los soldados, están detrás del aumento en la tasa de suicidios y del alto número de veteranos que regresan a casa con desorden de estrés postraumático. Es una de las consecuencias directas que sufren quienes han defendido y están defendiendo en primera línea la seguridad y los intereses de toda la sociedad occidental, no sólo la estadounidense, y requiere de la atención y medios adecuados, no del olvido y la marginación a la que tan acostumbrados son los gobiernos y algunos ciudadanos.
Hill Sautner, un terapeuta encargado del control de los ex combatientes, ha argumentado al respecto de este tema que: “La tragedia de los veteranos reside en la imposibilidad de elaborar, compartiendo con el resto de la gente, la experiencia del horror concentrado en una guerra de muy corto tiempo. Perseguidos por estos recuerdos, los veteranos de las sucesivas guerras e intervenciones norteamericanas que en su momento fueron recibidos como héroes, son hoy muertos sociales: 271.000 son “homeless”, una cifra casi equivalente a la de los iraquíes muertos en apenas cien horas de guerra”.
El periodista Aaron Glantz, editor de New América Media y autor del libro ‘The War Comes Home’ (La guerra llega a casa), afirma también que: “Tenemos hoy alrededor de dos millones de veteranos en Irak y Afganistán, y aún no hemos visto el tipo de movilización de recursos necesario para encarar una epidemia de suicidios de los veteranos”.
Los responsables del sistema de salud nacional señalan que las múltiples misiones realizadas por muchos soldados de Estados Unidos en Afganistán e Irak suponen una presión diferente a la de guerras anteriores, pero como expresa con bastante acierto el legislador Michael McMahon, co-fundador del Caucus de las Heridas Invisibles en el Congreso: “La lamentable verdad es que el desafío real comienza cuando esos hombres y mujeres regresan a casa y deben adaptarse a la vida diaria (…) El Departamento de Defensa y el AV deben estar preparados con el personal y los fondos apropiados para analizar escenarios psicológicos tras el repliegue (de soldados) con profesionales de la salud mental«.
El AV estima que, en 2005, la tasa de suicidio por cada 100.000 veteranos entre hombres de 18 a 29 años era de 44,99, pero saltó a 56,77 en 2007. Un informe de la Corporación Rand el año pasado concluyó que al menos el 20 por ciento de los veteranos de Afganistán e Irak mostraban síntomas de desorden de estrés postraumático o depresión. Son cifras reales que nos hablan de la presión a la que han sido sometidos los soldados en dos de las guerras más exigentes que ha librado Estados Unidos.
Las heridas de la guerra, físicas o mentales, y los recuerdos traumáticos siempre han sido una carga con la que tienen que vivir los veteranos, pero es labor de las autoridades competentes y de la sociedad en general trabajar porque éstos se reintegren plenamente en la sociedad, evitando situaciones de marginación, pobreza extrema, suicidio o comportamientos obsesivos y peligrosos.
Hacer frente al tema de los suicidios, sus causas y su problemática, como se hizo y se hace frente al enemigo en el campo de batalla, sin esconderse y con valor, es un paso en la dirección correcta para desterrar este problema del colectivo de veteranos de guerra, auténticos supervivientes que merecen ser honrados y no terminar antes de tiempo en el depósito de cadáveres.
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