Guerra contra ISIS y Al Qaeda
Las decisiones en materia de guerra contra ISIS y Al Qaeda, en general contra toda la yihad han sido de las primeras que han tomado el Presidente Trump y su Administración, por la implicación que conlleva ésta para la seguridad nacional y la seguridad del mundo occidental. También han sido de las primeras que han reportado éxitos inmediatos. Éxitos silenciados en la mayoría de los medios de comunicación, lo que pone de relieve una vez más el estúpido y abyecto tratamiento que otorgan al presidente republicano y la doble vara de medir con que se informa de sus políticas en comparación a como informaban sobre Obama o cualquier otro político que se arrodilla ante el poder de la prensa.
Uno de esos éxitos tempranos ha sido la eliminación del número dos de Al Qaeda, Abu al Jair al Masri, yerno del difunto Osama bin Laden, abatido en el norte de Siria con un ataque de drones operados por la CIA, a la que el Presidente Trump ha vuelto a autorizar su uso cuándo y dónde se estime oportuno. Un golpe devastador para la organización de Al Qaeda. No ha sido el único yihadista radical cazado desde que Trump empezó a autorizar operaciones militares y ataques selectivos. Más de 23 ataques con drones en Yemen han reventado numerosos campamentos y volado por los aires con eficacia americana a destacados terroristas en la jerarquía de la organización. Las cifras arrojan más de ochenta líderes o terroristas de Al Qaeda e ISIS abatidos. Un dato que se incrementa todos los días con doble dígito y que representa la destrucción de las filas terroristas a velocidad de vértigo.
Al ampliar la capacidad de liquidar terroristas islámicos en cualquier parte, autorizando no sólo al Pentágono, sino también a la CIA y a otras unidades de intervención militar, los éxitos en la guerra antiterrorista han aumentado de forma notable y ésta se ha acelerado hacia una victoria final. De tal modo que los yihadistas de Al Qaeda y de ISIS, y sus bases logísticas, han empezado a caer masivamente.
Esto es bueno porque se está liberando territorio ocupado por los islamistas radicales y se evita que muchos de esos yihadistas, que son enormemente peligrosos, viajen a países occidentales u otros, donde con seguridad participarían en ataques terroristas indiscriminados o radicalizarían a personas con tendencias al fanatismo religioso. Se evita así también que capten y se coordinen con “lobos solitarios” en Europa y Estados Unidos para organizar células terroristas más complejas o planificar ataques aislados pero muy dañinos. También se corta el suministro de dinero, armas, hombres y mujeres a países en conflicto como Siria, Irak, Yemen, Sudán, Afganistán, Somalia o Libia, por citar sólo algunos de los puntos calientes donde hay actividad yihadista.
Al Presidente Trump no le ha temblado la mano para autorizar operaciones de apoyo con drones y con unidades terrestres para desalojar, liquidar y exterminar la amenaza yihadista sobre el terreno. Es un éxito que se cobra cada día más bajas terroristas y que acerca el objetivo de eliminar ISIS y Al Qaeda por completo, lo que representaría una victoria histórica para la Administración Trump y, personalmente, para Donald Trump, cuyo liderazgo en este tema puede ser determinante para cambiar toda la narrativa de los medios de comunicación en torno a su presidencia.
Al igual que sucedió con Ronald Reagan al ganar la Guerra Fría a la Unión Soviética, que lo consolidó y catapultó como uno de los presidentes históricamente más valorados, la victoria del Presidente Trump sobre ISIS y Al Qaeda puede marcar un antes y un después a todos los niveles. La amenaza yihadista sobre Estados Unidos, Europa y sobre el mundo occidental, en general, es de tal calibre que derrotarlo supone abrir un horizonte de paz y prosperidad para todo el mundo, incluidos los propios territorios donde tienen presencia los islamistas radicales. Hoy, esto es posible gracias a las decisiones que está tomando el Presidente Trump, como autorizar el uso de drones por la CIA, además del Pentágono, en países como Siria, Yemen, Libia, Somalia, Irak, Pakistán o cualquier otro lugar con presencia de yihadistas, y a las operaciones terrestres en curso. Así, las ofensivas abiertas para capturar Raqqa, en Siria, la capital del Califato de ISIS, y Mosul, en Irak, donde mantienen activa presencia entre 7.000 y 10.000 yihadistas y donde los combates urbanos se libran cuerpo a cuerpo, son estaciones determinantes que nos marcan el camino hacia la victoria final.
Las operaciones terrestres contra los yihadistas, a cargo de agentes de inteligencia, Marines, Rangers, la 82ª División Aerotransportada, Navy SEALs, unidades del Ejército y de Fuerzas Especiales, junto con los ataques aéreos de escuadrones de bombarderos, helicópteros y aeronaves de ataque electrónico, procedentes del portaaviones USS George H.W. Bush, han logrado recuperar ciudades y territorios importantes como Tabqa, Karama, Al-Baleikh, Mansoura (Siria), amplias zonas de Mosul, Hamam al-Alil y otras ciudades decisivas en el Kurdistán iraquí. Todas estas fuerzas, y algunas más que están en camino, tienen marcados nuevos objetivos estratégicos que deben ser alcanzados en próximas semanas en ciudades y pueblos de Siria, Irak y Yemen. La ofensiva contra ISIS (Daesh) y Al Qaeda está pulverizando sus escondrijos, sus redes de suministro, devastando sus filas y estrangulando su capacidad de combatir.
El éxito de la guerra contra la yihad del Presidente Trump va a cambiarlo todo de una forma sin precedentes. Ya lo está cambiando al ganar posiciones activamente contra los terroristas sobre el terreno en vez de ceder territorio, resistir y soportar sus ataques como hasta ahora. Trump ha cambiado el enfoque, ya no nos limitamos a defender tarde y poco, ahora contraatacamos duro, sin aviso, con mejor inteligencia, más determinación, más recursos, más hombres y en cualquier parte. Y ganamos.