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Bin Laden muerto – Mission Accomplished – Misión cumplida

Casi diez años después la misión se ha cumplido y el objetivo ha sido alcanzado. Cuando ya nadie lo esperaba, salvo quienes hemos seguido trabajando y defendiendo la seguridad nacional de Estados Unidos, una operación clásica en colaboración entre las fuerzas especiales (SEALS Team Six, con base en la Naval Air Station Oceana, en Virginia Beach) y unidades paramilitares de la División de Actividades Especiales de la CIA, han hecho posible la muerte del enemigo número uno, Osama Bin Laden.
La misión se ha prolongado durante meses y ha necesitado de un dispositivo de inteligencia extraordinario antes de culminar con la intervención de los SEALS y agentes de la CIA sobre el terreno, que previamente habían ensayado el asalto durante semanas en una réplica de la mansión.

Como han recordado oportunamente el presidente Obama y el expresidente Bush, en declaraciones a la prensa, la muerte de Bin Laden lanza un mensaje nítido: esto es una victoria de Estados Unidos, que siempre hará justicia cuando sea atacado, sin importar el tiempo que lleve o el esfuerzo que implique.
Esta largamente esperada victoria, lo ha sido para el presidente Obama, pero también y de forma especial para Bush y los hombres y mujeres de las fuerzas armadas y la comunidad de inteligencia que han dedicado a esta misión sus vidas y trabajo durante estos últimos años. Como ha recordado Bush, “ellos se merecen gratitud eterna”.
La eliminación de Bin Laden también significa un logro militar histórico para Estados Unidos, para los que perdieron seres queridos el 11/S y para cuantos desean alcanzar la paz a través de una victoria sobre el Al Qaeda. Es evidente que la guerra antiterrorista no termina aquí, ya que la red tiene numerosas células operativas y Ayman al Zawahiri, además de otros ideólogos y activistas, no tardarán en ocupar el puesto de Bin Laden y seguir lanzando proclamas antiamericanas y ataques terroristas, pero sí es un paso muy importante y un objetivo de primer nivel.

La relevancia de esta operación se ha dejado sentir en las calles de Estados Unidos, sobre todo en Nueva York y Washington en las primeras horas posteriores al ataque, con miles de personas celebrando el éxito de la misión, ejecutada con precisión militar americana.
Los hechos fueron así, a grandes rasgos: tras las últimas confirmaciones de inteligencia, 4 helicópteros de ataque MH-60 y Chinook partieron desde la base aérea de Ghazi, en Pakistán, con 24 comandos SEALS a bordo, y con pilotos del 160th Special Ops Air Regiment, llegaron a Abbottabad y se inició el asalto a la mansión fortificada de tres pisos, con muros de cinco metros, ventanas elevadas, escasos puntos de acceso al interior y protegida por alambradas, donde se ocultaba Bin Laden; los SEALS iniciaron el asalto terrestre, penetraron en las instalaciones interiores y dieron muerte e hirieron a alrededor de 22 personas, incluidas el propio Bin Laden, el mensajero, su hermano, uno de sus hijos y una mujer, una de sus esposas.
El operativo in situ duró alrededor de 45 minutos y la operación se completó con el traslado de Bin Laden. Ha sido, sin duda, una muestra elocuente de lo que algunos defendemos con insistencia: la plena cooperación entre la CIA y el Comando Conjunto de Operaciones Especiales, que han demostrado una enorme efectividad al coordinar y ejecutar esta arriesgada operación, la cual ha necesitado de varios meses de intenso trabajo previo de inteligencia y operaciones especiales.

El punto de inflexión clave que ha permitido la localización y seguimiento de Osama Bin Laden, fue su traslado el pasado verano desde sus refugios montañosos en el Waziristán pakistaní hasta la mansión de Abbottabad, a unos 100 kilómetros de Islamabad, en el valle norte.
La operación ha sido un éxito para cuantos hemos defendido durante todo este tiempo que Bin Laden debía ser eliminado con un ataque terrestre a cargo de fuerzas especiales y tras verificar su paradero exacto con una misión de inteligencia tradicional que se ha prolongado durante años. Asimismo, la culminación positiva con la muerte del líder de Al Qaeda, refuerza la tesis de quienes hemos sostenido que la misión debía ser exclusivamente un trabajo de las fuerzas militares y de la inteligencia estadounidense, sin ayuda aliada o externa, lo que ha permitido controlar que no se produjeran filtraciones al exterior, chivatazos ni errores.
Más que ninguna otra operación en esta guerra contra el terrorismo, todo ha estado en manos de un reducido grupo de comandos especiales y oficiales de inteligencia estadounidenses, trabajando en riguroso secreto y con extraordinario coraje y valentía durante meses para la total efectividad de la misión.

El rastro y seguimiento del mensajero islamista hasta Abbottabad, un alto asesor de Bin Laden, de cuya existencia y pistas se logró testimonio en los interrogatorios a detenidos terroristas de Al Qaeda, nos llevó finalmente hasta el paradero del líder radical.
Tras abatirlo y verificar la identidad de Osama Bin Laden fehacientemente, mediante la prueba del ADN, entre otras, su cadáver fue trasladado al USS Carl Vinson y arrojado al mar, en respeto a las tradiciones islámicas, que indican que hay que enterrar el cuerpo antes de 24 horas.
La yihad continuará a pesar de la desaparición de Bin Laden, pero su muerte es un golpe muy fuerte que tendrá repercusiones en Al Qaeda y que, además, representa una enorme victoria táctica para la seguridad nacional de Estados Unidos. No sólo se ha acabado con el líder yihadista sino que se ha incautado documentación, material y colaboradores que nos aportarán pistas de lo más interesante sobre varios temas.
Uno de los aciertos del discurso del presidente Obama, al anunciar la noticia, ha sido conceder méritos para todos los que han trabajado en la operación y también al expresidente Bush, ya que en último término se ha tratado de un trabajo conjunto de todos y es de justicia reconocerlo así.

El presidente ha destacado acertadamente que la caída de Bin Laden es un «testimonio de la grandeza de este país y de la determinación del pueblo estadounidense (…) Estados Unidos puede hacer lo que se proponga. Esa es la historia de nuestro país”.
Los hechos lo han probado una vez más.
Tras la operación militar, hubo aplausos entre los altos mandos que supervisaron la misma desde las sedes de la CIA y el Comando de Operaciones Especiales. Ese aplauso ha sido unánime en las horas posteriores en todo el mundo, y en especial entre los norteamericanos. Una operación que jamás debemos olvidar ha sido llevada a cabo íntegramente por verdaderos y leales patriotas estadounidenses que jamás perdieron de vista el objetivo y jamás se rindieron.
Por ello, misión cumplida. Mission acocomplished! Oo-yah! OohRah!




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