Corrupción y premios literarios
Los males endémicos en España son unos cuantos y no tienen desperdicio. Puestos a sacar los colores, podemos citar la corrupción política y empresarial, la financiación irregular de los partidos políticos, la burbuja inmobiliaria, la corrección política y social que raya en lo absurdo, la degradación ética y moral, la pérdida general de valores, la ignorancia que avanza por todas las capas sociales a ritmo veloz, un sistema educativo que da vergüenza ajena, las listas de espera sanitarias, la irrupción de movimientos políticos y sociales que conducen a la ruina y la miseria, como Podemos, sus Mareas y los independentistas catalanes y vascos… Y, por supuesto, la corrupción en los premios literarios. Éste es un clásico donde los haya.
Los grandes premios literarios, los pequeños, los medianos… vamos, en realidad todos, han estado amañados y corrompidos desde siempre y hasta ahora. Sobre todo los organizados por las editoriales (me está leyendo el pensamiento, sagaz lector… sí, sí, ese que empieza por P y termina por a es uno de ellos), pero no se libra ni uno, ni siquiera los institucionales. De modo que cuando escuche hablar de tal premio o galardonado, active el modo”cautela” y no haga mucho caso de tanta alabanza comprada, influenciada, empaquetada y vendida en los medios oficiales.
Los premios literarios en España no son más que una forma de promoción más para llegar a los lectores y llamar su atención. Lo grave y lo detestable es que se desarrollen carreras literarias en base a esos premios y no a los méritos reales de cada escritor. Porque a eso en lenguaje llano se le llama competencia desleal, ventajismo y trampas.
Esta es la razón esencial de que los premios en España no tengan credibilidad literaria, cultural ni nada de nada. Son herramientas publicitarias. Punto. Estos premios amañan a los ganadores, a los finalistas, al jurado y si me apuran hasta los lectores, a los que les meten los libros ganadores por los ojos hasta que casi ven maravillas literarias donde sólo hay humo y mediocridad.
El panorama de premios en Estados Unidos es distinto, los hay con muy buena reputación y credibilidad, y eso se agradece cuando te encuentras con auténticas joyas literarias y autores que son descubiertos. También hay algunos premios “comprados” o en los que las influencias y el compadreo se dejan notar. Pero son muchos menos.
Llegados a este punto, los lectores deberían pasar olímpicamente de los premios literarios españoles, y sólo atender a los premios estadounidenses más consolidados y prestigiosos.
La corrupción literaria y editorial también existe, amables lectores. Pero pocos se atreven a hablar o escribir de ella porque muchos viven de esa corrupción. Sobre todo los que están en la órbita del establishment literario oficial. Mi consejo: si ve un premiado, huya. Ni se lo piense, corra lejos.