Un paseo electoral por los EE. UU
Estados Unidos vive un tiempo electoral apasionante en el que el futuro del país se juega el 3 de noviembre. Estas elecciones son más que una cita electoral para elegir presidente, se han convertido en un campo de batalla ideológico entre el puro sentido común del conservadurismo de Donald Trump y el radicalismo de la izquierda progresista de Joe Biden.
Para tomar el pulso a la opinión pública nada mejor que alejarnos de los análisis sesudos de los analistas políticos de la prensa y los medios de comunicación, casi siempre lejos de la realidad, y acercarnos a lo que se comenta en las calles de América, las preocupaciones de los ciudadanos y lo que interesa de verdad a éstos.
He recogido durante las últimas semanas comentarios, ideas y opiniones de ciudadanos de todas partes del país y de toda condición social y racial. Los resultados son reveladores, en tanto que se distancian de lo que los medios proyectan con machaconería mareante.
Empecemos por uno de los últimos temas que se ha puesto bajo el foco de atención: el voto por correo. Hay bastante consenso en que sólo se puede votar por correo en ausencia real del votante. Es decir, sólo si los ciudadanos están fuera del país o aquellos que no pueden estar en su estado de origen deben enviar su voto por correo. Todos los demás estadounidenses deben ir a las urnas en persona. Si las personas pueden ir al supermercado o a manifestarse, también pueden votar en persona. La mayoría cree que el voto por correo no es de mucha confianza porque es fácil manipular y, de hecho, los demócratas han hecho trampas a menudo con este sistema de votación. Se cree, y con razón, que el voto por correo es la gran esperanza de los demócratas para ganar a Trump porque lo pueden manipular en su favor. De modo que debería limitarse a lo estrictamente necesario y no usarse de forma masiva debido a los riesgos de fraude. El coronavirus no es excusa para no ir a votar personalmente. La mayoría de los ciudadanos están de acuerdo en esto.
Los demócratas quedan expuestos en sus intenciones. Las encuestas reflejan que llevan ventaja, entonces ¿por qué tienen miedo a ir a votar? Porque saben que es mentira y necesitan el voto por correo para hacer fraude. La opinión generalizada es esta: si podemos ir a trabajar, entonces también podemos ir a votar.
El paseo electoral nos lleva otro de los temas que protagonizan la campaña: los disturbios violentos en Portland y otras grandes ciudades gobernadas por alcaldes demócratas. Se extiende la opinión ciudadana de que los participantes son terroristas internos de Antifa y BLM, sedicionistas violentos que buscan un propósito político: ayudar a derribar a Trump y aupar al poder a una marioneta de la izquierda radical: Biden. Los disturbios son reveladores de lo que serían los Estados Unidos bajo una presidencia demócrata: caos, crimen y sin ley. Lo vemos con los índices de criminalidad subiendo sin parar en Chicago, Portland, Nueva York, etc, amparados por unos gobernantes demócratas laxos y débiles. Muchos piensan incluso que se debería despojar de la ciudadanía a esos terroristas urbanos y expulsarlos del país, incluso encerrarlos en Guantánamo o algún otro centro “vacacional” donde puedan educarse como es debido y dejarse de idioteces marxistas y socialistas. Otra parte de la ciudadanía se conformaría con que fuesen acusados de sus crímenes y delitos y que cumplieran las sentencias apropiadas. De momento, es la vía que ha escogido el presidente Trump y tiene el apoyo mayoritario de la sociedad.
Se extiende la opinión generalizada de que los progresistas radicales se han convertido en enemigos del país, sólo ciudadanos sobre el papel, pero traidores a todo lo que representa la nación, y que utilizan los derechos constitucionales a voluntad para, en último término, destrozar la Constitución y manipularla a capricho.
Otro gran tema de debate es el coronavirus y las medidas de restricción que lo rodean. Hay consenso sobre que los cierres de la economía no deben repetirse, no funcionan, secuestran los derechos civiles y son una catástrofe económica y social. Sobre el tema de las mascarillas la opinión está dividida, aunque la mayoría acepta llevarla en determinadas situaciones. El debate es a cuenta de si son necesarias y si funcionan. Se escuchan estas preguntas: Si tu mascarilla funciona, ¿por qué te preocupa la mía? Si tu mascarilla no funciona, ¿por qué crees que lo hará la mía y eso ayudará? Si te preocupa que te escupa cuando hables conmigo con gente, es fácil, deja de hablar conmigo (o con quien sea que te preocupa), pero no impongas tus miedos ni los dogmas de unos “expertos” que han fallado en esta crisis sanitaria desde el primer día. Y si te preocupa que salpique de saliva una superficie, deja usar una mascarilla que hace que te toques la cara continuamente y lávate las manos a menudo. O deja esa manía de tocar todo como un manazas.
Los ciudadanos del país, en general, tienen más sentido común que muchos Gobernadores y políticos. He aquí una verdad como un templo: Si las mascarillas funcionan de verdad, entonces no debes tener miedo y puedes votar en persona en tu colegio electoral. Y es que los mismos que te dicen que hay que usar mascarilla para todo, incluso para ir al servicio o a la cama (es un decir), son los mismos que te aseguran que les entra congoja de ir a votar en persona. Mira, no me seas panoli, quítate la mascarilla y vete a votar como Dios manda en persona. O lo que viene siendo lo mismo y para decirlo pronto y mal: no me toques los cojones con este tema que te veo el plumero de lejos, gilipollas.
Los ciudadanos aprenden que es una barbaridad y no gracias a los medios precisamente, sino a profesionales de distinto ámbito que comparten sus conocimientos de forma gratuita. Hoy ya sabemos, por ejemplo, que las mascarillas no son ese dechado de salud que intentan vender algunos, sino que entrañan riesgos para la salud y pueden convertirse en un foco de infección, moho, bacterias y demás, tal y como afirman cientos de médicos y expertos en la materia, que pueden derivar en neumonías y debilitar el sistema inmune. Su uso debería estar limitado a determinados ámbitos.
Muchos ciudadanos ya aplican esta política sin necesidad de que Papá Estado se lo diga. Y su salud se lo agradece.
La perspicacia ciudadana, sobre todo la de los conservadores, nos hace asomar una sonrisa y asentir: Vamos a ver, damas y caballeros, no puedes ir a ningún lado sin una mascarilla y la mayoría la lleva, entonces ¿Quién coño está propagando masivamente el coronavirus? Esto te hace pensar que los datos están manipulados y que los que denuncian que se están aumentando para recibir dinero público, tienen toda la razón. Es una pandemia muy curiosa. Lo mismo sube con una fuerza que te cagas en las bragas que baja sin razón aunque haya manifestaciones y disturbios a tutiplén. No es de extrañar que muchos ciudadanos piensen que hay muchas mentiras que rodean a la crisis del coronavirus. O como dicen otros: el 90% es política y el 10% virus.
Otro tema que ha entrado en campaña electoral es la policía. Trump la apoya con medidas firmes, como aumentar la financiación, y Biden y los demócratas quieren reducir sus presupuestos, quitarla de muchos lugares y vaciar de competencias. Allí donde los demócratas gobiernan y han dejado que los delincuentes y terroristas domésticos campen a sus anchas, el crimen ha aumentado en estos meses. Por ejemplo, los homicidios han aumentado un 50% en Chicago en 2020, un 139% sólo en el mes de julio. Y así en los Estados donde hay Gobernadores y alcaldes demócratas. Un desastre. Los ciudadanos apoyan la ley y el orden que representa Trump.
La opinión generalizada en la sociedad es que no nos gusta ver a los Estados Unidos en llamas, incendiado por los terroristas de Antifa y BLM, con estatuas de personajes históricos derribadas, sin ley, con la policía atacada y criminalizada, con encierros justificados por el COVID-19, negocios arruinados y cerrados, millones de desempleados y un panorama de caos y crimen. Los ciudadanos sabemos que los demócratas están detrás de todo para tratar de derrotar a Trump. Y el presidente es la barrera que nos separa del socialismo y de que este país se vaya al garete.
Las previsiones electorales de los ciudadanos son reveladoras de lo que puede suceder en noviembre. La mayoría apuesta por una victoria de Trump, muchos incluso por un landslide, y sólo una parte que va reduciéndose cada día cree realmente que ganará Biden. El entusiasmo que genera Trump entre los votantes es superior al que despierta Biden, que no entusiasma ni a sus propias bases demócratas.
Una previsión es que Trump logrará 364 votos electorales, la Cámara de Representantes y el Senado para los republicanos, con una mayoría también de Gobernadores republicanos. Las predicciones más acertadas señalan que Trump ganará 46 estados en las elecciones. No son desacertadas. Hay una masa de votantes, una mayoría silenciosa, que apoya y vota a Trump. En las calles y los trabajos se percibe que la mayoría quiere que Trump sea reelegido, incluso entre los demócratas moderados, que también afirman que votarán a Trump.
La opinión general es que Trump es un líder, un ganador, un hombre honesto y directo, un ganador, y que su figura ha cautivado a toda la sociedad. La gente se siente motivada a luchar por sus ideas con Trump en la escena política. Es un catalizador que ha despertado al movimiento auténticamente conservador.
Los disturbios, la polémica del voto por correo, el coronavirus, los ataques a la policía, la criminalidad desatada, y los éxitos indudables que se ha apuntado el presidente Trump, lo colocan en la casilla ganadora y la apuesta para vencer en las elecciones presidenciales. La guinda a este panorama es que el apoyo a Trump ha crecido también no sólo entre la población blanca, sino entre las comunidades afroamericana e hispana, que están despertando y viendo cómo los demócratas siempre les mienten y hacen promesas que nunca cumplen, a diferencia de Trump, que sí las cumple. A día de hoy, más negros apoyan a Trump de lo que los medios quieren informar. Su índice de aprobación entre los votantes negros, según Rasmussen, supera el 40%. En otros sondeos está entre el 25% y el 40%. Y recordemos que Trump ganó en 2016 con el 8% de sus votos. En noviembre recibirá más. Y entre los hispanos sucede lo mismo. Su aprobación ha aumentado hasta cerca del 50%. Son números que prevén una victoria aplastante.
Los acontecimientos están creando votantes de Trump a toda máquina. La pregunta no es cuántos votantes ha perdido, sino cuántos votantes ha ganado Trump desde 2016. Y son millones. Los mismos que, como el presidente, se niegan a arrodillarse y rendirse ante los demócratas radicales y sus derivas totalitarias.
Un presidente Biden y un Congreso demócrata aumentarían los impuestos e implementarían una agenda socialista que sería desastroso para nuestra economía y para el país. Sólo un candidato ha demostrado que puede reconstruir nuestra economía y guiar a Estados Unidos por una senda de prosperidad y fortaleza en todos los órdenes: Donald Trump. Esto es algo que los ciudadanos sabemos y que decidirá las elecciones.
Los demócratas están tratando de convertir a Estados Unidos en un país del tercer mundo. Trump está tratando de convertir a Estados Unidos en el mejor país del mundo.
El entusiasmo por el presidente Trump es inigualable. Es la conclusión de un paseo electoral por los Estados Unidos durante este verano.