Librerías en crisis
Las librerías son uno de los pilares de la industria cultural y de los libros y también reflejan la enorme crisis y cambio que vive el sector en España. Los datos son elocuentes. La caída de ventas representa un 25% en el primer trimestre de 2013, que se suma a la bajada media que superó el 15% el año pasado, según cifras de los propios libreros. En millones de libros, en el tercer cuatrimestre de 2012 las pequeñas librerías vendieron casi 12,5 millones de libros, cuyo valor superó los 196 millones de euros. Por comunidades, Cataluña lidera las ventas con el 19,4% del total, seguida de Madrid con el 15,5% y de Andalucía con el 11,5%.
A fecha actual las pequeñas librerías han perdido uno de cada tres empleos en los últimos cuatro años. Unos datos que perfilan una situación catastrófica y que se agravará aún más, con nueva destrucción de empleo en un sector que está siendo liquidado tal y como se conocía hasta ahora. Esa situación en España, en la que el pequeño comercio librero despachaba un tercio de los volúmenes que se compran, está dejando paso un rastro de desempleo, pérdidas económicas y cierre de librerías emblemáticas y no tan emblemáticas, hasta el punto de que vender libros se ha convertido en una profesión de riesgo y de vocación.
Según los datos de Cegal, que agrupa a 1.600 librerías en todo el país, la realidad del pequeño negocio de este sector, con una facturación en 2012 en torno a 500 millones de euros, es el acoso y derribo por un mercado en el que crece imparable la piratería de libros en formato ebook, alentada por una incultura general de una población que no quiere pagar por contenidos culturales y que a este paso va a terminar leyendo pura basura o contenidos de muy pobre calidad (de hecho, ya lo hace en gran medida). Porque no nos engañemos, la crisis es sólo la coartada para estos hábitos que no respetan la autoría, la propiedad intelectual ni el trabajo ajeno.
Uno de los primeros pasos para evitar la sangría de ventas y el cierre de librerías y pérdida de empleos, es desterrar la idea de que la cultura debe ser gratis y de que piratear libros es lícito e incluso justificado. No es más que un robo, por mucho que el delito se cometa en la Red. La protección de los derechos de la propiedad intelectual debe ser una prioridad absoluta porque es la base de que el sector prospere o se hunda en la miseria. Y por ese camino no habrá nuevos libros de calidad que leer. La piratería está haciendo un daño incalculable en términos de cultura, de empleo y de economía, hasta el punto de que buena parte de las 13.000 personas que emplean las librerías están a un paso de irse al paro de seguir así las cosas.
Las caídas de facturación son tan drásticas que no auguran nada bueno, incluso las ventas a bibliotecas están paralizadas, ni renuevan ni enriquecen sus fondos. El comportamiento de los lectores, que están dejando de comprar libros en las librerías tradicionales y en realidad en cualquier parte, es otro de los factores que desencadena esta crisis. Ante este panorama, no es extraño encontrarse con noticias como que las ventas de las librerías madrileñas han caído un 15 por ciento en el cuarto trimestre de 2013 respecto al año anterior, sobre una bajada del 10 por ciento en 2012, según indican desde el gremio de libreros de Madrid.
Al cierre de numerosas librerías por toda España, también el descenso de ventas es significativo por cuarto año consecutivo y de nuevo en 2013 se produce el cierre de librerías emblemáticas, como La Regenta, Rumor y Tragaluz. Los datos del barómetro de ventas en librerías españolas son para coger una depresión de lo malísimos que se presentan. Otro de los problemas que acusa el sector, es el descenso en el tráfico de gente en las librerías, que ha disminuido enormemente, ello debido a dos causas: el pirateo digital y la crisis económica, que hace que muchos lectores no gasten. Porque leer, sí, ¿eh? De pirateo y de gratis….Pillines.
La desaparición de librerías y su crisis galopante es lo que le faltaba a España para terminar de convertirse en un desierto cultural en el que sólo vendan los cuatro personajes mediáticos del momento. ¡Qué futuro más negro para el mundo de las letras!
Para solventar esta situación se requieren medidas inteligentes y rápidas para incentivar la lectura comprada legalmente, aumentar el interés por los libros en una población que parece anestesiada culturalmente y más preocupada por quién desciende de Primera División o los líos amorosos de las gentes del papel cuché que por las novedades editoriales, y de apoyo a las librerías y al sector editorial mediante incentivos fiscales.
Es importante recordar que los libros son la mayor industria cultural tanto de Europa como de España, incluso por delante de la música, el cine y las artes escénicas, por lo que no se trata de un sector que se pueda dejar caer sin notar las consecuencias. Así, las editoriales europeas generan alrededor de 23.000 millones de euros de ingresos netos anuales y en España esa cifra se sitúa en unos 2.700 millones de euros. La industria editorial europea ha logrado un liderazgo muy meritorio, que ahora se ve en peligro por la incesante caída de ventas y el pirateo impune.
Es interesante el dato de que en España de las más de 1.000 empresas editoras existentes sólo el 28 por ciento de las editoriales pertenecen a grupo empresariales grandes, lo que significa que el sector editorial español está configurado mayoritariamente por pymes, que son esenciales para sostener el tejido económico y de empleo. Si se destruye eso, se destruye una parte importante de la economía nacional, con consecuencias francamente desastrosas.
España está en situación de aprovechar su industria cultural, que es muy competitiva, como un motor de desarrollo importante para salir de la crisis, pero determinados hábitos y comportamientos pueden lastrar o echar a perder ese impulso. Para ello, la defensa de la propiedad intelectual es una lucha esencial e irrenunciable. Más que nunca se hace necesario realizar una labor pedagógica para que los lectores entiendan lo que representa comprar lo que se va a leer y la necesidad de leer legalmente.
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