La gran amenaza para Estados Unidos
Una de las mayores amenazas para los Estados Unidos no procede del exterior, ni de Ucrania ni de Rusia ni de China, procede directamente del interior del país, de las élites del establishment y sus cómplices en los medios de comunicación progres que están trabajando para socavar nuestras libertades e imponer una agenda globalista; esta amenaza grave y real se centra en la cultura de la cancelación que está impulsando y aplicando el Partido Demócrata desde hace tiempo. Esta es una de las mayores amenazas para la democracia estadounidense y para la república constitucional.
Donald Trump ha dado la voz de alarma desde hace mucho tiempo y mantiene este tema en su agenda política porque es de trascendental importancia. Actualmente, con los demócratas controlando el Congreso, la Casa Blanca y los principales medios de comunicación, tenemos a demasiadas personas en posiciones de poder y en el gobierno cuya principal responsabilidad debería ser proteger nuestras libertades y defender nuestros derechos. Sin embargo, son ellos mismos los que están tratando de quitarnos estos derechos y libertades con sus políticas socialistas de censura y tiranía. Son estos políticos de izquierda radical los que están imponiendo la cultura de la cancelación en Estados Unidos para aplastar la libertad de expresión y la Declaración de Derechos.
Como conservadores, pero también como ciudadanos responsables y sensatos de cualquier ideología, raza o sexo, debemos denunciar y luchar contra los esfuerzos de esa elite corrupta que dicta lo que puede ser verdad o no, impone una narrativa informativa manipulada para las masas, impide la libertad de expresión y cancela a cualquiera de las personas cuyas opiniones difieren de las del gobierno o de las de ese establishment mediático y político.
En democracia se puede estar de acuerdo o disentir, pero la cancelación de las opiniones contrarias y de la cultura en general es el síntoma de una tiranía que se extiende y amenaza la supervivencia de cualquier democracia. Esto es lo que está pasando en Estados Unidos y también en otros países occidentales. España es un buen ejemplo de ello, con políticas socialcomunistas que están devastando la sociedad y aplastando la democracia.
Nadie como Trump ha hecho más para poner bajo el foco de atención esta amenaza al país y para proclamar que debemos unirnos y hacer que los líderes rindan cuentas de sus acciones. En este tema, como en otros, Trump es quien da voz a los estadounidenses y a otros ciudadanos del mundo. Hoy más que nunca, es imperativo obligar a nuestros líderes políticos a mantener su juramento, defender realmente la Constitución y tomar medidas efectivas para restaurar y proteger nuestras libertades, que están bajo un asedio sin igual. Si no hacen esto, no merecen el honor del cargo que ocupan y debemos sustituirlos por otros líderes que sí sean dignos del cargo; líderes que hoy por hoy defienden la agenda America First de Donald Trump.
En el circo en el que se ha convertido la vida política, vemos con pasmo a personajes como Biden diciendo aquello de que «nunca ha sido más optimista» para nuestro país de lo que es ahora. Hay que ser memo, tonto, sinvergüenza, caradura, senil, ignorante… o todo ello para decir semejante sandez. Estados Unidos tiene una historia de más de 240 años y ha vivido momentos de todo tipo. De modo que o Biden está haciendo un pésimo chiste, se ríe de los votantes en su cara o ya no se entera de nada (no lo descarten) y no sabe que actualmente tenemos un país donde la gente no puede pagar los alimentos o lo hace muchísimo más caros; la gasolina está por las nubes y una hipoteca normal está carísima y absorbe buena parte de los recursos de una familia o de cualquier ciudadano. Algo que se ha producido en el lapso de tiempo récord que va desde que el establishment lo metió en la Casa Blanca de forma fraudulenta hasta ahora.
En este despropósito total, la Administración Biden y el Partido Demócrata cuentan con la ayuda inestimable de unos medios de comunicación progres cada vez más radicales, censores y manipuladores. De manera que se han convertido en meros propagadores de propaganda sesgada, información incorrecta e incluso abiertamente falsa. Ignoran o silencian informaciones importantes porque no encajan en su narrativa de cancelación, pero repiten como idiotas cualquier broma absurda o noticia ridícula sin ningún interés, sólo para consumo de lectores o televidentes ignorantes que no quieren pensar, enterarse de la realidad o posicionarse ideológicamente.
Hoy por hoy, las prioridades de los medios son tan retorcidas y desincronizadas con los intereses del pueblo estadounidense que es triste ver en lo que se han convertido. Medios antaño prestigiosos como The New Yotk Times, The Washington Post, CNN, Newsweek, Time, CBS… son una caricatura y una vergüenza para el periodismo. Lo mismo sucede en otros países, como España, donde el sesgo ideológico y la manipulación descarada en medios como TVE, El País, Antena 3, Telecinco, La Sexta, RNE, cadena Ser, etc, dan ganas de vomitar, arrojarlos al inodoro y tirar de la cadena. Su desprestigio es total y van a peor.
Con Biden perdido en la Casa Blanca, la situación también empeora. No sólo los medios ocultan la verdad de lo que sucede en temas graves como el fraude electoral, la pandemia del coronavirus o la guerra de Ucrania, sino que tratan de controlar las opiniones de la gente con una Junta de Desinformación, un auténtico Ministerio de la Verdad del que el nazi Joseph Goebbels estaría orgulloso. Como ejemplo de su peligrosidad, baste una muestra: documentos de denunciantes han revelado que este Ministerio de la Verdad mintió al Congreso sobre sus capacidades y planes reales.
Que la Administración Biden quiera imponer a las agencias de inteligencia que trabajen con las grandes empresas tecnológicas para atacar, censurar, cancelar y prohibir a los ciudadanos estadounidenses es absolutamente inconstitucional, dictatorial y debe trasladarse al Tribunal Supremo. Es un atropello de los derechos de los ciudadanos de un nivel nunca visto en este país. Por eso muchos votantes y líderes republicanos, demócratas e independientes alzamos la voz y lo denunciamos sin miedo. Porque independientemente de nuestra ideología, raza, religión, nivel de ingresos o lo que nos gusta o nos deja de gustar en esta vida, lo más importante para todos nosotros son nuestras libertades civiles y la preservación de la democracia y la república constitucional.
No necesitamos teatros políticos como las audiencias públicas del comité del 6 de enero, que no son más que un juicio espectáculo para tratar de distraer la atención de los ciudadanos de los graves problemas que enfrenta nuestro país e intentar evitar que Trump gane de nuevo en 2024. La mayoría de los políticos demócratas actuales están fuera de contacto de la realidad y utilizan los medios y las universidades de forma descarada para adoctrinar en lugar de informar y educar. En realidad, no se trata de inclusión, como ellos sostienen, se trata de una conformidad forzada y una eliminación de la historia real y de las cosas que importan; es una cancelación cultural e ideológica en toda regla.
La razón es evidente. Esos políticos de izquierda radical, que se ocultan con máscaras buenistas y compasivas falsas, nos temen cuando los ciudadanos buscamos la verdad, hablamos libremente y cuestionamos sus decisiones con buenos argumentos. Esta pandilla de mediocres y manipuladores sin escrúpulos, se aprovechan de las crisis, emergencias y los tiempos de guerra para infringir nuestros derechos e imponer una tiranía que les permita controlar las vidas y opiniones de la gente. No es algo a despreciar o no tener en cuenta, porque una vez que nos quitan nuestros derechos y libertades, no es fácil recuperarlas fácilmente.
Donald Trump lidera la lucha contra estos monigotes y sinvergüenzas que se arrogan el poder para aplastar a quien les critica o les pone en evidencia. Sólo por eso, ya merece la pena apoyar a Trump. Y quien no lo hace, expresa tácitamente su posicionamiento en esta guerra contra la tiranía de la izquierda radical.
Trump hace frecuentes llamamientos a la unidad nacional como estadounidenses. Mientras Biden y los demócratas socialistas juegan la carta de la división, Trump apela a la necesidad de unirnos como país para evitar que se sigan socavando nuestra democracia y la Constitución. La cancelación de la cultura que practica la izquierda es inaceptable y peligrosísima. Nuestras libertades están siendo amenazadas no por algún país extranjero, sino por personas que prestaron juramento para apoyar y defender nuestra Constitución. De hecho, están actuando como enemigos internos del pueblo y de nuestro país porque buscan quitarnos nuestras libertades y silenciarnos. La realidad es que nuestra libertad está siendo atacada por aquellos que se preocupan más por el poder que por la Constitución, la Declaración de Derechos y el pueblo estadounidense. Los demócratas buscan dividir y conquistar, debilitarnos, censurarnos y desarmarnos, enfrentarnos unos contra otros, utilizando políticas de identidad, el racismo, el sexismo, etc, para fomentar el miedo, el desprecio y el odio.
Tal y como Trump ha manifestado en muchas ocasiones, nos encontramos frente a una crisis espiritual en este país. El sectarismo que desgarra la sociedad se debe a la erosión de un fundamento espiritual: la falta de reconocimiento de que somos una nación bajo Dios, que todos somos hijos de Dios, pensemos lo que pensemos, y que esa idea debe inspirarnos un profundo respeto y cuidado mutuo como personas y como sociedad. Las políticas de izquierda están destruyendo todo eso y construyendo muros de división basados en la ideología y en la tiranía. Necesitamos reflexionar sobre cómo podemos tratarnos mejor unos a otros, respetarnos y unirnos como estadounidenses en torno a nuestros principios compartidos arraigados en la Constitución y en valores comunes. Debemos rechazar a aquellos propagandistas de los medios y a aquellos políticos de izquierda radical que tratan de dividirnos.
La importancia de nuestra Constitución la vemos cada día, ya sea en el tema del aborto o de las armas. El hecho de que las autoridades demócratas no protejan a los bebés recién nacidos o a los niños en las escuelas ante tiroteos, entre otras situaciones, son pruebas de que necesitamos interpretar la Constitución de forma originalista, ya sea para proteger la vida de los no nacidos, fomentando la cultura de la vida frente al aborto, o defendiendo la libertad y el poder de los individuos para protegerse a sí mismos con armas. No sólo en las escuelas, sino también especialmente en los vecindarios donde la delincuencia es creciente y la policía tarda demasiado en responder a las llamadas de ayuda. Las recientes sentencias del Tribunal Supremo durante el mes de junio que amparan y protegen estos derechos han sido gracias a Trump y a sus jueces constitucionalistas.
Hoy más que nunca necesitamos recordar las palabras de Samuel Adams: “Las libertades de nuestro país, la libertad de nuestra constitución civil, vale la pena defenderlas contra todos los peligros: Y es nuestro deber defenderlas contra todos los ataques”.
Por eso, mientras luchamos para defender nuestras libertades, para comprar alimentos y combustible a un precio razonable, para tener fronteras seguras e independencia energética, debemos condenar a esa élite que se reúne para hacer planes sobre cómo se nos debería permitir vivir nuestras vidas. Su sueño de tiranía totalitaria de ese llamado «Gran Reinicio», donde las personas no poseen nada y son rastreadas y supervisadas en cada aspecto de sus vidas, sí es la mayor amenaza a la democracia. Trump es la única esperanza para salvar Estados Unidos de un negro futuro. La única esperanza para recuperar un país en libertad y próspero. La única esperanza para hacer América grande otra vez.