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Árboles Gigantes

Uno de los fenómenos más preocupantes actualmente es el ritmo acelerado con el que están muriendo los árboles más grandes y viejos de la mayoría de los bosques del planeta. Su muerte está siendo acelerada por la actividad humana y es algo dramático y enormemente perjudicial para el medio ambiente. Con su desaparición se extinguen los refugios y el alimento para multitud de animales, elementos clave en la polinización, la restauración de la vegetación, y el ciclo del agua, la climatología local y global, así como un gran sumidero de dióxido de carbono.
La triste noticia es que los seres vivos más grandes del planeta, los grandes y centenarios y milenarios árboles que permiten cobijarse y sustentar a infinidad de aves y a otros animales, y que son imprescindibles para los ecosistemas, están muriendo a un ritmo acelerado, tal y como ha puesto de relieve un informe realizado por tres de los ecologistas más prestigiosos del mundo y publicado en la revista ‘Science’. Los científicos David Lindenmayer, del Centro de Excelencia para la Decisión Medioambiental (CEED) australiano; Bill Laurance, de la Universidad James Cook de Australia; y Jerry Franklin, de la Universidad de Washington, en Estados Unidos, señalan en el mismo que se está produciendo un alarmante aumento de la tasa de muertes de árboles de entre 100 y 300 años en numerosos bosques, sabanas, áreas de cultivo e incluso dentro de las ciudades del mundo. David Lindenmayer ha dicho que “Es un problema global, que parece estar dándose en la mayoría de los tipos de bosques”.

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Entre los más amenazados figuran los gomeros gigantes, los serbales y los fresnos de montaña de Australia; las secuoyas de California y los baobabs de Tanzania; así como los árboles gigantes y viejos situados en el Parque Nacional de Yosemite, en California, las sabanas africanas, las selvas de Brasil, los bosques templados europeos y las masas forestales boreales.
Estos grandes árboles viejos representan un papel ecológico vital, dado que proporcionan cavidades para la anidación o el refugio de hasta el 30 por ciento de todas las aves y animales de algunos ecosistemas, almacenan enormes cantidades de carbono, reciclan los nutrientes del suelo, crean parcelas ricas que sustentan otras formas de vida, e influyen en el ciclo del agua y la climatología local. Además, suministran comida abundante para numerosos animales en forma de frutos, flores, follaje o néctar y, en los entornos agrícolas, son importantes centros de actividad que garantizan la restauración de la vegetación, ya que muchos animales se posan en ellos y luego dispersan semillas, esporas y polen.
El informe publicado determina, según Jerry Franklin, que el declive de estos gigantes parece causarlo la tala de bosques, las prácticas agrícolas, la explotación maderera, el ataque de los insectos o los cambios climáticos acelerados, y apunta la urgente necesidad de identificar las causas de su pérdida acelerada y desarrollar estrategias para mejorar la gestión de estas especies de árboles, dado que si disminuyen o desaparecen de muchos entornos se deteriorará el funcionamiento de su biota -conjunto de plantas, animales y otros organismos que ocupan una determinada área- y sus ecosistemas. Lo que representaría un daño irreparable.

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Forest with vibrant autumn colors in The Netherlands

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Para atajar este problema, un grupo de científicos ambientales ha propuesto clonar “superárboles” como las secuoyas gigantes de la Sierra Nevada de California o a las secuoyas rojas de la costa este de EE.UU., entre las que hay ejemplares de más de 2.000 años de antigüedad, y cuya desaparición por causa humana sería un crimen ambiental en toda regla. Los exploradores de bosques y científicos de laboratorio que integran el Archivo de Arboles Antiguos Arcángel (AATA), una organización sin fines de lucro, de Los Ángeles (California), han identificado alrededor de 200 especies ecológicamente indispensables, de las que están recogiendo material genético. Una labor encomiable y que merece el mayor reconocimiento.
Según David Milarch, cofundador del proyecto: “el rescate es necesario porque el 95 por ciento de los últimos grandes árboles, que durante milenios nos han permitido mantener un equilibrio en la naturaleza y los ecosistemas, han sido talados o destruidos debido a la contaminación y la deforestación”.
Desde la década de 1990, los integrantes de AATA realizan excursiones a los bosques estadounidenses y recopilan ADN vegetal, para lo cual recogen tocones, brotes, fragmentos de árboles en pie y rastros biológicos de los aparentemente desaparecidos. Después, los clonan en el laboratorio con métodos de clonación como la micropropagación, en la que se alimentan las partes microscópicas de las plantas mediante hormonas sintéticas para conseguir ejemplares genéticamente idénticos. Con este método han logrado clonar secuoyas milenarias y esperan hacer lo mismo con otras especies cuyo material genético tienen almacenados, como la secuoya ‘Stagg’.

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David Milarch declara que: “Los bosques ancestrales son los más efectivos para recuperar y limpiar el ambiente, ya que la principal función ambiental que prestan los árboles es absorber el dióxido de carbono (CO2), el principal responsable del calentamiento global”.
Asmismo, según mantiene AATA, las secuoyas y otros árboles gigantes parecen procesar el CO2 con mayor eficacia dado que crecen rápido, absorben mucha cantidad porque tienen un gran tamaño y lo almacenan por mucho más tiempo, ya que el carbono es liberado a la atmósfera cuando el árbol muere, lo que en estos casos garantiza que quedará “atrapado” durante siglos o milenios. Por ejemplo, las longevas y gigantescas secuoyas, figuran entre los organismos vivientes más altos del mundo. Uno de estos superárboles, la Sequoia ‘Hyperión’, localizada en el Parque Nacional Redwood, cerca de San Francisco (California, EE.UU.) alcanza los 115,55 metros de altura. Sin embargo, esta altura es muy difícil de superar, debido al sistema circulatorio de los árboles, de acuerdo a otra investigación realizada po los científicos Kaare Jensen, de la Universidad de Harvard, y Zwieniecki Maciej, de la Universidad de California-Davis. Según Jensen y Maciej, los azúcares producidos en las hojas, donde ocurre la fotosíntesis, se difunden por toda la planta, incluida la raíz, a través de una red especializada llamada floema. Los azúcares se aceleran cuando se mueven, por lo que cuánto más grandes son las hojas más rápido llegan al resto de la planta. Sin embargo, el floema actúa como un cuello de botella en los tallos, las ramas y el tronco, y llega un punto en que crecer más se convierte en un desperdicio de energía para las hojas.
Según estos investigadores californianos, los árboles altos alcanzan este límite de altura cuando sus hojas son aún pequeñas, porque los azúcares tienen que moverse mucho a través del tronco para llegar a las raíces, creando un cuello de botella más grande. Jensen y Maciej afirman que las hojas demasiado grandes o pequeñas dejan de ser viables en los árboles muy altos, los cuales son incapaces de construir una hoja viable, por encima de los 100 metros o poco más.
Todos los trabajos encaminados a preservar los árboles gigantes y más viejos del planeta son una tarea fundamental para conservar intactos los ecosistemas que aún tenemos y conservar la salud de nuestro planeta.

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Pine Trees In Utah Killed By Bark Beetles

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