La supervivencia del murciélago en Estados Unidos
En ocasiones nuestras ideas preconcebidas y basadas en la ignorancia y el desconocimiento, nos impiden ver los beneficios de algunas especies de animales. Es el caso de los murciélagos, temidos y odiados casi a partes iguales. Sin embargo, como todo en la naturaleza, tienen una función específica y beneficios tangibles en los ecosistemas.
Esto se ha puesto de relieve en Estados Unidos en los últimos seis años, debido a una nueva enfermedad infecciosa que ha matado a millones de murciélagos. Se denomina «síndrome de la nariz blanca», provocada por el hongo Geomyces Destructans, y ya afecta a siete variedades diferentes de este pequeño mamífero, capaz de provocar escalofríos a todos con sus colmillos. El hongo se extiende de manera vertiginosa por el noroeste de los Estados Unidos y se prevé que pueda provocar la extinción regional del murciélago marrón, tal y como ha señalado un estudio de la Universidad de California.
Su origen se remonta a la región de Albany en el año 2006 y afecta a los murciélagos mientras hibernan. Crece en los oídos, nariz y alas de los animales e interrumpe su proceso de letargo, que despiertan antes y pierden así sus reservas de grasa. La alerta ha saltado a los medios de comunicación desde que la revista Science se ha hecho eco del tema.
«Es una de las peores crisis de fauna y flora a la que nos hemos enfrentado», ha asegurado Winifred F. Frick, el autor del estudio que publica Science. De momento, los investigadores no han encontrado una solución a esta enfermedad, aunque los expertos y las comunidades conservacionistas trabajan en ello.
En contra de la opinión mayoritaria de la población, que como se demuestra tantas veces es equivocada aunque sea mayoría, los murciélagos aportan un gran valor al ecosistema porque basan su alimentación en los insectos, controlando éstos y manteniendo a las pestes de insectos bajo control, lo que además repercute en beneficios directos para el ser humano. En concreto, el murciélago marrón, la especie que más peligra y que era hasta hace poco una de las más comunes en Norteamérica, es capaz de devorar en una noche su propio peso en insectos.
Entre el comportamiento anormal que provoca este «síndrome de la nariz blanca» se está viendo cómo los murciélagos están saliendo a volar en pleno día y en invierno, a pesar de que normalmente no vuelan durante el día, y tampoco lo hacen en invierno. Por eso cada murciélago que se ve ahí afuera volando ahora es un murciélago muerto.
Sin duda es una de las peores calamidades que ha golpeado a la población de murciélagos de Estados Unidos, un 90 % de ellos que hibernaban en cuatro cuevas y minas de Nueva York han muerto desde el último invierno. Los biólogos temen que pueda estar ocurriendo en otras 15 cuevas y minas de Nueva York, además de en lugares de Massachusetts y Vermont. La enfermedad los deja inusualmente delgados y en algunos casos con puntos de hongos blancos.
Para hacernos una idea del problema veamos algunos datos: una de las cuevas tenía más de 15 mil murciélagos en 2005, 6700 en 2007, y unos 1500 este invierno. Otra pasó de 1300 en 2006 a 38 este invierno. La catástrofe es que las muertes no se detienen, sino que son cada vez más y se teme una extinción masiva de las diferentes especies de murciélagos, lo que provocaría numerosos problemas a los ecosistemas, ya que son quienes mantienen a raya a los insectos y además polinizan más de 300 plantas. Por ejemplo, su declive está empezando a afectar seriamente a cultivos como el aguacate o el mango. Para que luego digan que no sirven para nada estos pequeños granujas…
Desde que se detectó la enfermedad en el estado de Nueva York en 2006, causada por el hongo Geomyces Destructans, ha acabado con 6,7 millones de murciélagos en 19 estados de Estados Unidos y cinco provincias canadienses, matando al 90% de las poblaciones en algunas cuevas y llevando a siete especies al borde de la extinción, y ha acarreado pérdidas para la agricultura de al menos 3.700 millones de dólares anuales.
El hongo que causa el mal va creciendo en la nariz del murciélago como una especie de nube blanca y provoca la misma sensación de quien sufre una alergia cutánea por todo el cuerpo y el escozor no le deja dormir. Así, el síndrome de la nariz blanca no causa la muerte directamente, pero el picor impide la hibernación y los murciélagos afectados acaban muriendo de hambre al no encontrar comida en invierno y no cesar de perder peso. La paradoja es que el hongo es fácilmente eliminable con productos de limpieza como los usados en las casas; el problema es que no se pueden aplicar esos limpiadores en las cuevas porque se destruiría el ecosistema.
La mayoría de los murciélagos habita en pequeñas cuevas en el sudeste de Estados Unidos y el centro de Canadá, lo que los hace especialmente vulnerables a peligros como enfermedades o a la presencia humana.
Los murciélagos son enormemente valiosos como pesticidas naturales para eliminar los insectos y su pérdida está generando gran preocupación entre granjeros y biólogos. Por eso ante la llegada de las temperaturas invernales la organización Nature Conservancy ha construido una cueva artificial para murciélagos a 110 kilómetros de Nashville, la capital de Tennessee, con la que se pretende salvar a estos mamíferos voladores.
Precisamente en Tennessee, que había permanecido inmune a pesar de contar con cerca de 10.000 cuevas, las alarmas saltaron el pasado marzo cuando se registraron los primeros casos, pero los conservacionistas están decididos a plantar batalla. Por eso en un tiempo récord, de agosto a finales de octubre, la organización Nature Conservancy ha reunido 300.000 dólares para diseñar y construir una cueva artificial, limpia del hongo y desinfectable cada verano cuando los murciélagos la abandonen, que sirva tanto de refugio seguro como de laboratorio que proporcione las claves para frenar la epidemia.
Esta «cámara de supervivencia» tiene 24 metros de largo por 3,3 de alto; imita las condiciones de temperatura y humedad de una cueva natural, y dispone de un acceso por el que los conservacionistas cruzan los dedos para que, en cualquier momento, entren los murciélagos, animados por unas grabaciones de llamada que ya han empezado a sonar.
La cueva tiene capacidad para alojar a más de 200.000, pero este invierno, con la obra recién terminada, se dan por satisfechos si entran 10.000.
Marcia McNutt, directora del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el organismo que abandera la investigación contra el síndrome, ha afirmado que la clave es saber por qué este hongo, que probablemente siempre haya estado presente en las cuevas, ha crecido tan rápidamente en los últimos años, y si la expansión tiene que ver con alteraciones en la temperatura o en el hábitat de las mismas a causa de la contaminación. Otra incógnita para los científicos es por qué el mismo hongo no afecta a los murciélagos europeos y, sin embargo, causa mortandades masivas en Norteamérica. Sobre la evolución de las investigaciones, McNutt sostiene que los científicos «tienen que ganar la batalla al hongo», porque «en la victoria está en juego la supervivencia de varias especies de vital importancia económica».
Este es el momento de hacer a un lado viejos prejuicios y fobias para salvar a los murciélagos.
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