Guerra cultural
Hablemos claro para no perder el tiempo. Hay una guerra ahí fuera, y no es la que piensa. Hay otra guerra que tiene lugar en Occidente ante todos nosotros. Es una guerra cultural que afecta al cine, el teatro, la danza, la pintura, la escultura y, por supuesto, los libros. El objetivo de ciertos grupos, colectivos e individuos es marginar, hundir o desprestigiar toda muestra cultural que no se adapte a un pensamiento único, políticamente correcto y de izquierdas.
Esta guerra contra todo producto cultural y sus autores que se posicionen en el espectro ideológico conservador es tildado rápidamente de todo lo malo que se le pueda imaginar, criticado, relegado y marginado a favor de aquello que sale de las mentes progresistas.
En lo que respecta a los libros, la guerra contra autores conservadores es brutal y no toman prisioneros. Se los ataca en los medios de comunicación y en las redes sociales de forma despiadada o se les margina y se les quita la voz para que no lleguen al público.
La última tendencia de esta guerra cultural que lleva años produciéndose y en la que participan profesionales reconocidos del mundo de la prensa, la televisión y las redes sociales, es tratar de hundir la valoración de libros y películas de tendencia conservadora. Esto lo hacen con votaciones y comentarios masivos en las redes y con la exclusión de cualquier promoción en los grandes medios. De tal forma que usted leerá o escuchará maravillas de X novela o película que encaja en la mentalidad progresista, pero todo negativo de otra novela o film que se salga del rebaño que pastorean quienes dictan lo que quieren que se lea y se vea.
En suma, una guerra cultural en la que los progresistas actúan con ventajas evidentes, la única manera, por otra parte, que tienen de ganar, ya que sus productos culturales son, en general, malísimos.
La guerra contra libros y autores conservadores hace que los comentarios y votaciones, hechos negativos de forma intencionada en redes sociales y medios, los hundan en las listas de ventas e incluso ni siquiera aparezcan. La guerra por hacerlos desaparecer ha llegado a un límite en el que incluso se censura que tal libro o autor aparezca en las listas o en programas y espacios de divulgación y promoción cultural para dar cabida a esos otros que escriben chorradas de izquierdas para aleccionar a la sociedad. Lo que se dice una verdadera vergüenza.
Si lo de las redes sociales es de escándalo, con blogueras que se dedican a criticar todo lo que parezca conservador y ensalzar el progresismo y el feminismo más rancio y radical, lo de los medios de comunicación clama el cielo, promocionado a sus amiguetes de tendencia socialista y marginando a los demás o difundiendo opiniones negativas.
Fíjense en las promociones en los medios y las redes sociales, y luego vuelvan y me cuentan. ¿No es evidente el desequilibrio y esta guerra cultural? Una guerra que tiene damnificados: la gente, que se queda sin conocer buenas obras literarias y cinematográficas por mala valoración o falta de promoción.
Cambiar el signo de esta guerra cultural depende de la gente comprometida y de su activismo para arrojar luz sobre una cultura que todavía existe: con valores, tradicional, respetuosa, de calidad, conservadora, integradora, libre y que amplía los límites de nuestros conocimiento con el saber acumulado de cientos de años.