Enfoques Históricos de Estrategia Militar – II
En la década de los 80, el presidente Ronald Reagan impulsó acertadamente la denominada SDI (Iniciativa de Defensa Estratégica), conocida popularmente como guerra de las galaxias, un programa de tecnología vanguardista antimisiles, que requería la inversión de miles de millones de dólares y tecnología punta.
Este programa y el empeño del presidente Reagan en sacarlo adelante, pusieron de manifiesto las carencias del sistema soviético y precipitó la caída del comunismo. La SDI fue, pues, una de las piezas claves que hicieron posible el fin de la Guerra Fría, al cambiar a una estrategia de superioridad tecnológica absoluta que la Unión Soviética fue incapaz de adoptar o seguir debido a la quiebra de su sistema.
Ya en la década del 2000, el presidente George W. Bush reanudó esta misma estrategia con el impulso del escudo antimisiles (NMD), una pieza necesaria en el sistema de defensa para hacer frente a los riesgos de proliferación nuclear y los posibles ataques terroristas, rogue states (Estados fallidos o fuera de la ley), que deciden enfrentarse o atacar a las democracias occidentales, o prevenir simplemente accidentes.
El despliegue del programa NMD en esa época contó con nueve misiles interceptadores en Fort Greely (Alaska) y dos en la Base Vanderberg de la Fuerza Aérea (California), lo que marca un hito en la estrategia militar americana.
Los planes para establecer bases en Europa con misiles interceptadores y radares avanzados, han sido frenados por la nueva doctrina impulsada por la Administración Obama, lo que abre una ventana de riesgos potenciales frente a las amenazas de los misiles balísticos de Irán, Corea del Norte y los que pretende conseguir Al Qaeda.
En necesario apuntar que el resurgimiento del poder militar estadounidense se produjo en la década de los 80, bajo mandato presidencial de Ronald Reagan, que dejó atrás el trauma de Vietnam y la crisis posterior; este resurgimiento fue no sólo teórico y tecnológico, sino también especialmente organizativo, con la denominada Revolución en los Asuntos Militares (RMA), basada en la información instantánea acerca de lo que acontece en el escenario del conflicto y la posibilidad de intervenir con rapidez, flexibilidad y precisión en lugares estratégicos o donde los intereses americanos se vean amenazados.
Bajo esta nueva estrategia, que impulsaron unas Fuerzas Armadas más ágiles y especializadas, se crearon también una nueva generación de armas convencionales más eficaces, como los bombarderos (invisibles) F-117 o B-2, los misiles Tomahawk, las bombas y misiles de precisión guiados por láser, o los nuevos modelos de helicópteros Apache, aviones de combate F-18 y carros de combate Bradley. En suma, un arsenal de alta tecnología en manos de soldados cada vez más cualificados.
Asimismo, los aspectos operacionales registraron un cambio importante, persiguiéndose de forma prioritaria la selección y destrucción de objetivos militares mediante el uso de fuerzas reducidas, armamento muy avanzado, la destrucción de los sistemas de mando, control y logística; todo ello con el menor número de bajas posibles.
De ahí que se acuñe el término de intervenciones quirúrgicas o de precisión. Se busca la destrucción de objetivos muy específicos con los menores daños colaterales posibles.
Las nuevas tecnologías aplicadas a las Fuerzas Armadas norteamericanas, las han convertido en las más poderosas y eficaces del mundo, lo que unido a un personal altamente cualificado, motivado, y con un elevado nivel de patriotismo, llevan a Estados Unidos a una posición de liderazgo militar indiscutible y hegemonía total. El resultado es la capacidad de intervenir rápida y eficazmente en cualquier parte del mundo. Su movilidad y flexibilidad se han convertido en otro recurso imprescindible en esta nueva estrategia militar que sabe adaptarse a cada desafío.
En cuanto a la organización, tendríamos que destacar la profesionalización del ejército y la creación, en 1973, del TRADOC, Mando de Adiestramiento y Doctrina, bajo la dirección del general William E. DePuy, que se convirtió en el impulso intelectual y teórico de las Fuerzas Armadas, y cuyo trabajo contempló el estudio de los errores del pasado y el desarrollo de un nuevo modelo de defensa. El trabajo intelectual y de reflexión de hombres como Donn Starry, Don Morelli, Richmond Henriques, Huba Wass de Czege, L.D. Holder, James Merryman, Jack Woodmansee, Carl Vuono y Joe Braddock, entre otros, cambió la doctrina militar de los Estados Unidos impulsada desde el TRADOC; una doctrina que ha estado vigente hasta ahora con algunas modificaciones estratégicas para adaptarla a los nuevos riesgos y amenazas.
La aprobación de la ley Goldwater-Nichols, en 1986, completa esta reforma con la creación de la figura del jefe de Estado Mayor Conjunto. Las intervenciones militares que se produjeron en las décadas de los 80 y los 90, dieron la medida exacta del éxito de la nueva doctrina militar y las armas de tecnología avanzada creadas para complementar la estrategia actualizada.
Así llegamos al año 1990, en que se produce la invasión de Kuwait por parte de tropas de Iraq; meses más tarde, ya en 1991, se desencadena la Guerra del Golfo, en la que Estados Unidos puso a prueba esa nueva estrategia militar y las armas de tecnología punta que había desarrollado hasta ese momento. El conflicto tuvo lugar en un entorno mediático favorable para los norteamericanos, dado que la invasión flagrante de Kuwait justificó ante la opinión pública una guerra de liberación; la alianza con más de una treintena de países era amplia y el teatro de operaciones era idóneo para un conflicto bélico: un desierto sin apenas población civil, una movilización masiva y rápida de tropas en el escenario del conflicto, recursos ilimitados a disposición del general Schwarzkopf, y el comportamiento irresponsable y agresivo de Sadam Hussein, que metió de lleno a Iraq en la clasificación de rogue states.
El objetivo de la Guerra del Golfo fue desalojar a las tropas iraquíes de Kuwait, lo cual se consiguió sobradamente. Tendríamos que esperar doce años para que los Estados Unidos, en el marco de una nueva estrategia militar, decidieran acabar con el régimen de Sadam Hussein en la guerra de Iraq.
Pero vayamos por partes. La Guerra del Golfo se llevó a cabo en tres etapas bien definidas: 1ª la destrucción de los sistemas de defensa aérea y comunicaciones estratégicas mediante la aviación; 2ª la destrucción de la capacidad industrial, el aislamiento del gran número de tropas terrestres destacadas en Kuwait y la erosión de los sistemas de mando y control; y 3ª el desgaste y ataques a la Guardia Republicana.
En el ataque terrestre se empleó una estrategia engañosa, que forzó la concentración de tropas iraquíes, y al cuarto día fueron expulsadas de Kuwait.
Durante las tres etapas, se produjeron operaciones especiales de vital importancia para el desarrollo del conjunto de los combates. La victoria fue aplastante y demoledora.
Una vez más el liderazgo tecnológico y la especialización de los efectivos militares, concedió a Estados Unidos la hegemonía mundial en el aspecto militar. Se abría así un nuevo orden mundial.
Sin embargo, en el escenario internacional se iba a producir otro conflicto, si cabe, mucho más sangriento. La desintegración de Yugoslavia en la década de los 90, provocó una guerra étnica que desangró los Balcanes. Sólo la intervención de los Estados Unidos en Bosnia, con bombardeos selectivos, pondría fin al conflicto. Una historia repetida en Kosovo en 1999, donde de nuevo la estrategia militar americana fue crucial para acabar con la guerra. En ambas contiendas (Bosnia y Kosovo), los problemas que presentaba la invasión terrestre hicieron que las decisiones militares norteamericanas se inclinaran por los bombardeos estratégicos.
Estos conflictos asimétricos, con enemigos en teoría más débiles, pusieron de manifiesto algunas carencias o puntos débiles de esta doctrina militar. El adversario evitaba el enfrentamiento directo, en el que saldría mal parado, y no presenta objetivos definidos, recurriendo a acciones puntuales, incluso de carácter terrorista, a la propaganda y la movilización popular, para hacer frente al enemigo superior. Esto puso de relieve que la tecnología es útil y decisiva, pero no es suficiente cuando se trata de conflictos asimétricos o irregulares. Es preciso recurrir al combate terrestre para culminar una victoria definitiva, algo que hizo modificar la estrategia militar estadounidense, que se ha puesto definitivamente en práctica en las guerras de Afganistán e Iraq.
Un claro ejemplo de la evolución de los conflictos bélicos, en los que el adversario recurre a modelos no convencionales, como en Corea y Vietnam, se produjo en 1993 en la guerra de Somalia, que tuvo como escenario la ciudad de Mogadiscio, entre cuya población civil se mezclaban guerrilleros y terroristas. No olvidemos que Somalia ya era por entonces una base incipiente de Al Qaeda, actualmente consolidada, que terminaría por influir en la adopción de la nueva estrategia militar.
Hoy sigue siendo campo de batalla para los integristas islámicos, próximos a Al Qaeda, reunidos en torno a las milicias de Al Shabaab, lo que ha perpetuado la contienda bélica todos estos años.
Finalmente, de la mano de la nueva estrategia antiterrorista global, la doctrina de ataque preventivo de Bush, se produjo la intervención militar de Etiopía y Estados Unidos a finales de 2006 y en 2007, cuyos bombardeos y operaciones especiales en Somalia han perseguido acabar con destacados líderes de Al Qaeda en el cuerno de África, tales como Fazul Abdullah Mohammed y Abu Talha al-Sudani, entre otros, responsables de los ataques terroristas contra las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania en 1998, en los que murieron más de 250 personas.
Como culminación de esta evolución en los conflictos asimétricos, y tras los ataques del 11/S, se desata la guerra en Afganistán para desalojar a los Talibanes del poder y desmantelar las bases de Al Qaeda, que practicaban un terrorismo integrista de carácter ultra islámico (aún prosiguen), tanto contra su propio pueblo como entrenando, protegiendo, armando y financiando terroristas de todas partes.
Ahora bien, antes de que se produjera el 11/S los teóricos militares se encontraban estudiando cómo aplicar a los conflictos asimétricos los procedimientos y estrategias de la RMA, en especial a la localización de objetivos y destrucción de los mismos.
Al Qaeda y el régimen de los Talibán pusieron en bandeja de plata el teatro de operaciones en Afganistán para poner en marcha esta doctrina, desarrollada plenamente en los Quadrennial Defense Review de 2002 y 2006, y que se ha completado con la de 2010, presentada en febrero de este año.