Bush tenía razón
Recientemente el Tribunal Supremo de los EE.UU ha dado la razón a la Administración Bush en cuestiones muy importantes que afectan a la Guerra contra el Terrorismo (GWOT), en una de las más recientes sentencias sobre la situación de los combatientes ilegales prisioneros en Guantánamo.
El Tribunal Supremo ha reconocido que la Guerra contra el Terrorismo es legal y, por consiguiente, los presos pueden considerarse presos de guerra. Esto es esencial ya que reconoce a los EE.UU el derecho a retenerlos como prisioneros hasta el fin de la guerra, así como a someterlos a juicios militares por crímenes de guerra, que es la base de la argumentación jurídica que ha defendido la Administración Bush durante estos años. La misma que han usado todos los Presidentes norteamericanos en tiempos de guerra.
Así, las sentencias del Tribunal Supremo Rasul v. Bush, de 2004, Hamdan v. Rumsfeld, de 2006, y Boumediene v. Bush, de 2008, sólo han venido a efectuar puntualizaciones o matizaciones legales a ese argumento fundamental.
Lo que ha dictado el Tribunal Supremo, de lo que no se ha enterado ni un sector de la prensa ni algunos gobiernos anti Bush y antiamericanos, y buena parte de la opinión pública mundial, cada vez más desinformada y manipulada, pese a la saturación de información, es simplemente una modificación al planteamiento jurídico de la Administración Bush respecto a los prisioneros de Guantánamo.
¿Cuál es el nudo de discusión en este debate? Los terroristas islamistas no visten uniforme, no defienden ningún estado de derecho o Constitución, y actúan muchas veces entre la población civil, usándola como escudo o víctima. Esto permite que, al ser hechos prisioneros, puedan negar su condición de combatientes. Esto es lo que está en discusión: ¿tiene EE.UU pruebas de que esos prisioneros son combatientes enemigos?
Lo que dice el Tribunal Supremo en las sentencias antes citadas es que deben ser los tribunales civiles quienes determinen primero si el prisionero puede ser retenido como tal hasta el fin de la guerra, si es que así lo es, y previamente a que sea juzgado por un tribunal militar como criminal de guerra. De esta forma, el tribunal civil lo que hará es escuchar la petición de habeas corpus y determinará si es un terrorista o no; si lo fuera, seguirá en manos militares. Igualmente el juicio al que pueda ser sometido por los delitos cometidos, será de carácter militar.
Algunos medios y sectores, que tan a menudo tergiversan absolutamente todo, engañando y manipulando a la gente, y los gobiernos poco amigos del presidente Bush, tan dados al disparate, la exageración y la ignorancia, han hecho una lectura equivocada o malintencionada, haciendo creer que los prisioneros de Guantánamo deberán ser juzgados arreglo a las leyes penales ordinarias. Falso. Equivocado. Manipulado.
Hay algo muy claro: los terroristas islamistas, considerados combatientes ilegales, no van a ser tratados como delincuentes sino como lo que son: terroristas. Y el control sobre esos terroristas prisioneros seguirá estando en manos de los militares de EE.UU, ya sea en base a las leyes vigentes o las que se promulguen en el futuro.
Esto va a ser así, por cierto, en lo que queda de Presidencia de Bush y tanto si gana McCain como si gana Obama en noviembre, tanto si Guantánamo y el resto de centros de detención siguen operando como si esos prisioneros son canalizados a otros establecimientos de retención.
El Tribunal Supremo ha dado la razón al argumento central de Bush en la Guerra contra el Terrorismo. Pero no lo reconocerán quienes le tienen un odio casi patológico y enfermizo, quienes se niegan a ver los argumentos tal cual son. Más no dejará de ser la verdad.
Bush tenía razón. Ahí les duele.
Y, mientras tanto, Canadá ha aceptado 550 toneladas de uranio refinado procedente del programa nuclear de Sadam Hussein. Si a eso unimos que todos los especialistas norteamericanos e internacionales han reconocido que el antiguo régimen iraquí tenía la capacidad para reanudar sus programas de armas biológicas y químicas, amén de las nucleares, nos encontramos con la amenaza real que representaba Sadam Hussein y sus programas de armas de destrucción masiva, que denunció Bush como uno de los argumentos para intervenir en Iraq.
Esto tampoco lo reconocerán sus adversarios y críticos. Les estropearía su imagen de Bush y deberían admitir que sus críticas han sido injustas.
Pero Bush también tenía razón en esto.