Trump, un presidente constitucionalista
La Historia nos brinda lecciones que no debemos olvidar y conviene aprender bien. Ahora que vivimos una época excepcional, con Donald Trump en la presidencia, es clarificador comprender hasta qué punto es bueno para Estados Unidos tenerlo en la Casa Blanca.
Olvídense de los ataques intencionados de la prensa, sus mentiras y los falsos escándalos que se montan alrededor del presidente. Vayamos al meollo del asunto que convierte a Trump en una oportunidad histórica para mejorar Estados Unidos. Los críticos saltarán inmediatamente como si les hubieran pinchado el trasero con brasas ardientes: ¿Cómo? ¿Qué? ¿Por qué? ¿Cuándo? No saben ni por dónde les da el aire.
Trump ha propiciado que en cuestión de un año o dos Estados Unidos deje atrás la era de los experimentos en la que nos metieron los Clinton y los Obama, pero también otros, y que el país vuelva a sus raíces constitucionales, sus valores tradicionales y sus principios conservadores, que es la triada que permitió fundar Estados Unidos y su máximo esplendor.
Trump es el presidente más constitucional de las últimas décadas y su influencia hace posible que toda la Administración, el Congreso (en cuanto se celebren las elecciones midterm de 2018), funcionarios del gobierno, y profesionales del sistema judicial y educativo se comporten y actúen de acuerdo a principios constitucionalistas más firmes.
La acción de gobierno de Trump es la más sólida y coherente con los principios conservadores que se recuerda en todo el siglo XX y lo que llevamos de XXI, con la única excepción de Ronald Reagan, que también recuperó una presidencia fuertemente constitucional. Trump acierta al articular un gobierno conservador sin medias tintas. Los éxitos acumulados en sólo el primer año nos dan la razón al impulsar medidas claramente conservadoras. Cuando los presidentes se muestran dubitativos y sin firmeza en sus ideas, ha traído serios problemas al país. Lo hicieron el republicano moderado Herbert Hoover, que provocó el crack de Wall Stret en 1929 y la posterior Gran Depresión; el demócrata Jimmy Carter debilitó la política exterior con su política ingenua, y Barack Obama liquidó la fortaleza y el liderazgo de Estados Unidos con una política de experimentos sociales y de intervención ignorante en muchos asuntos internacionales.
Trump no sólo ha de vuelto la presidencia a un camino más constitucional, sino que también está alumbrando la posibilidad real de que el Congreso sea el más conservador y constitucionalista desde la década de los 20. También está promoviendo un cambio conservador y fielmente constitucional en los tribunales.
La Historia nos ha enseñado que desde que los demócratas empezaron a colocar a sus candidatos en el Tribunal Supremo y el giro progresista se hizo notar a partir de 1934, buena parte de las decisiones dejaron de ser interpretadas de forma consistente con el significado original de la Constitución. Los demócratas iniciaron sus experimentos sociales con catastróficos resultados la mayoría de las veces. El resultado es nítido: la deriva de una parte de la sociedad que se destruye y se diluye.
Trump está dando solidez a la sociedad al articular una mayoría judicial fuertemente constitucional, de la misma clase que ha logrado grandes avances y progreso real para Estados Unidos a lo largo de su historia. Desde los años 30, y durante las siguientes ocho décadas, el país ha tenido gobiernos liberales o moderados, pero no verdaderamente conservadores, salvo Reagan, que se vio limitado por una Cámara de Representantes dominada por los demócratas.
En la actualidad vemos cómo la nueva hornada de demócratas trata de frenar a Trump en su desarrollo de una presidencia plenamente constitucionalista, que implica liquidar muchas de las tonterías que ellos han propiciado durante décadas. La buena noticia es que Trump es un presidente que se debe a la gente que lo ha votado, millones de estadounidenses que quieren que el país vuelva a sus raíces constitucionales, que es la base de su auténtica grandeza. Y Trump, que no es un político al uso que puedan comprar, chantajear o manipular los medios ni los lobbies, puede conseguirlo. De hecho, lo está logrando en tiempo récord.
La revolución conservadora de Trump tiene asegurada larga vida con los nombramientos judiciales que se están llevando a cabo, los cuales garantizarán en próximos años decisiones con más sentido común, más conservadoras, más inteligentes y más coherentes con el sentido original de la Constitución.
Un mundo de oportunidades y prosperidad se abre con la presidencia de Trump, la presidencia más constitucional en décadas. Una excelente noticia para Estados Unidos, que además hace posible el retroceso sin precedentes de la izquierda en las tres ramas el poder: ejecutivo, legislativo y judicial. Una izquierda que sólo encuentra acomodo en la obstrucción de la agenda de Trump y en la guerra mediática en la que participa sin importar el daño causado al país.
Un ejército de burócratas y funcionarios intenta sabotear esta presidencia, que Trump está ejerciendo de forma brillante y constitucional, con éxitos importantes que serán la base de su reelección: empleo, desregulación, crecimiento económico, cooperación comercial más justa, nombramientos judiciales constitucionales y conservadores, reducción fiscal y apoyo a candidatos conservadores en elecciones.
Con una aprobación muy alta de la agenda conservadora de Trump, el país estará encarrilado y preparado para un segundo mandato presidencial y tendrá un mejor gobierno constitucional, un legislativo que ayude a prosperar al pueblo estadounidense y no se enfangue en batallas políticas y unos tribunales que actúen bajo principios originales de la Constitución. Esto implicaría básicamente el restablecimiento de los principios constitucionales sobre la separación de poderes entre las ramas gubernamentales, el poder federal limitado sobre los estados y el pueblo, la restauración de las libertades que han sido socavadas con la tontería de lo políticamente correcto, como la libertad de expresión, la libertad religiosa, el derecho a llevar armas, así como una aplicación adecuada de los derechos procesales penales, y los límites apropiados a los estatutos del Congreso sobre el comercio, el medio ambiente y otras áreas de la política.
Si los medios en los que se informa la gente no explican esto, es que participan de esa guerra contra Trump y buscan seguir erosionando, interpretando y cambiando la Constitución para imponer una agenda distinta a la que desea la mayoría del pueblo estadounidense. Por suerte y por millones de votos, contamos con Trump en esta presidencia histórica.