Los hispanos de Estados Unidos representan, por influencia y presencia en la sociedad norteamericana, uno de los mayores desafíos que afronta el país.
La primera minoría étnica más amplia, tras los afroamericanos, crece a un ritmo vertiginoso, producto de los elevados índices de natalidad y la inmigración. Esto convierte a los hispanos en el grupo social con más proyección en la sociedad, pero también plantea enormes retos en el aspecto educativo, sanitario, de seguridad, integración cultural, y de inmigración.
Desafíos todos ellos que requieren propuestas y soluciones adaptadas, sin falsos paternalismos políticos o gubernamentales, pero con justicia, oportunidades reales, y equidad.
Muy a menudo se identifica a los hispanos como proclives a los Demócratas porque se piensa que éstos son los que los defienden más a menudo. Indudablemente algunos lo hacen, pero ese mensaje que los mass media controlados por los progresistas se empeñan en divulgar de que el Partido Demócrata es el gran valedor de los intereses hispanos, es erróneo y no se adapta exactamente a la realidad, como tantos otros que insisten en difundir.
El Partido Republicano y el movimiento conservador son en verdad quienes plantean políticas enfocadas al progreso real de los hispanos, dentro de un marco de independencia individual y ciudadana, estabilidad, seguridad e integración con la nación que los ha acogido.
Cuando los conservadores defienden una política migratoria de fronteras seguras y regularización ordenada de los indocumentados, están defendiendo condiciones más seguras para el país y menos abusos a los ilegales.

Cuando defienden políticas educativas que integren a los hispanos, están defendiendo que éstos progresen en el sistema establecido, bajo las mismas condiciones que los demás ciudadanos, con acceso a las mismas oportunidades.
Cuando defienden una política sanitaria en la que los ciudadanos puedan elegir su médico y su seguro, están defendiendo que los hispanos reciban servicios médicos de calidad, como el resto de ciudadanos, y no una atención pública insuficiente, poco avanzada, masiva, con interminables listas de espera, y poco digna.
Cuando defienden una política de seguridad fuerte en las fronteras y las ciudades, están defendiendo la seguridad de los ciudadanos, también la de los hispanos que trabajan duro en las comunidades en las que viven, sin necesidad de verse violentados por olas de indocumentados, grupos organizados violentos, o condiciones de trabajo que rozan o entran claramente en la explotación, producto de una inmigración desordenada, que provoca inseguridad y crimen.
Cuando defienden el derecho a la oración, están defendiendo algo tan hispano y americano como es la fe religiosa y la libertad de practicar su credo.

El ideario conservador, poco conocido o comprendido en algunos sectores hispanos, porque no interesa a los grandes medios detrás del Partido Demócrata y otros grupos sociales, contempla a los latinos más que como simples votantes en las elecciones o para justificar determinadas políticas y gastos, los ve como ciudadanos libres, inteligentes, y responsables, a los que hay que prestar las condiciones adecuadas para su prosperidad en este país. Condiciones que no pasan por la tutela del Estado o las subvenciones sociales masivas, que proponen los Demócratas habitualmente, sino por más educación, oportunidades, empleo, seguridad, libertad, derechos, y sanidad de calidad. Por tratarlos como ciudadanos de primer nivel, ciudadanos norteamericanos, con respeto por sus raíces culturales.
Porque el conservadurismo defiende la integración y el enriquecimiento cultural de los hispanos en la sociedad norteamericana de una forma armoniosa, sin imposiciones, pero con respeto por la cultura americana tradicional en la que deben integrarse. La Historia nos demuestra que ese enriquecimiento siempre ha fortalecido al país y su bagaje cultural.

El gran desafío conservador es proporcionar a los hispanos una revolución que los convierta en protagonistas fundamentales del progreso de esta nación. Al igual que hizo antes con el resto de la sociedad. Los hispanos deben sentir el calor y la proximidad de un ideario que esencialmente les considera seres humanos dignos de compartir la excepcionalidad norteamericana y formar parte de esta nación de hombres y mujeres libres. Porque la gran lección de Estados Unidos es que no hay hispanos, blancos, afroamericanos, o asiáticos, hay ciudadanos norteamericanos libres e independientes.