Obama reelegido presidente de los EE.UU
Tras unas elecciones emocionantes, en las que ambos candidatos lo han dado todo, Barack Obama ha sido reelegido presidente de los EE.UU. Tal y como pedía el demócrata, la mitad del pueblo norteamericano le ha concedido esos cuatro años más que pedía para completar su agenda política. Pura generosidad de los ciudadanos visto lo visto. O el viejo idealismo estadounidense, que sigue rindiendo buenos frutos y más en manos de un hábil orador como Obama que sabe cómo apelar al corazón de los norteamericanos. Un sentimentalismo idealista que se hizo más patente si cabe en su celebrado e inspirado discurso de la victoria, con esos recursos tan americanos a “lo mejor para EE.UU está aún por llegar”, «A pesar de todas nuestras diferencias, la mayoría de nosotros compartimos esperanzas para el futuro de Estados Unidos» y «nos caemos o nos levantamos juntos».
Frente a 10.000 de sus más fieles seguidores en el centro de convenciones McCormic de Chicago, sobre todo voluntarios de la campaña demócrata, que contrastaban con los 240.000 de hace cuatro años en Grant Park, Obama ha agradecido al país que volviera a confiar en él: «Me habéis levantado por todo el camino, siempre os estaré agradecido por lo que habéis hecho y por vuestro trabajo increíble (…) La tarea de mejorar nuestra unión sigue adelante (…) Os he escuchado, he aprendido de vosotros y me habéis convertido en un presidente mejor», y ha prometido volver a la Casa Blanca «más determinado e inspirado que nunca». Veremos, porque lo va a necesitar a la vista de los desafíos que se presentan.
Entre los temas pendientes que él mismo ya ha reconocido están la culminación del trabajo en Irak y Afganistán, la reforma del sistema migratorio, la reducción del déficit y la reforma del código tributario.
Sus palabras sobre sentarse con Mitt Romney y los republicanos para dialogar sobre cómo trabajar juntos para «mover al país hacia adelante», no deberían caer en saco roto porque el país precisa de políticas bipartidistas y grandes acuerdos nacionales de forma urgente. Romney lo hubiera logrado con seguridad pero con Obama esto queda en el aire y habrá que esperar sus movimientos en este segundo mandato. Cuando menos son alentadoras sus palabras: «Nunca he estado más esperanzado sobre nuestro futuro, sobre Estados Unidos. Os pido que mantengáis esa esperanza».
La contienda electoral ha sido apasionante porque el Partido Republicano ha presentado a Mitt Romney, un buen candidato que ha estado a punto de arrebatarle la presidencia a Obama pese a que este lo tenía todo de cara, desde el mapa electoral hasta los apoyos de los grandes medios de comunicación y otros grupos influyentes.
La reelección de Obama deja interesantes lecturas políticas y sociales que habrá que analizar y tener en cuenta por parte de ambos partidos, en especial los republicanos, cuya visión debe definitivamente contemplar el cambio demográfico, social y cultural que se ha producido en el país en los últimos años. Romney ha hecho una buena campaña, ni siquiera los errores cometidos han sido determinantes en su derrota, pero sí la necesidad de llegar a más ciudadanos y en más estratos sociales y étnicos. Siempre desde la defensa activa y coherente de un ideario netamente liberal-conservador que aún necesita seguir recuperando su propia voz y liderazgo antes de poder conquistar la Casa Blanca. Esto ha quedado muy claro en estas elecciones y es una valiosa lección.
Los resultados electorales para el Congreso nos dejan una mayora republicana en la Cámara de Representantes, que volverá a ser decisiva para controlar la excesiva inclinación de Obama y los demócratas al gasto público descontrolado.
Finalmente, las elecciones han concluido y dan paso a un período de otros cuatro años con Obama en la presidencia en los que se vislumbran retos tan escalofriantes como la deuda y el incremento de la seguridad en un entorno de crecientes riesgos. Acierta Romney al describir en su discurso de aceptación de la derrota, elegante y acertado, que Obama gobernará una nación en crisis y acierta de nuevo al pedir trabajar de forma conjunta para reforzar los principios en los que creemos todos. «Yo creo en este país, creo en este pueblo, hay que poner a las personas por delante de la política (…) Los líderes políticos y los ciudadanos tienen que ponerse a trabajar, tenemos que trabajar de forma conjunta toda la sociedad». Una enorme verdad que debe trasladarse a la realidad en estos próximos cuatro años.
El presidente reelegido va a necesitar sumar todas las ayudas posibles para sacar esto adelante. Por eso se hace más necesario que nunca unificar a la sociedad y al país bajo su nuevo mandato presidencial para seguir manteniendo a EE.UU como esa tierra de oportunidades que nunca debe dejar de ser. Porque hoy, el día después de la victoria electoral, Obama es el presidente reelegido de todos los norteamericanos, demócratas, republicanos e independientes. Nuestro presidente y Comandante en Jefe.
Mitt Romney Concession Speech: 2012 Presidential Election GOP
Aquí tienen el texto completo del brillante, emotivo y conciliador discurso del presidente reelecto Barack Obama:
Muchas gracias.
Hoy, más de 200 años después de que una antigua colonia se ganara el derecho a decidir su propio destino, la tarea de perfeccionar nuestra unión sigue adelante.
Sigue adelante gracias a vosotros. Sigue adelante porque habéis reafirmado el espíritu que ha triunfado sobre la guerra y la depresión, el espíritu que ha levantado a este país desde la desesperación más profunda hasta las mayores esperanzas, la convicción de que, aunque cada uno de nosotros persigue sus sueños personales, somos la familia americana y ascendemos o caemos como una misma nación y un mismo pueblo.
Esta noche, en esta elección, vosotros, el pueblo estadounidense, nos habéis recordado que, aunque nuestro camino ha sido duro, aunque nuestro recorrido ha sido largo, nos hemos levantado, hemos recuperado nuestro rumbo, y sabemos, desde el fondo de nuestros corazones, que, para los Estados Unidos de América, lo mejor está por llegar.
Quiero dar las gracias a todos los estadounidenses que han participado en esta elección, a los que votaban por primera vez y a los que tuvieron que guardar cola durante mucho tiempo. Por cierto, eso es algo que tenemos que arreglar. A los que recorrieron las aceras y los que cogieron los teléfonos, a los que levantaron carteles de Obama y los que levantaron carteles de Romney, habéis hecho oír vuestras voces y habéis influido en los resultados.
Acabo de hablar con el gobernador Romney y les he felicitado a él y a Paul Ryan por una campaña muy disputada. Hemos peleado de manera feroz, pero solo porque amamos profundamente a este país y nos preocupa muchísimo su futuro. Desde George y Lenore hasta su hijo Mitt, la familia Romney ha querido trabajar por Estados Unidos, dedicarse al servicio público, y ese es el legado que esta noche honramos y aplaudimos. En las próximas semanas, aspiro a reunirme con el gobernador Romney con el fin de hablar de lo que podemos hacer juntos para impulsar el país hacia adelante.
Quiero dar las gracias a mi amigo y socio de estos cuatro años, el guerrero feliz de América, el mejor vicepresidente que jamás podría haber, Joe Biden.
Y no sería el hombre que soy hoy sin la mujer que aceptó casarse conmigo hace 20 años. Lo voy a decir en público: Michelle, nunca te he querido tanto como en este momento. Me siento más orgulloso que nunca, viendo cómo se ha enamorado Estados Unidos de ti en tu papel de primera dama. Sasha y Malia, estáis convirtiéndoos ante nuestros ojos en dos jóvenes fuertes, listas y bellas, igual que vuestra madre. Estoy muy orgulloso de vosotras. Pero tengo que decir que, por ahora, un perro es suficiente.
Gracias al mejor equipo de campaña y de voluntarios en la historia de la política. El mejor. El mejor de toda la historia. Algunos erais nuevos esta vez, y otros habéis estado a mi lado desde el principio. Pero todos sois mi familia. Hagáis lo que hagáis, vayáis donde vayáis, llevaréis con vosotros el recuerdo de la historia que hicimos juntos y tendréis durante toda la vida el agradecimiento de un presidente. Gracias por creer hasta el final, a través de cada colina y cada valle. Me habéis llevado sobre vuestros hombros todo el camino y siempre agradeceré todo lo que habéis hecho y vuestro increíble esfuerzo.
Sé que las campañas políticas, en ocasiones, pueden parecer poco importantes, incluso tontas. Y son carne de cañón para los cínicos que dicen que la política no es más que un enfrentamiento de egos o un territorio que se disputan grupos de intereses. Pero, si habéis tenido la oportunidad de hablar con las personas que han acudido a nuestros mítines y han hecho cola en el gimnasio de un instituto, o si habéis visto a los voluntarios que trabajaban hasta altas horas de la noche en una oficina de campaña en algún rincón remoto, habréis descubierto otra cosa.
Habréis oído la decisión en la voz de un joven organizador sobre el terreno que trabaja para pagarse la universidad y quiere garantizar que todos los jóvenes tengan la misma oportunidad. Habréis oído el orgullo en la voz de una voluntaria que iba puerta a puerta porque su hermano encontró trabajo, por fin, cuando la fábrica de automóviles local añadió otro turno. Habréis oído el hondo patriotismo en la voz de la esposa de un militar que se encargaba de los teléfonos por las noches para asegurarse de que ninguna persona que lucha por este país tenga que luchar jamás para tener empleo ni para tener un techo cuando vuelve a casa.
Por eso hacemos todo esto. Eso es lo que puede ser la política. Por eso son importantes las elecciones. No son una cosa pequeña, son una cosa fundamental. Muy importante. En un país de 300 millones, la democracia puede ser ruidosa, caótica, complicada. Tenemos opiniones distintas. Cada uno tiene sus propias convicciones. Y cuando atravesamos tiempos difíciles, cuando tomamos grandes decisiones como país, es inevitable que se agiten las pasiones y surjan controversias.
Eso no va a cambiar de la noche a la mañana, ni tiene por qué. Estos debates que tenemos son una seña de nuestra libertad. No podemos olvidar jamás que en estos instantes, mientras hablamos aquí, en países lejanos hay personas que están arriesgando sus vidas para tener la posibilidad de discutir sobre las cuestiones importantes, para tener la oportunidad de emitir su voto como hemos hecho hoy aquí.
Sin embargo, a pesar de nuestras diferencias, la mayoría de nosotros comparte ciertas esperanzas para el futuro de Estados Unidos. Quermos que nuestros hijos crezcan en un país en el que tengan acceso a las mejores escuelas y los mejores profesores. Un país que esté a la altura de su legado como líder mundial en tecnología, descubrimiento e innovación, con todo el empleo de calidad y las nuevas empresas que se derivan de ellos.
Queremos que nuestros hijos vivan en un país que no esté acosado por la deuda, que no esté debilitado por las desigualdades, que no esté amenazado por la capacidad destructiva de un planeta que se calienta. Queremos transmitir un país seguro, respetado y admirado en todo el mundo, una nación defendida por el ejército más poderoso de la tierra y las mejores tropas que ha conocido el mundo. Pero también un país que avance con confianza más allá de esta época de guerra para construir una paz basada en la promesa de libertad y dignidad para todos los seres humanos.
Creemos en un Estados Unidos generoso, un Estados Unidos compasivo, un Estados Unidos tolerante, abierto a los sueños de una hija de inmigrantes que estudia en nuestras escuelas y jura fidelidad a nuestra bandera. Abierto a los sueños del chico de la parte sur de Chicago que ve que puede tener una vida más allá de la esquina más cercana. A los del hijo del ebanista de Carolina del Norte que quiere ser médico o científico, ingeniero o empresario, diplomático o incluso presidente; ese es el futuro al que aspiramos. Esa es la visión que compartimos. Esa es la dirección en la que debemos avanzar. Hacia allí debemos ir.
Por supuesto, tenemos discrepancias, a veces feroces, sobre la forma de llegar. El progreso, como ocurre desde hace más de dos siglos, es irregular. No siempre es una línea recta. No siempre es un camino llano. Saber que tenemos unas esperanzas y unos sueños comunes no basta, por sí solo, para terminar con la paralización, resolver todos nuestros problemas ni sustituir al esfuerzo de construir un consenso y alcanzar los difíciles compromisos necesarios para impulsar el país. Pero ese vínculo común debe ser nuestro punto de partida.
Nuestra economía está recuperándose. Está llegando a su fin una década de guerra. La larga campaña ha terminado. Y, tanto si me habéis dado vuestro voto como si no, os he escuchado, he aprendido cosas de vosotros, y habéis hecho que sea mejor presidente. Con vuestras historias y vuestras luchas, regreso a la Casa Blanca más decidido y más inspirado que nunca sobre la tarea que nos aguarda y el futuro que tenemos por delante.
Esta noche habéis votado para que actuemos, no para que hagamos la política habitual. Nos habéis elegido para que nos centremos en vuestro trabajo, no en el nuestro. En los meses y semanas que vienen, estoy deseando colaborar con los líderes de los dos partidos para afrontar los retos que solo podemos superar si estamos unidos. Reducir el déficit. Reformar nuestro código tributario. Arreglar nuestro sistema de inmigración. Liberarnos del petróleo extranjero. Tenemos muchas más cosas que hacer.
Pero eso no significa que vosotros hayáis terminado. El papel del ciudadano en nuestra democracia no acaba con el voto. Estados Unidos no se ha movido nunca en función de lo que otros pueden hacer por nosotros. Estados Unidos consiste en saber qué podemos hacer todos juntos, mediante una labor tan frustrante y difícil, pero necesaria, como es el autogobierno. Ese es el principio sobre el que se fundó nuestra nación.
Este país tiene más riqueza que ningún otro, pero no es eso lo que nos hace ricos. Tenemos el ejército más poderoso de la historia, pero no es eso lo que nos hace fuertes. Nuestras universidades y nuestra cultura son la envidia del mundo entero, pero no es eso lo que hace que el mundo venga sin cesar hasta aquí.
Lo que hace que Estados Unidos sea excepcional son los lazos que mantienen unida a la nación más variada del mundo. La convicción de que tenemos un destino común; de que este país solo funciona cuando aceptamos que tenemos ciertas obligaciones con nuestros conciudadanos y con las generaciones futuras. La libertad por la que tantos estadounidenses han luchado y han muerto acarrea responsabilidades además de derechos. Y entre esas responsabilidades están el amor, la generosidad, el deber y el patriotismo. Eso es lo que da a Estados Unidos su grandeza.
Esta noche me siento esperanzado porque he visto ese espíritu en acción. Lo he visto en la empresa familiar cuyos dueños prefieren recortar sus ganancias antes que despedir a sus vecinos, y en los trabajadores que prefieren trabajar menos horas antes que ver que un amigo pierde su empleo. Lo he visto en los soldados que vuelven a alistarse después de perder una pierna y en los SEALs que suben por las escaleras e irrumpen en la oscuridad porque saben que tienen a un compañero guardándoles las espaldas.
Lo he visto en las costas de Nueva Jersey y Nueva York, donde los líderes de todos los partidos y todas las instancias del Gobierno se olvidaron de sus diferencias para ayudar a una comunidad a reconstruir todo lo que una terrible tormenta había destruido. Y lo vi el otro día, en Mentor, Ohio, donde un padre contó la historia de su hija de ocho años, cuya larga batalla contra la leucemia habría arruinado a su familia si no hubiera sido por la reforma sanitaria aprobada solo unos meses antes de que la compañía de seguros estuviera a punto de dejar de pagarle los tratamientos.
Tuve ocasión de hablar con su padre y de conocer a esa increíble niña. Y, cuando el padre contó su historia a la multitud que le escuchaba, todos los padres del público teníamos los ojos llenos de lágrimas, porque sabíamos que su hija podía ser una de las nuestras. Sé que todos los estadounidenses quieren que el futuro de esa niña sea tan brillante como el de sus hijos. Así somos nosotros. Ese es el país que tan orgulloso estoy de presidir.
Y esta noche, a pesar de todas las dificultades que hemos padecido, a pesar de todas las frustraciones con Washington, tengo más esperanzas que nunca sobre nuestro futuro. Tengo más esperanzas que nunca sobre Estados Unidos. Y os pido que sostengáis esa esperanza. No hablo de tener un optimismo ciego, una esperanza que ignore la enormidad de las tareas que nos aguardan ni los osbtáculos que encontraremos por el camino. No hablo de un idealismo iluso que nos permita permanecer al margen ni eludir el combate.
Siempre he creído que la esperanza es ese sentimiento tenaz en nuestro interior que insiste, a pesar de que todo indique lo contrario, en que el futuro nos reserva algo mejor, siempre que tengamos el valor de seguir intentándolo, seguir trabajando, seguir luchando.
Creo que podemos continuar el progreso que ya hemos logrado y seguir esforzándonos para tener nuevos puestos de trabajo, nuevas oportunidades, una nueva seguridad para la clase media. Creo que podemos cumplir la promesa de nuestros fundadores, la idea de que, si una persona está dispuesta a trabajar duro, no importa de dónde venga ni qué aspecto tenga ni dónde ame. No importa que sea negro, blanco, hispano, asiático, indio americano, joven, viejo, pobre, rico, capacitado, discapacitado, gay o heterosexual; en Estados Unidos, si está dispuesto a esforzarse, puede conseguir lo que sea.
Creo que podemos alcanzar juntos este futuro porque no estamos tan divididos como hace pensar nuestra política. No somos tan cínicos como dicen los expertos. Somos más que la suma de nuestras ambiciones individuales, y somos más que una colección de estados rojos y estados azules. Somos, y siempre seremos, los Estados Unidos de América.
Y juntos, con vuestra ayuda y la gracia de Dios, continuaremos nuestro viaje y recordaremos al mundo por qué vivimos en la mejor nación de la tierra.
Gracias, América… Dios os bendiga. Dios bendiga a Estados Unidos.
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