Trump y la Segunda Enmienda
En estos tiempos de cobardía social políticamente correctos, en los que mucha gente tiene miedo a hablar de forma clara y expresarse con libertad, se agradece mucho tener un Presidente de los Estados Unidos como Donald Trump que tiene el valor y el coraje de llamar a las cosas por su nombre, ya sean noticias falsas, Estado Profundo corrupto, terrorismo islamista o en declararse amigo de los que defendemos la Segunda Enmienda de la Constitución. Su intervención ante la Asociación Nacional del Rifle (National Rifle Association, fundada en 1871 y con más de cinco millones de socios), en Atlanta, Georgia, el pasado 28 de abril, marca un hito importante. Es el primer Presidente en participar en este foro desde Ronald Reagan en 1983, y esto indica claramente varias cosas: su defensa firme de la Segunda Enmienda (Second Amendment) de la Constitución de los Estados Unidos; que es un conservador sólido y fiable que no se arruga ante los ataques de los medios progresistas, su compromiso con el derecho de la autodefensa, y que es un patriota constitucionalista en la mejor tradición americana, la que fundó esta nación y la hizo grande.
Recordemos el texto de la Segunda Enmienda, recatada por James Madison, aprobada e incorporada el 15 de diciembre de 1791 a la Constitución como parte de la Carta de Derechos:
“A well regulated militia, being necessary to the security of a free state, the right of the people to keep and bear arms, shall not be infringed”.
“Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas, no será infringido”.
¡Qué palabras tan bellas y tan bien redactadas! ¡Qué contenido tan importante y trascendente para la libertad del pueblo frente a los que siempre tratan de oprimir y quebrar la voluntad libre de los ciudadanos!
El “derecho del pueblo a poseer y portar armas” es, pues, un derecho constitucional de todos los ciudadanos estadounidenses, como otros, que no se puede vulnerar alegremente y que garantiza, en último término, una sociedad más libre y capaz de defenderse por sí misma frente al crimen o cualquier amenaza, ya sea del Estado o de quien sea.
Al declararse el Presidente Trump públicamente amigo de los defensores de esta enmienda constitucional, se posiciona como un garante de la libertad y el derecho a tener y llevar armas. Es decir, un garante de las libertades de los estadounidenses, que es lo que debe ser un Presidente americano patriota, y no un recortador de libertades y un manipulador del espíritu de la Constitución, que es lo que han sido otros presidentes.
Trump representa la quintaesencia del espíritu americano que lucha por la autodefensa. En esta época en la que cualquier criminal y delincuente tiene acceso a las armas más avanzadas, haya o no libertad para comprarlas, dado que el mercado negro funciona de maravilla, en la que cualquier imbécil radical te puede asaltar en cualquier momento, en que a un botarate se le saltan los cables y te amenaza, el derecho a tener un arma con la que defenderte, disuadirlo de su feo comportamiento o, llegado el caso, meterlo un par de tiros en su dura cabezota, es básico y debe defenderse siempre.
Los constantes ataques a la Segunda Enmienda que han protagonizado Obama y los demócratas desde hace años, chocan con la defensa que hace Trump de este derecho constitucional y terminan aquí. Al defender la Segunda Enmienda, Trump acierta al expresar que: «La libertad no es un regalo del gobierno, la libertad es un regalo de Dios».
Mientras otros presidentes no tuvieron el coraje de acudir ante la Asociación Nacional del Rifle para defender un derecho de los estadounidenses recogido en nuestra Constitución, Donald Trump lo hizo, y habló alto y claro. Como siempre. Como un buen patriota. Como un Presidente americano.
La Constitución indica claramente que “la autoridad máxima reside sólo en la gente, no en el gobierno, el cual no puede alterar los derechos inalienables con los que nacen los hombres, obtenidos de nuestro Creador”, según expresó Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores de la Constitución, cuya brillantez intelectual sigue dando mil vueltas a los políticos mediocres que tenemos en la actualidad.
Además, el 28 de junio de 2010, el Tribunal Supremo emitió una sentencia que indica que ninguna autoridad u órgano legislativo local o estatal pueden restringir el derecho supremo de los ciudadanos a poseer o portar armas que recoge la Segunda Enmienda.
Con su posición valiente en defensa del derecho a las armas, algo tan culturalmente estadounidense como la tarta de manzana o la democracia misma, de lo que da fe que haya más de 65.000 tiendas de armas en el país que prosperan muy bien y que más del 70% de la población tenga conocimientos para disparar un arma, Trump se coloca como un Presidente constitucionalmente garantista y en línea con la mejor tradición conservadora de los presidentes americanos, dando prioridad a la libertad individual frente al poder omnipotente del gobierno.