Anglicismos
En el uso del lenguaje, como en todo en la vida, hay que ponerle sentido común y buenas dosis de equilibrio. Como escritor que favorezco el uso del español en mis novelas y artículos, defiendo algunas de las posiciones de la Real Academia de la Lengua, pero otras no, sobre todo a raíz de las reformas que se están introduciendo en los últimos años, y que rebajan el nivel de calidad del castellano.
Uno de los frentes activos en los que la RAE hace campaña es el de los anglicismos para favorecer términos españoles. Estoy de acuerdo en que algunos de esos anglicismos pueden ser sustituidos por las palabras españolas que significan lo mismo. Pero no en todas. Hay muchos casos en los que el término en castellano es malsonante o no se adapta al contenido exacto del anglicismo en cuestión. En esos casos, defiendo el uso del anglicismo, que no debe verse como una invasión del idioma, sino como un enriquecimiento del mismo, ya que termina por ser asimilado y encajado en los usos del lenguaje escrito y hablado.
No comparto, pues, la ofensiva de la RAE contra los anglicismos. Debemos encontrar un equilibrio entre su uso y su abuso. Es cierto, como denuncian en su última campaña, que existe cierto abuso de los anglicismos en la publicidad, en los medios de comunicación y en la sociedad en general. Hasta ahí, correcto. Pero hay un gran número de anglicismos que son imprescindibles para entender nuevos conceptos, ideas, productos, etc. Utilizarlos en el idioma original en inglés es positivo. Muchas veces hacer una traducción mala con palabras en español queda ridículo y no expresa bien lo que tratamos de decir.
Por consiguiente, utilización racional de anglicismos: sí, cuando sean necesarios. Abuso de anglicismos: no. La clave está en el equilibrio.