Publicar o no publicar
El mundo de los escritores está lleno de envidias, frustraciones, perezas, deslealtades, miedos, etc. Pero también se puede encontrar generosidad, ayuda, empatía, solidaridad, respeto y talento.
Son cara y cruz de una misma moneda. Es lógico que así sea porque hay tantos modelos de escritores como personas con diferentes valores.
Un paseo por el universo literario te permite encontrar sentimientos comunes a muchos escritores, por ejemplo, la envidia profesional. Se ve con claridad cuando algunos colegas lanzan sus cuchillos verbales y escritos contra alguien porque ha tenido la suerte de publicar y además vender bien sus novelas. La pregunta que escuchas con frecuencia en los ámbitos literarios es ¿por qué él y no yo?
¿Por qué él, que no tiene ni idea de literatura como yo? ¿Por qué ella, que vende sus novelas como si fueran bombones en Navidad? ¿Quizá porque enseña las piernas hasta donde se ve el elástico de sus bragas?
Las preguntas pueden variar algo, pero van en esa línea, créame. Y más fuertes. Las escuchas, las lees, no se reprimen. Si además eres un escritor políticamente incorrecto con opiniones propias y bien argumentadas, que no entra al paripé social, olvídese del respeto profesional. Le acribillarán con comentarios malintencionados para desprestigiarle.
Esto sucede en todas partes, pero donde es más evidente y descarado es en España, donde abunda el escritor frustrado. Una especie que no está en extinción. Últimamente también se expande la escritora feminista frustrada y maledicente, un modelo con superabundancia en el panorama literario.
Estas especies literarias te preguntan: ¿por qué no publico yo en vez de todos esos escritores superventas? Si soy infinitamente mejor, y tengo más talento. ¿No es evidente?
Antes de desatar envidias y ataques, sepa usted, escritor frustrado, que al tipo que publican y a la chica que publican, lo hacen porque su libro vende, su persona vende, y su talento ¡oh, Dios mío! acaso sea mayor que el de usted. O más original, o más conectado con el sentir de la gente. O más… ¡Vaya usted a saber! El mercado es así. Pero, por favor, deje sus agobios, envidias, chismes, miedos y frustraciones en casa. Guarde sus ataques personales y profesionales. Respete aquello que tiene mérito en su justa medida aunque no esté de acuerdo. Sea justo e imparcial. No sea un envidioso o envidiosa. No despelleje a los demás porque a usted no le publiquen. Quizá en un futuro alguien lo haga y se encuentre en el ojo público. Deseará que le reconozcan sus méritos, sean cuales sean.
Por último, y no menos importante, recuerde que a ese escritor que vende libros como si fueran morcillas de Burgos, pizzas italianas, hamburguesas americanas o chuletas texanas, es posible que publique porque ha luchado durante años para ello, mejorando sus habilidades como escritor, porque sus libros cuentan historias interesantes y no tonterías, porque ha demostrado coherencia profesional y literaria, porque tiene una legión de lectores fieles que saben apreciar cada una de sus novelas, porque es honesto y humilde en su forma de escribir y en su comportamiento, porque es educado, respetuoso y no envidioso, porque sabe escuchar a sus editores y trabajar codo con codo con sus correctores con humildad, porque se implica en cada proyecto literario con entusiasmo, porque tiene talento auténtico y su voz literaria aporta algo original y diferente, porque sabe aprovechar las oportunidades y se trabaja el éxito cada día. Por estas y otras muchas razones, que a veces se nos olvidan, debemos respetar a los escritores que triunfan, que demuestran su calidad y su valía con el paso del tiempo, que nos traen un nuevo libro y siguen labrando su carrera con talento y trabajo.
Por fortuna, en España se abren camino cada vez más escritores que no son envidiosos, que respetan y aplauden el éxito ajeno, como sucede y hacemos con normalidad en Estados Unidos. No es general ni pasa siempre, pero la tendencia está ahí, sobre todo entre los escritores más jóvenes que llegan al mercado.
La envidia literaria, ese fenómeno tan español, debería extinguirse. Todavía hay mucha y de muy mala baba. Pero desaparecerá. Es cuestión de arrimar el hombro entre todos y ser más objetivos.
Sí, se trata de publicar o no publicar, pero también de respetar o no respetar el talento y el éxito ajeno.
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