La batalla de los símbolos nacionales
Se veía venir desde hace tiempo y por fin ha estallado la polémica en estados Unidos. Desde hace años, los demócratas y la izquierda estadounidense en general utilizan los símbolos nacionales (el himno, la bandera y las Fuerzas Armadas) para atacar políticamente a los presidentes conservadores. Con Donald Trump en la Casa Blanca, los hilos del establishment y el Estado Profundo han movido ficha y han aprovechado las protestas de los jugadores de la Liga Nacional de Fútbol (NFL) para movilizar a sus simpatizantes.
Trump ha reaccionado con la valentía y el coraje que debe mostrar un presidente para defender sin remilgos los símbolos nacionales. Cuando los jugadores se arrodillan, se sientan o se ausentan al sonar el himno nacional, no sólo faltan al respeto al propio himno y a la bandera de Estados Unidos, sino también a los soldados que combaten por este país y esta bandera.
La mezquindad de muchos medios al atacar a Trump por hacer frente a esos jugadores irrespetuosos es vergonzante. En vez de defender el respeto a nuestros símbolos nacionales y al país, se posicionan junto a los que lo atacan. Trump ha ganado esta batalla, tal y como señalan los sondeos de opinión, que apoyan mayoritariamente la posición del presidente. La llamada presidencial a boicotear la NFL se ha cuantificado en una caída notable de las audiencias y los ingresos por venta de entradas a los partidos. Los intentos de justificar la total falta de respeto a nuestro país, han caído por su propio peso. No hubo estas protestas, políticamente dirigidas y aprovechadas por los demócratas, cuando Obama estaba en el Despacho Oval. Entonces todo eran parabienes y palmadas en la espalda entre colegas. La controversia en sí misma ha servido para posicionar a todos. Trump gana votos y talla presidencial al defender los símbolos nacionales en esta batalla mediática y cultural.
De nuevo el presidente Trump ha sido la voz de la mayoría del pueblo, no sólo al defender el himno, la bandera y a nuestros soldados, sino también al señalar la creciente forma en que el juego de la NFL está perdiendo su competitividad. Los aficionados sabemos que hoy el fútbol que se practica es light comparado con el que se practicaba en los años sesenta, setenta y ochenta. Los jugadores son más timoratos, blandengues y dados a la sensiblería. Un jugador de fútbol auténtico no sólo no falta el respeto al himno poniéndose de rodillas o quedándose sentado, sino que lo escucha en pie con respeto y juega como un hombre y no como bailarinas con miedo a lesionarse que parecen ahora en multitud de ocasiones.
Trump demuestra una vez más que es él y sus partidarios quienes defendemos el auténtico patriotismo, y que a la izquierda demócrata y social poco le importa tumbar los símbolos y poner en riesgo la unidad nacional a la menor ocasión.
La estupidez progresista amenaza con destruir la sociedad desde dentro. Ahora, ataca también los símbolos nacionales y el patriotismo americano. Trump se erige en esta situación como el presidente que defiende estos símbolos. Como Comandante en Jefe y presidente debe hacerlo con firmeza, tal y como está haciendo. Es una batalla cultural y mediática que está ganando, pero que no ha acabado. El hecho de que la mayoría de jugadores que protestan sean negros, da la medida de lo politizado que está este tema. La razón está de parte de Trump y de quienes defendemos el respeto al himno, a la bandera y a nuestros soldados.
Los demócratas se han embarcado en otra batalla que perderán, como perdieron con la fantasía que se montaron en torno a Rusia y todos los ataques que han urdido contra el presidente para atacarlo, y que han terminado fortaleciendo a Trump. Frente a los chicos ricos y consentidos de la NFL, destaca la actitud de la NASCAR (el automovilismo más popular en Estados Unidos) y de los jugadores profesionales de distintos deportes (también de la NFL), que respetan el himno y han mostrado su apoyo a Trump en esta controversia. Apoyo que nunca o apenas difunden los medios.
La batalla de los símbolos beneficia a Trump, que de cara a la sociedad ya la está ganando. Vivimos una época política en la que el progresismo no asume que perdió las elecciones presidenciales, y concentra todos sus esfuerzos en obstruir y sabotear a la Administración Trump para impedirle gobernar o erosionar la inmensa popularidad que éste tiene en todo el país.
La bandera estadounidense tiene un status que desborda el simbolismo nacional y alcanza el de un ícono religioso y símbolo central de la identidad nacional y cultural estadounidense. Los jugadores de la NFL que se arrodillan o sientan durante el himno nacional se muestran irrespetuosos ante el más importante y potente símbolo de la nación. Cometen un error enorme al hacerlo y al atacar al presidente. Al insistir en su ofensa, insisten en dividir al país, ya que la bandera y el himno son esencialmente símbolos de unidad a los que millones de ciudadanos han honrado con sus vidas y muestran respeto diariamente.
La bandera y el himno estadounidenses son símbolos por los que vale la pena morir, luchar y vivir. Siempre han sido símbolos vivos y respetados en la cultura americana. Faltarlos al respeto es despreciar todo el código existente en torno a la bandera adoptado por el Congreso y venerado por los estadounidenses como eje de su patriotismo.
No es de extrañar, pues, que esta batalla la gane el presidente Trump.