La credibilidad de una novela de ficción tiene un punto básico que el escritor debe cuidar siempre con esmero. La verificación de la información y los datos que se ofrecen, así como su adaptación a lo que deseamos narrar, de manera que su lectura resulte creíble y la novela verosímil. Actualmente, muchos de los libros que se publican prescinden de esta fase de verificación y documentación exhaustiva, es realizada de una forma muy superficial o sin contrastar a través de fuentes poco solventes, muchas veces únicamente por internet, y otras tantas veces sin una base real en la que apoyarse. ¿Cuál es el resultado? Elemental, querido lector: cada vez hay más novelas que adolecen de rigor y que resultan poco creíbles, con fallos clamorosos que dejan al autor como un ignorante sin experiencia o un perezoso, y que estropean la novela.
Por eso casi siempre baso mis novelas en acontecimientos verídicos y experiencias reales, así como trabajo esta parte con esmero, puliendo en el proceso todo lo que puede resultar irreal o poco comprensible. La verosimilitud del argumento empieza en la objetividad y lo creíbles que sean los datos y la información que se aporte. De nada sirve escribir como los ángeles si lo que se cuenta no es creíble. De ahí que siempre tenga esto presente en mi labor literaria y lo recomiende a los escritores que se están formando, y a los que se supone que deben dominar esto, pero no lo hacen, para que dediquen especial atención a la credibilidad de los hechos.

Sorprende conocer que casi nunca se realiza esa verificación de datos, ni por parte de los autores, ni de las editoriales ni de los correctores (los que son buenos sí lo hacen y es con los me gusta trabajar). Esta verificación debe realizarse, a mi entender, de forma prioritaria por el autor, el editor y el corrector. Filtros necesarios para cotejar datos y situaciones que hagan todo más verosímil y transmitan eficazmente lo que se desea contar. Mi consejo es que esta labor la complete el autor de nuevo una vez pasadas las revisiones anteriores, de modo que todo encaje y se desarrolle como tenía previsto.
Aunque la veracidad de datos debe contemplarse sobre todo en libros de no ficción, es cierto que las novelas de ficción que siguen este procedimiento se benefician de una mayor verosimilitud y realismo que las concede un perfil mucho más profundo y una fiabilidad argumental que satisface mejor al lector. La exactitud de cierta documentación debe ser minuciosa para que el argumento en su conjunto adquiera esa calidad necesaria para que haya una solidez en lo que se narra. Esto es lo que aporta valor a la buena novela de ficción, que no se queda en algo superfluo o irreal, sino que enriquece el contenido argumental con una profundización en los razonamientos e información verificable y realista.
Leer novelas con una buena documentación y basada en experiencias marca la diferencia sustancial, en calidad y contenidos, de ahí que siempre trabaje personalmente estos aspectos en todas mis novelas de una forma extensa y exhaustiva, conjuntamente con correctores y editores, y de que siempre lo recomiende a cuantos se dedican a escribir o van a dedicarse a ello. La imaginación y las vivencias personales son enormemente útiles y están muy bien, pero para algunas historias, para muchas, es necesario adaptar esa realidad a un lenguaje narrativo adecuado y aplicar el rigor de una buena documentación de base, los conocimientos sobre cuestiones que se tratan en la novela y la coherencia de los hechos novelados. Aquí, en esta fase crucial, empieza la credibilidad de un autor.