Que las acciones de ciberespionaje de China son ya escandalosamente conocidas es un hecho incuestionable y probado sobradamente. Una de las acciones más peligrosas la han efectuado grupos de hackers chinos sobre importantes contratistas militares estadounidenses, a los que han robado los planos de diseños estratégicos para el desarrollo de una nueva generación de misiles del sistema Patriot, de aviones de combate F-18 y helicópteros como el Blak Hawk, entre otro armamento de alta tecnología. Es un espionaje de armas avanzadas que sólo tiene parangón con lo que sucedía durante la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética se dedicaba a espiar armamento estadounidense.
El tema es tan grave que ha sido tratado en la cumbre entre el presidente Obama y su homólogo chino, Xi Jingping, en California, los pasados días 7 y 8 de junio, momento en el que Obama puso negro sobre blanco respecto a los continuos escándalos de ciberataque chino. Desde la comunidad de inteligencia hemos denunciado repetidamente y con frecuencia las continuas intromisiones de los hackers chinos en las bases de datos de importantes contratistas militares, que afectan a armas de vanguardia y, por tanto, su robo es un riesgo para la seguridad nacional y un agujero intolerable en nuestra defensa.
Es sabido que hay responsables políticos que consideran que estas intromisiones no comprometen nuestra plataforma de capacidades tecnológicas, pero lo cierto es que sí y no deberíamos pasarlo por alto sólo por una cuestión de relaciones públicas con China.

Además, esta situación tampoco es nueva, al menos desde hace dos años se viene produciendo con relativa frecuencia; si no sellamos rápidamente este agujero de seguridad, nuestros avances tecnológicos seguirán filtrándose.
Acabar con las acciones reiteradas de los hackers chinos que operan desde una unidad de inteligencia militar del Ejército Popular Chino desde al menos el año 2006, en Beijing, entre otros emplazamientos, es una de las prioridades que tenemos planteadas. No sólo la comunidad de inteligencia ha dado la voz de alarma, también la empresa Mandiant, con sede en Virginia, dio a conocer hace unos meses un informe para exponer la sistemática labor de espionaje y robo de cientos de terabytes a más de 141 empresas y organizaciones con sede en Estados Unidos. Un escándalo que no ocupa titulares ni espacio en los medios de comunicación, en los que parece que el verdadero periodismo ha muerto para centrarse en una suerte de espectáculo mediático alejado del periodismo de investigación de alto nivel.
La Administración Obama debe atender las denuncias de la comunidad de inteligencia y adoptar con carácter urgente las medidas que se proponen para evitar nuevos robos de información clasificada y cerrar las fisuras de seguridad que ponen en riesgo la infraestructura de seguridad nacional.