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Estrategia Militar de Defensa Estadounidense

Los nuevos tiempos que vivimos también llegan a la defensa norteamericana y su estrategia militar global se adapta a los requerimientos actuales. Estados Unidos siempre ha sabido flexibilizar su estrategia de defensa conforme a los tiempos y ahora no es una excepción.
La nueva estrategia que ha redefinido la Administración Obama impulsa con medidas sobre el papel y obligatorias unas líneas maestras que ya se han venido aplicando en los últimos cuatro años, como el protagonismo de operaciones especiales frente a largos despliegues, y propone reducciones importantes de personal para reducir las fuerzas terrestres y afrontar el déficit. Otro de los objetivos del nuevo concepto defensivo que se va a desarrollar es la zona Asia-Pacífico, donde se mueven buena parte de los intereses económicos y militares actuales, en detrimento de Europa. El auge de China, la desestabilización de Siria y la nuclearización de potencias regionales como Irán o Pakistán son los nuevos riesgos que debemos afrontar. Tampoco se descuidará Medio Oriente y el Golfo Pérsico.

Lo que se pretende con estos cambios son unas fuerzas armadas más ágiles y a un coste que puedan asumir los recortes que impone la necesaria austeridad para impulsar el crecimiento económico. El ejército deberá reducir sus efectivos hasta en 80.000 soldados menos y se reducirá la presencia en Europa, que ahora no es tan necesaria.
El Pentágono deberá recortar 450.000 millones de dólares (unos 350.000 millones de euros), por lo menos, de gastos en la próxima década. Esto viene impuesto por el el acuerdo del Congreso para reducir el déficit público y los republicanos y los demócratas necesitarán pactar los recortes concretos que se realizarán, de no hacerlo, automáticamente se impondrá un recorte el doble de grande. En principio, a falta de estos detalles, la Administración calcula que pasaremos de los 570.000 soldados actuales a 490.000, un nivel similar al que había en el ejército antes del 11/S, cuando se necesitó afrontar dos largas guerras para combatir el terrorismo y hubo que crecer defensivamente en todos los sentidos.
A pesar de esto, el presupuesto de defensa norteamericano seguirá siendo superior al de todos los países competidores juntos, lo que garantiza la superioridad militar y un liderazgo mundial incuestionable. Esto es lo sustancial e importante a la hora de la verdad.
El informe que respalda esta nueva doctrina no puede ser más claro al afirmar que: «Siempre que sea posible, desarrollaremos enfoques innovadores, low-cost (de bajo coste) y con poca presencia humana para alcanzar nuestros objetivos de seguridad». O sea, lo que ya estamos haciendo desde hace unos años pero impulsado ahora desde la cúpula de mando con carácter oficial y masivo. Además, se puntualiza que: «Cuando las fuerzas de Estados Unidos estén comprometidas en una operación de gran escala en una región, serán capaces de frustrar los objetivos de (…) un agresor oportunista en una segunda región»; traducción: que cuando se esté en una guerra como Afganistán o similar, ponga por caso Irán, y sea preciso lanzar otra como se hizo en Irak, aquí ponga Corea del Norte, por ejemplo, se podrá afrontar ambas. Pero ahora, si hubiese dos guerras al mismo tiempo, éstas deberán ser rápidas y no podrían entrañar ocupaciones prolongadas de estabilización o construcción democrática. En este sentido, se produce un retroceso respecto a la estrategia Bush, ya que los objetivos son más limitados. Como avance positivo, se reforzará la estrategia para que la intervención militar en un solo país sea contundente y ofrezca una victoria total y en un menor plazo de tiempo.

Naturalmente, esta etapa de austeridad económica hace necesario fijar límites o los gastos volverían a dispararse. Para que se entienda, ahora se trata de disparar sólo el armamento no el presupuesto. En cualquier caso, esta revisión estratégica de la defensa era precisa en tanto que las amenazas del mundo de hoy han cambiado respecto a las de estos últimos diez años, tras el 11/S. Con los recortes previstos para Europa se podrá equilibrar la inversión en la región Asia-Pacífico, donde necesitamos controlar el ascenso económico y naval de China con una presencia militar más fuerte. Es evidente que nuestros próximos desafíos estratégicos saldrán en gran parte de la región del Pacífico.
Algunas de las prioridades que se plantean proceden de nuevos tipos de conflictos bélicos, en los que habrá mayor relevancia de fuerzas aéreas y navales, de comandos de operaciones especiales terrestres, de aviones sin piloto (drones), y especialistas en ciberguerra e Inteligencia avanzada. Asimismo, en la nueva estrategia se reforzará la actividad en sectores claves, como fuerzas especiales, inteligencia, guerra informática y comunicaciones. Tendrán prioridad las intervenciones y las «cyberguerras» contra Estados, grupos y actores no estatales, un incremento de la lucha contra el terrorismo internacional y el control sobre la no proliferación de armas de destrucción masiva.

Como ya se anticipó durante la Administración Bush, la estrategia defensiva deberá caminar cada vez más por una senda de intervenciones militares secretas, muy especializadas, rápidas, lejos de la opinión pública y los medios de comunicación, y con objetivos que sirvan fielmente a la preservación de la seguridad nacional y los intereses de Estados Unidos. Por eso, el desplazamiento estratégico militar hacia Asia-Pacífico es ya una realidad y se incrementará más, al igual que hacia Latinoamérica y África, en forma de colaboración con países aliados y otras fórmulas innovadoras que se plantearán en su momento.
En cuanto al poder de disuasión nuclear de los misiles intercontinentales y la nueva generación de cabezas nucleares, no se verán afectadas por las reducciones.
Ahora que algunos regímenes e individuos, sin duda con poca capacidad mental y menos inteligencia aún, se explayan sobre una posible decadencia estadounidense (ya hemos perdido la cuenta de éstas), necesitan saber algo simple y sencillo que seguro pueden procesar, y que se ha encargado de puntualizar el presidente Obama: «Sí, nuestras fuerzas armadas serán más reducidas. Pero el mundo debe saber que Estados Unidos mantendrá la superioridad militar con unas fuerzas armadas ágiles, flexibles y preparadas para todo el abanico de contingencias y amenazas». Es decir, en línea con los conflictos más limitados y variados que tienden a presentarse.
En suma, que no se va a dudar en intervenir militarmente cuando y donde sea necesario. Esta es la nueva estrategia defensiva estadounidense, adaptada a estos tiempos de austeridad y de nuevos riesgos.




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