Sin sorpresas. Barack Obama ha ganado los caucus del Estado de Mississippi con un holgado 61% de los votos frente al 37% de Hillary Clinton. Se lleva de estas tierras sureñas 17 delegados por 11 de su contrincante.
John McCain ha navegado a toda vela por estas aguas del Mississippi, recogiendo un 82% de los votos.
Tal y como se esperaba, Obama ha arrasado entre la población negra, llevándose nueve de cada diez votos, y Hillary ha ganado entre los votantes blancos, con siete de cada 10.
El escándalo político-sexual del Gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, está sembrando nuevos interrogantes. Spitzer es uno de esos Superdelegados Demócratas que podrían tener que decidir la nominación del candidato presidencial. Y es un partidario declarado de Hillary Clinton. Si dimite, como ya ha anunciado que hará, ésta se queda sin otro de sus apoyos dentro del Partido Demócrata.
Las últimas horas no están siendo buenas para Clinton. Las declaraciones de Geraldine Ferraro, la antigua candidata Demócrata a Vicepresidente con el olvidable Walter Mondale, al expresar: “Si Obama fuera un hombre blanco, no estaría en esta posición. Y si fuera una mujer (de cualqueir color) no estaría en esta posición”, no le están haciendo un gran favor precisamente.
Aunque Hillary no se ha pronunciado, Ferraro, que ocupa un cargo en su equipo de recaudación de fondos, bien podría haber hecho esta declaración con su permiso. Por mal camino se mete Clinton. Es una señal más de la desesperación que sienten al ver escapárseles la nominación por una vía aceptable y de las malas artes que están dispuestos a usar en el Team Clinton.
Mientras los Demócratas siguen compitiendo ferozmente, John McCain ya ha iniciado un viaje a Oriente Medio y Europa, que incluirá Iraq. Con la presentación en el horizonte del informe elaborado por el general David Petraeous sobre la situación en este país, dentro de unas semanas, el candidato Republicano vuelve a sorprender y realizar un movimiento estratégico de enorme valor simbólico.