Lecturas para niños y niñas
Todos vemos continuamente cómo los sistemas educativos de numerosos países no consiguen fomentar la lectura entre los niños, y no sólo eso, sino que además logra el efecto contrario: destruir a los jóvenes lectores y que terminen aborreciendo la lectura.
Las prácticas educativas en general tienden a imponer la obligatoriedad de determinados libros, pero la selección de los títulos que deben leer los más pequeños y los adolescentes es tan defectuosa y errónea, que se termina matando el interés de los jóvenes por la lectura.
Si queremos que los libros tengan futuro y que los ciudadanos de ese futuro sepan y quieran leer con regularidad, es necesario empezar desde muy pequeños con estímulos adecuados que les invite a disfrutar de la lectura.
Algunas de las claves para conseguir que los jóvenes se conviertan en buenos lectores, las tenemos al alcance de la mano. Para empezar, padres y profesores deben realizar una elección adecuada de los libros que deben leer los chavales y los adolescentes. No los libros que nos gusten a nosotros, sino los que potencialmente les vayan a gustar a ellos. Es vital elegir aquellos títulos que respondan a la personalidad de cada joven lector y sus gustos. No olvidemos que el objetivo no es formar sesudos muchachos capaces de un análisis de texto universitario. ¡No, en absoluto! La idea es que se diviertan leyendo. Que lo pasen bien, que se queden con ganas de leer más. Que les entre el gusanillo de la lectura. Ya tendrán tiempo de leer obras más complejas. Empecemos con libros que les ayuden a amar la lectura.
Un consejo: usted es su padre o su madre, conoce a su hijo mejor que nadie (o debería), así que elija usted los libros que se adapten a su pequeño travieso o al adolescente que le está matando en vida. ¡Implíquese en el tema! Escuche opiniones y tome referencias, pero adapte la decisión a las particularidades de su hijo. Cada jovenzuelo es un mundo distinto a otro. No lo olvide. Lo que a uno le puede encantar, a otro no le dirá nada. Así que tenga en cuenta la palabra clave: adaptación.
Si es usted el padre o la madre de la criatura, o el profesor que intenta educarlos, no se aferre a aquellos libros que a usted le parecen la bomba. Que no es usted quien lo va a leer. Ya les llegará el tiempo para que descubran los grandes clásicos de la literatura. Trate de encontrar esos libros que les entusiasman. Cada lector tiene sus ritmos y etapas, y debe pasar por ellas como el soldado por la instrucción: sin dejarse ni una en el camino. Cada etapa tiene sus lecturas, déjeles que las disfruten, no les aturullen ni les metan prisa, no les agobien, déjenles que la pasión por la lectura les devore. Hará de ellos unos lectores maravillosos.
Sea astuto para introducir los valores que importan en sus lecturas, sin imposiciones del tipo: ¡tú te lees esto sí o sí o te caen cuatro bofetadas! O aquello de: ¡Te lees esta novela o te quito el móvil y un mes sin wasapear! No es el camino, de verdad. Motíveles a leer cuentos y libros llenos de valores con los estímulos adecuados. Despierte su capacidad de asombro, de entusiasmo, de ilusionarse, de aprender. Sea el primero en mostrarse entusiasmado al encontrar según qué libros y contágieles ese entusiasmo.
Los jóvenes lectores necesitan empaparse bien de todo lo nuevo que el mundo les ofrece, absorberlo, asimilarlo. Deje que descubran los cuentos y libros clásicos en su versión original, si es posible, no metan libros adulterados para parecer políticamente correctos. Haga el favor, no idiotice al chaval desde pequeño.
Las lecturas deben entenderse, por eso procure que el vocabulario se adapta a la edad de sus hijos o alumnos, que lo dominan, que lo entienden. No pretenda que sepan más que usted si ni usted mismo conoce muchas palabras. Ya ampliarán su léxico poco a poco. Tampoco se ciña estrictamente a las categorías de libros por edad, no siempre son acertadas. Un buen padre o profesor sabe si una lectura es adecuada. Lea el contenido, no sea perezoso, y dedíquele tiempo. Implíquese de verdad, no son números, son chicos y chicas de carne y hueso con intereses diversos.
No todos los libros pueden gustar a todos. Hay libros que gustarán más a las niñas y otros a los niños. Ya desde edades tempranas, se ven estas diferencias. No intente borrarlas con afán igualitario. Es absurdo y una idiotez. No sirve de nada y sólo conseguirá poner piedras en el camino de esos jóvenes lectores, destruir su personalidad con planteamientos ideológicos. Que cada uno disfrute con lo que le guste leer.
Parte del plan de fomento de la lectura infantil y juvenil que todos debemos seguir es llevar a los chavales a la biblioteca con frecuencia, donde podrán familiarizarse con los libros, tocar, leer, descubrir… Olvídese de que estén pegados a una pantalla todo el día. Déjeles correr entre estanterías llenas de libros como aventureros bibliográficos. Que huelan los libros, que sientan su tacto. Las bibliotecas despertarán su amor por descubrir buenos libros.
Acostumbre a esos pequeños trastos de clase o de casa a recibir un cuento o un libro como premio, y no como castigo. Que los vean con nuevos ojos, con ojos de lectores ávidos. Que les ilusione leer tal o cual libro, y que tenerlos sea una recompensa o una meta.
Hágame caso: si un libro infantil o juvenil está protagonizado por una chica, le gustará a las niñas con más probabilidades que a los niños, que preferirán un protagonista masculino. Es cuestión de empatía y biología. No amaricone a los chavales ni convierta a las niñas en unos machirulos. Ya tendrán tiempo ellos solos, si quieren, de adoptar esas decisiones cuando sean adultos. Deje que la naturaleza siga su curso, que es sabia.
Que lean los libros con los protagonistas que les gustan a ellos. No imponga con criterios políticamente correctos. No los atonte con estupideces del tipo de si son libros machistas, sexistas, comerciales, violentos, desfasados, etc. La biología de cada niño o niña sabe lo que tiene que leer. Si un autor le gusta en especial, ha encontrado un chollo. Facilite que lean todo lo que quieran de ese autor. Se trata de conseguir formar lectores sin prejuicios, para eso es necesario que lean de todo lo que les guste.
No obligue a leer, estimule a leer hasta que se convierta en una actividad rutinaria y que proporcione satisfacción, no aburrimiento. No olvide que los más pequeños adoran leer libros o cuentos con muchas ilustraciones. Procure que sean buenos, de calidad, y con mensajes positivos y buenos valores tradicionales, no mamarrachadas de las que tanto se estilan ahora. En esa fase, es importante acompañarles en la lectura.
Tanto en la escuela como en casa, los niños necesitan convertir la lectura en un hábito. Hay que fomentar un tiempo para leer, nada de excusas, nada de videojuegos y, por supuesto, nada de reality shows ni ligues tempraneros. El tiempo para leer es sagrado, una isla de satisfacción personal.
Si lo hacen bien, tendrán buenos lectores. Y quizá puedan comentar algún día con ellos acerca de mis novelas.