La lactancia materna
La sociedad actual, más descafeinada y light que nunca, está imponiendo patrones de comportamiento que ponen los pelos de punta y afectan directamente a las generaciones venideras (a peor). Uno de esos comportamientos es el referido a la lactancia. Los nuevos hábitos de vida, sociales y laborales, impiden en muchos casos que las madres puedan proporcionar a sus hijos una lactancia natural. La imposibilidad de compatibilizar trabajo y lactancia, coloca a las mujeres en una interesante dicotomía: o trabajo o lactancia de sus hijos. Las decisiones son reflejo del tipo de madre que le va a tocar a la criatura. Que es duro decirlo, pero es así.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la leche materna sea el único alimento de un bebé hasta que cumpla los 6 meses, y todos sabemos los infinitos beneficios de la lactancia materna, de modo que la decisión no debería entrañar mayor problema, pero hoy día la teta se cambia con una pasmosa rapidez por el biberón y por fórmulas preparadas. Madres modernas. Malas madres ignorantes, habría que puntualizar.
Si a esto le sumamos el pobre conocimiento que tienen algunos profesionales de la salud sobre la lactancia natural, ya tenemos el lío montado y la indecisión o equivocación de muchas madres que optan por complementar las tomas, o directamente por sustituir la teta por las leches artificiales de empresas comerciales. Gran error.
Las tonterías son tantas que la sociedad olvida que el ser humano es un mamífero y que, como tal, está programado genética y biológicamente para amamantar a sus crías. Seremos todo lo inteligentes y finolis que queramos, pero al fin y al cabo nuestros hijos son crías.
Esta sociedad moderna, en la que la tontería avanza que es un primor, nos aleja cada vez más de la vida natural y de lo que somos biológicamente. Otro gran error. Actualmente, están documentadas científicamente las ventajas de la lactancia materna y nadie en su sano juicio las pone en cuestión. La leche materna se ha perfeccionado durante miles de años de evolución humana hasta convertirse en un método de alimento idóneo para la transmisión de anticuerpos y la protección natural contra enfermedades, que es una de las razones básicas para la crianza tradicional con teta (o leche materna, si usted prefiere ser más refinado).
Ningún biberón puede competir con las ventajas de la lactancia materna: fuertes vínculos afectivos entre madre e hijo; protección contra enfermedades y alimento natural. Lo tiene todo. Es un chollo. Yo porque no puedo, que si no…
Las estadísticas reflejan que las nuevas madres (no todas, afortunadamente, pero sí muchas) son peores madres porque están optando por el biberón a partir de los seis meses o incluso antes. No sé para qué se piensan que tienen las tetas. ¿De adorno, quizá? ¿Para ponerse lo último en lencería sexy? (y eso que esto no me parece mal…). Los casos de lactancia prolongada son poquísimos y cada vez se abandona antes la lactancia materna, infinitamente antes de lo que se debería biológicamente hablando. Es otra consecuencia directa de algunos de los nuevos y detestables hábitos femeninos (el tabaco, la ingesta de alcohol y la adicción al Wassap y las redes sociales son otros), que en esta ocasión tienen un efecto devastador en sus propios hijos.
La técnica de mamar, que llevan los críos de forma innata en sus genes, es algo que deben practicar y que su madre debe estimular, pero ahora lo que sucede es que les ponen el chupete o el biberón a las primeras de cambio, y santas pascuas. El abuso del biberón hace que la pobre criatura no desarrolle el aprendizaje de mamar y se malogre la lactancia natural. Me da una pena que estoy por dar subvenciones y todo…
Las razones que se dan para sustituir la lactancia materna tienen más que ver con el desconocimiento y la comodidad que con la realidad. Porque una cosa está clara: la lactancia materna requiere dedicación exclusiva, sobre todo al principio, porque a diferencia de otro mito que se ha extendido, los peques no tienen horario de comer ni de dormir; pueden hacerlo a cualquier hora.
El tema de horarios es una imposición social de los trabajos que nada tienen que ver con las necesidades reales de los bebés. De ahí que la buena crianza de niños y los trabajos sean incompatibles, como todas las mujeres terminan descubriendo. Crianza que les corresponde, biológicamente, a las mujeres. Todo esto, que es de sentido común, hay que afirmarlo hoy día, que se intenta imponer un modelo ideológico que en nada favorece a los bebés.
En una situación natural y más sana, un bebé come cuando tiene hambre, lo que requiere que la madre, y sus tetas, estén siempre disponibles. Esto es lo óptimo, lo demás son excusas adultas para que el crío no interfiera en la actividad social de los adultos.
Por la comodidad de las mujeres, el desconocimiento y por una sociedad cada vez más artificial que impone obstáculos a lo que es biológicamente normal, la lactancia materna está entrando en un declive peligroso en el que cada vez menos madres dan la teta, o la dan muy poco. Algo que se puede perder, con todos sus beneficios, en cuestión de una generación, porque si las madres de hoy no dan la teta, sus hijas tampoco sabrán cómo darla porque habrán perdido esa habilidad que es aprendida por imitación de nuestros progenitores.
Y así estamos perdiendo la identidad y lo mejor de nosotros como especie. Un eslabón más en la desintegración social que avanza sin parar. Los únicos beneficiados: las empresas comerciales que tienen en la leche infantil un pingüe negocio.
Por eso, no lo dude, si usted va a tener un hijo o tiene intención, pregunte a la madre si va a dar la teta. Esto es básico si quiere hijos que se críen de forma natural y bien, con todas las prestaciones de la lactancia materna.