La lechuza
Una de las aves que se encuentra en peligro es la lechuza, cuya población ha disminuido un 13% en la última década. Los riesgos que afronta son tantos, que en España han desaparecido hasta un 50% en algunos lugares, como Extremadura. Su desaparición nos alerta de la pérdida de biodiversidad en el campo.
Aunque es un ave protegida y está prohibida matar, capturar, perseguir, molestar o destruir sus nidos, su desaparición es una realidad y se debe a varias causas. Una de ellas es la transformación del medio agrario. Así, donde antes había gran diversidad de cultivos adaptados a las características hídricas de cada zona, ahora hay grandes extensiones de un único tipo de cultivo. Si a eso le sumamos el uso de plaguicidas y rodenticidas, tenemos campos contaminados con grave pérdida de biodiversidad, menos insectos, menos roedores y, por tanto, menos alimento para las aves.
Para colmo de males, la despoblación del medio rural en España está provocando que las lechuzas auténticas, no las que se esconden tras los visillos de las casas como cotillas, pierdan sus lugares de nidificación: granjas, caseríos, campanarios, desvanes, buhardillas….
La situación de la lechuza nos alerta sobre la necesidad de adoptar medidas que fortalezcan sus hábitats y permitan volver a aumentar las poblaciones de esta ave rapaz nocturna, de vuelo ágil, elegante y silencioso, que gusta de instalarse en las cercanías de los núcleos humanos.
En España la subespecie más extendida es la Tyto alba, la lechuza común, presente en toda la península, Baleares, Ceuta y Melilla, y en las islas canarias occidentales. La subespecie gracilirostris está presente en Fuerteventura, Lanzarote y Alegranza. Además, se puede ver a la subespecie guttata, más oscura, que suele comportarse como invernante y que procede del este y centro de Europa.
Es importante tener en cuenta que las lechuzas integran una familia de aves con muy pocas especies (unas 16). De todas ellas, la más abundante es la lechuza común o Tyto alba pero hay descritas hasta 46 subespecies deTyto alba, y algunas son candidatas a convertirse en especies por tener diferencias significativas. O sea, que en esto de lechuzas hay más meollo del que parece a simple vista.
Actualmente, además de España, la lechuza común se extiende por casi todo el mundo. Sólo no está presente en regiones muy frías (por ejemplo, el Ártico) y en puntos desérticos o excesivamente áridos. Vamos, que de tontas no tienen ni una pluma. Tampoco se la puede ver en algunas islas del Pacífico, en casi toda Indonesia o al norte de los Himalayas. En cambio, está presente en Europa, excepto Escandinavia e Islandia. De hecho, es la única especie de la familia Tytonidae -titónidos- presente en Europa.
Para los interesados en lechuzas (los animales, no la subespecie humana), deben saber que pertenecen a la familia de las aves rapaces nocturnas o estrigtiformes (algo que te queda de lujo si quieres fardar de léxico culto), al igual que los búhos, los mochuelos, los autillos y los cárabos. Este orden se divide en dos familias, los titónidos o lechuzas; y los estrígidos (Strigidae), que incluye al resto (con esto ya remata al interlocutor). Pero no, no se equivoque, las lechuzas no son búhos. En realidad, la confusión viene del inglés (como tantas otras cosas) donde todas las rapaces nocturnas se denominan owl (por ejemplo, lechuza es barn owl o búho de granero. El cárabo uralense es Ural owl). Lechuzas y búhos reales, por ejemplo, se diferencian en los ojos: amarillos en el caso del búho, negros en el caso de la lechuza, y en que el búho es de mayor envergadura. El búho real no tiene disco facial tan marcado y presenta unas plumas a ambos lados de su cabeza (los penachos). Por cierto, aunque lo parezca, los penachos no son orejas. Queda avisado. Si los confunde es bajo su responsabilidad, a mí no me reclame.
Lo sé, llegados a este punto su curiosidad se ha desatado y desea saber cómo vuelan nuestras amigas las lechuzas. No, descuide, no van en Delta Airlines ni en Iberia. Las lechuzas, listas que son ellas, vuelan en silencio. Sus plumas tienen una estructura especial (que ya quisieran replicar los científicos) que permite que la fricción con el aire sea amortiguada. Así pueden utilizar el efecto sorpresa a la hora de cazar. Además, son especialistas en volar lento, lo cual les permite localizar mejor a sus presas. Lo dicho: listas, silenciosas y especialistas en cazar. ¿A que no se lo esperaba viendo esa cara de lechuza? Pues sí.
Ya sé que he desatado un monstruo ávido de conocimiento en usted. Le doy más información y no se me queje. Las lechuzas son aves carnívoras, sí, sí, como lo lee. Suelen alimentarse de pequeños mamíferos como los ratones o los topillos. Por esa razón, en muchos países europeos se las considera aliadas de los agricultores. De hecho, y es una de las cosas buenas que hacen los humanos a veces, existen auténticas redes de postes y de cajas nido para permitir que las lechuzas aniden y coman los ratones que afectan a los cultivos. También existen graneros adaptados para que aniden. Esto me llena de orgullo y satisfacción (que diría cierto rey español). Estas aves engullen a sus presas por completo pero no digieren ni la piel, ni el pelo ni los esqueletos. Estos desechos son regurgitados posteriormente en una bola conocida como egrapópila. Sí, hombre, las famosas egrapópilas que todos hemos visto en el campo.
A diferencia de la mayoría de las aves, los ojos de la lechuza están en posición frontal, de modo que pueden calcular la profundidad y observar la realidad en tres dimensiones. Esto mola, no me diga que no. Para poder ver lateralmente, su cuello les permite girar la cabeza 180 grados a cada lado. Mola mogollón total este giro de cabezón. Su vista tiene casi el doble de sensibilidad a la luz que la del ser humano y percibe todo lo que se mueve. Sus ojos también funcionan bien a la luz del día pero los destellos repentinos -por ejemplo, de los coches- pueden cegar su vista momentáneamente.
Sé que me va a hacer la gran pregunta porque se lo veo en la mirada, así que me adelanto. No, las lechuzas residentes en España no emigran (se ve que están muy a gusto), aunque en invierno se produce la llegada de lechuzas europeas. Ya sabe, colegas lechuzas que llegan en plan guiri a ver cómo se vive en el sur de Europa.
En cualquier caso, en general, las lechuzas son sedentarias y muy cosmopolitas. Les encanta la vida de pueblo. Anda que no son listas ni nada. No en vano, se la conoce como lechuza de campanario en muchos sitios (y recordemos la lección anterior: en inglés se denomina búho de granero). Pues eso.
Mini capítulo aparte merece su oído. Las lechuzas escuchan con la oreja en la cara. Sí, sí, no se espante. Son conocidas por su prodigioso sentido del oído y si éste tiene un elemento característico es su disco facial. Además de cumplir con las típicas funciones de una cara, el disco actúa como una especie de antena parabólica que capta y distribuye el sonido hacia los dos oídos del ave, convenientemente escondidos a ambos lados de la cara. Vamos, que ahí donde la ven, la cara de la lechuza es una gran oreja parabólica o radar que todo lo capta.
Las lechuzas, al igual que todas las rapaces, duermen de pie. Acostumbran a dormir todo el día y están más activas al amanecer y al atardecer. Normal, esos momentos son tremendamente bellos y los quieren disfrutar sin los pelmas de los humanos dando la vara.