La batalla de Keystone
Si actualmente hay una batalla ecológica abierta en Estados Unidos y Canadá, ésa es la del oleducto de Keystone, que va desde Canadá hasta el Golfo de México, atravesando varios estados de EE.UU.
El oleoducto es propiedad de la empresa TransCanada, y comenzó a construirse en el año 2008. Ahora, el desarrollo de su cuarta fase, que supone una expansión en su capacidad actual, se encuentra a la espera de aprobación oficial tras algunos debates entre el Congreso y el presidente Barack Obama.
Entre quienes se oponen al oleoducto encontramos a ecologistas, vaqueros e indios, que han forjado una alianza inesperada y potente para frenar el tramo final del oleoducto. Para ello representantes de la Cowboy Indian Alliance (CIA), la alianza que agrupa a indígenas y vaqueros, acamparon en Washington entre los pasados 22 y 27 de abril, con el propósito de reclamar a Obama que cumpla su promesa de «poner fin a la tiranía del petróleo». Enfrente de ellos quienes defienden otros intereses se manifiestan a favor de la construcción del oleoducto.
La Cowboy Indian Alliance, herederos de las raíces culturales de este país, están liderando la batalla ambiental más importante que tenemos abierta y lo estamos haciendo desde la unión y el respeto a la naturaleza, que son dos señas de identidad irrenunciables para todo estadounidense que se precie. Han sido los nativos americanos a ambos lados de la frontera estadounidense y canadiense, junto con los vaqueros, ganaderos y agricultores del Medio Oeste de EE.UU quienes más y mejor están plantando cara a los intereses petroleros para salvaguardar unas tierras que pertenecían a sus habitantes originarios y un futuro que sea respetuoso con el medio ambiente.
En esta misión para salvar la Madre Tierra, como lo definen las asociaciones de indios nativos en la lucha, hemos encontrado un punto de encuentro y sanación del pasado, olvidando diferencias y heridas para luchar codo con codo por nuestra responsabilidad para con estas tierras, con un nuevo compromiso solidario que tiene como base la defensa activa de la naturaleza.
Uno de esos símbolos de unión es el acuífero de Ogallala, en Nebraska, una gran fuente de agua potable de la región usada por los ganaderos y la misma agua de la que beben los indígenas, y que los vaqueros de Nebraska han logrado en los tribunales que el gobernador no regalara esas tierras por las que pasa al oleoducto de Keystone.
Los indios fueron los primeros en luchar contra el oleoducto y advertir sobre los problemas que surgen cuando no le prestamos atención al planeta y le imponemos nuestra voluntad. Palabras que han sido escuchadas ampliamente y formado un frente común frente a Keystone, que podría suponer un cambio en la tendencia de explotación continua y agresión al medio amiente.
Esta batalla no es la primera que la Cowboy Indian Alliance afronta. La alianza se formó en la década de 1980, cuando los ganaderos y grupos tribales se unieron para luchar contra la explotación de uranio, el abuso de expropiación, la contaminación del agua, y proteger los derechos de propiedad.
Hoy, el oleoducto de Keystone, en su trazado previstro, representa tanto para los indígenas como para los vaqueros, una amenaza a sus fuentes de agua potable y sus tierras que no piensan tolerar sin luchar.
De momento, la Administración Obama ha retrasado indefinidamente su decisión sobre este controvertido oleoducto Keystone XL, a pocos días de que expirara el plazo de tres meses que tenía para dar su visto bueno a un proyecto que sigue generando profundas divisiones de opinión en todo el país. Según comunicó el Departamento de Estado en un comunicado, las agencias estatales que debían revisar el proyecto hasta comienzos de mayo «necesitan tiempo adicional» para emitir sus conclusiones.
Les aseguro que se puede concluir bien rápido, sólo hay que ser valientes en esta conclusión, algo que al parecer le cuesta a nuestro gobierno.
Todo depende también del litigio aún abierto en la Corte Suprema de Nebraska sobre el proyecto y que en último término podría afectar la ruta del oleoducto en este estado, así como del impacto que está provocando el número sin precedentes de nuevos comentarios públicos, más de 2.5 millones, durante el período establecido para ello, que concluyó el 7 de marzo.
Mientras el tema se dirime, el oleoducto Keystone XL seguirá siendo la gran batalla ecológica abierta en el país entre quienes defienden el medio ambiente y los que defienden intereses económicos.
Este proyecto prevé la construcción de casi 1.900 kilómetros nuevos de oleoducto que permitirían conectar las arenas bituminosas en el oeste de Canadá con los oleoductos ya existentes para llevar el crudo a las refinerías en el estado de Texas. Su objetivo es transportar hasta 830.000 barriles de petróleo diario desde Alberta, Canadá, y para ello el oleoducto debe atravesar los estados de Montana, Dakota del Sur y Nebraska antes de conectar con otro oleoducto que llegue hasta la costa del Golfo de México. Aquí es donde la batalla se libra abiertamente.
A finales de enero pasado, el proyecto superó una prueba clave al recibir el visto bueno del Departamento de Estado, que concluyó que el oleoducto no tendrá un impacto ecológico significativo que hubiera impedido su construcción. A partir de ese momento se abrió un proceso de revisión de tres meses en los que las agencias ligadas al proyecto debían emitir su opinión antes de que el gobierno de Barack Obama tomara una decisión definitiva, que con el anuncio realizado se vuelve a retrasar.
Ahora todos debemos contribuir, en la medida de nuestras responsabilidades, a determinar si el proyecto del oleoducto Keystone XL implica un interés nacional o si debe prevalecer el respeto al medio ambiente y las personas ligadas a las tierras por las que atravesaría. Una tarea nada fácil, pero decisiva y necesaria. La decisión afecta no sólo a mucha gente sino también a parte del corazón de nuestras tierras.