La política exterior de Trump
Cualquier analista o ciudadano mínimamente inteligente está disfrutando este último año las meteduras de pata históricas de los medios de comunicación y de una prensa progresista manipuladora que no da ni una. Nos contaron que con Trump el Dow Jones se hundiría y resulta que está en el nivel más alto de la historia, y ha subido más de un 28% desde la elección. Que destruiría el país y se iría al carajo. Ya vamos creando más de un millón setecientos mil empleos, el paro está en el nivel más bajo en 43 años y los empleos manufactureros regresan al país. La prensa mentirosa nos contó la milonga de que Trump poco menos que llevaría al mundo a una guerra mundial. Y no sólo no ha sido así, sino que con astucia y habilidad ha derrotado al Daesh en su propio terreno y los países con los que entabla negociaciones de algún tipo afianzan la alianza con Estados Unidos.
Los medios, en ese mundo irreal y ficticio que se han montado, en el que Trump es el villano en vez del presidente popular apoyado por millones de estadounidenses que es en realidad, anunciaban a bombo y platillo que Trump aislaría a Estados Unidos del mundo. Después de reír a gusto un buen rato, podemos centrarnos en la realidad.
El presidente Trump se encuentra en estos días en su cuarto viaje internacional, el más largo de un presidente norteamericano. No está nada mal para un presidente que tildaban de aislacionista. En este primer año de mandato presidencial (sí, ese hueso atravesado en las gargantas progresistas de los que mintieron hasta la extenuación para que ganara la corrupta Hillary Clinton), Trump ha puesto en marcha una política exterior fuerte que responde como nunca a los intereses del país y del pueblo estadounidense. Los resultados son sensacionales para tener sólo un año de desarrollo. Ha metido en vereda al régimen sirio de Bashar el Asad; está preparada y ultimada la respuesta al régimen de Corea del Norte para cuando llegue el momento de darle a Kim Jong-un la Gran Colleja; se han fortalecido los vínculos comerciales y militares con aliados claves como Gran Bretaña, Francia, Japón y Polonia.
La trayectoria de Trump en política exterior ha sabido adaptar sus enfoques con flexibilidad a las circunstancias cambiantes, ha cortado de raíz las conexiones con las políticas anteriores que practicaron otros presidentes y ha introducido una negociación estratégica que conlleva importantes éxitos para Estados Unidos no sólo a nivel político, sino también comercial, económico y militar. Con Trump se ha acabado la política buenista y políticamente correcta a expensas del contribuyente americano. Cada acción de gobierno se enfoca a lograr resultados óptimos para el país y los ciudadanos.
Trump está aplicando una política exterior sumamente inteligente. Su última gira por Asia, que incluye Japón, Corea del Sur, China, Vietnam y Filipinas, refleja la importancia que concede a los países que ofrecen buenas oportunidades de futuro y que se muestran firmes en las alianzas con Estados Unidos. Trump ha logrado que China sea más un buen aliado que un enemigo y está reafirmando la alianza con Japón, que es vital para mantener la paz, la estabilidad económica y la seguridad en toda Asia.
Las amenazas exteriores son muchas y variadas, y entre ellas destacan las amenazas del régimen norcoreano de Kim Jong-un y del régimen iraní. Por eso, Trump está decidido a afrontar ambas y solucionarlas en un plazo de tiempo razonable y cuando sea oportuno.
El verdadero cambio de las relaciones diplomáticas, comerciales y militares de Estados Unidos con el mundo ha llegado con Trump, que está redefiniendo las mismas en base al liderazgo americano y a relaciones personales más sinceras con los líderes de otros países.
La política exterior de Trump se basa en la fortaleza de los Estados Unidos, no en pedir perdón por hechos pasados, sino en aplicar los principios de libertad, democracia y nuevas oportunidades. El Presidente Trump ha puesto en cuestión todos los tratados comerciales y militares, los ha colocado bajo nueva supervisión y actualización, y eso es lo más inteligente porque el mundo ha cambiado, nuestros intereses también, y necesitamos adaptar Estados Unidos al nuevo entorno mundial sin las ataduras de compromisos obsoletos.
En su discurso de aceptación al ganar la presidencia, el pasado año, Trump prometió desarrollar una política exterior que pondría a Estados Unidos primero, incrementar las fuerzas militares para hacer frente a las amenazas exteriores, la inmediata destrucción del Estado Islámico, y el rechazo a los acuerdos comerciales que maniatan al país. Y a fe que es lo que está cumpliendo. Trump se comprometió a que el país sería fuerte de nuevo, grande y un verdadero amigo y aliado, con una política exterior coherente basada en los intereses estadounidenses y los intereses compartidos con nuestros aliados. El espíritu de aquellas palabras ha guiado sus pasos todo este tiempo y ha cumplido de sobra. Al valorar la política exterior de Trump y sus esfuerzos internacionales debemos recordar que el presidente es fiel a su declaración: “El mundo debe saber que no vamos al extranjero a buscar enemigos; al contrario, siempre nos alegra que los viejos enemigos se vuelvan nuestros amigos y que los viejos amigos se conviertan en aliados (…)“Eso queremos: traer paz al mundo”.
Por los caminos y políticas que sean necesarias, Trump está cumpliendo esta premisa. Con negociación hábil unas veces, con ataques militares selectivos otras, con declaraciones mesuradas o declaraciones incendiarias, según el momento o el país que tiene enfrente, con movimientos tácticos que siempre logran una victoria para Estados Unidos y con el carisma y liderazgo que están tallando una de las presidencias más apasionantes de las últimas décadas.
Trump aseguró apenas fue elegido que no tenía pensado seguir el consejo de la élite que había manejado la política exterior de este país, que seguiría sus convicciones y los consejos de expertos en cada momento y circunstancia. Un año de presidencia se saldan exactamente con una política exterior nueva y exitosa, que ha desafiado la ortodoxia republicana y demócrata. Como hiciera Reagan, Trump ha puesto en marcha una política exterior propia y genuina, muy trumpiana, que ya está modelando el mundo en el que vivimos. Y es para mejor. Una política exterior ejercida desde una posición de fortaleza hacia Rusia, China, los países europeos y en general. Trump, que es un presidente que sabe escuchar y rodearse de las mejores mentes que ofrecen soluciones prácticas a los problemas, ejerce como tal y utiliza la política exterior no para quedar bien sino no interés de los ciudadanos de este país.
Las políticas reales de Trump, que como buen negociador sabe adaptarse perfectamente a los cambios, van por el camino correcto y están logrando resultados positivos. El presidente no se ha rendido ante los desafíos que se plantean desde fuera del país y con su política exterior innovadora y hábilmente impredecible está en la senda para lograr una transformación profunda del escenario mundial para desconcierto de analistas y periodistas prepotentes, de políticos acomodados en el seno de burocracias alimentadas por generosos presupuestos públicos y de rivales ideológicos desamparados y rabiosos en su derrota continua ante Trump; el Presidente que está cambiando la política exterior de Estados Unidos para alegría de los patriotas y de los ciudadanos leales con este país.
La política exterior de Trump se define como realismo con principios enraizado en nuestros valores, intereses compartidos, y sentido común. Es una política eficaz, que funciona, que tiene éxitos, sencilla, directa, brillante y ganadora. Una política netamente estadounidense.
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