Donald Trump y el futuro del movimiento MAGA
El papel de Donald Trump va más allá de liderar el Partido Republicano y juega un rol decisivo en la formación de nuevos líderes conservadores que defienden con ahínco su agenda política MAGA, la cual está aquí para quedarse.
El éxito electoral de Trump y de su presidencia ha inspirado a una nueva generación más joven de defensores auténticamente conservadores de MAGA. También a líderes maduros que no tienen miedo de dar un paso al frente para luchar contra los socialistas del actual Partido Demócrata.
Trump no sólo arrebató la nominación presidencial al establishment republicano que durante décadas había ejercido un control total del Partido Republicano, las estructuras de recaudación de fondos y los think tanks de pensamiento que determinan las prioridades y la agenda política. Trump voló todo esto por los aires en 2016 y se ha asegurado de que no vuelvan a imponer su dominio. Sus respaldos a los candidatos conservadores que se postulan para las elecciones al Congreso este año, es una extensión de esta estrategia que garantiza que el Partido Republicano vuelva a defender políticas realmente conservadoras y ponga a los Estados Unidos y a la gente en primer lugar de la acción de gobierno.
Trump no sólo derrotó a los candidatos del establishment en aquellas primarias republicanas de 2016, y a la oposición institucional de ese mismo establishment en 2020, sino que derrotó su agenda política de una manera que ha cambiado el debate conservador. Ahora, está inmerso en la lucha contra los RINOs (Republicanos Sólo de Nombre) que todavía quedan en el Partido. Cuando consiga expulsarlos de la vida política, se habrá cerrado el círculo y habrá devuelto el poder al pueblo. Mientras el Partido Demócrata se entrega a un puñado de multimillonarios izquierdistas y radicales socialistas, el Partido Republicano volverá a ser el partido del pueblo, tal y como era en sus orígenes.
Al liderar el discurso político en sus temas recurrentes sobre defensa, comercio, política exterior, inmigración, impuestos, seguridad ciudadana, educación, etc, Trump no sólo ha destrozado con habilidad la ortodoxia bipartidista, o más bien el pasteleo que había reinado en Washington y en el país durante décadas, sino que ha atraído a numerosos fervientes partidarios de su agenda MAGA que defiende los intereses de los ciudadanos. Trump ha puesto bajo el foco una realidad que nadie se atrevía a tocar hasta que él se postuló a la presidencia: a pesar de la falta de apoyo popular, el establishment republicano y demócrata se había asentado en un amplio consenso respaldado por las corporaciones en una serie de temas, tales como estar a favor de una inmigración sin restricciones, malos acuerdos comerciales que subsidiaban el traslado masivo de la fabricación estadounidense al extranjero, con sus correspondientes miles de empleos, y la importación masiva de productos baratos, bienes extranjeros (a menudo productos del trabajo de los esclavos) y políticas intervencionistas en el extranjero. Cualquier disidencia de este consenso era marginada rápidamente por los gerifaltes del establishment del Partido Demócrata y Republicano, y se etiquetaba a los que osaban alzar la voz como extremistas, locos, fanáticos o las tres cosas.
Trump liquidó todo eso de un plumazo y la democracia estadounidense jamás se lo podrá pagar lo suficiente. De esta manera salvó a los Estados Unidos de un sistema que se estaba corrompiendo y expuso ese pantano de corrupción a la vista de los ciudadanos. El Partido Demócrata y la Administración Biden tratan de recuperar todo aquello, pero Trump sigue liderando el movimiento MAGA y no lo pueden derrotar porque ahora va más allá de él y se centra en una legión de nuevos candidatos conservadores que defienden los intereses de los estadounidenses de la clase media oprimida y abusada por la agenda política de una élite corrupta. El ascenso y la presidencia de Trump demostró que todo lo que faltaba era un líder ganador lo suficientemente independiente del establishment y las principales estructuras del partido para contrarrestar el falso consenso y las artimañas bipartidistas que vendían al país en beneficio de unos pocos.
La labor de Trump como activo político no ha terminado ni mucho menos. No sólo pensando en una nueva candidatura a la Casa Blanca en 2024, sino por el trabajo que queda por hacer. En estos años, Trump ha cambiado el debate político y revelado a la gente común la corrupción de algunas de las principales instituciones estadounidenses y mundiales. En un tiempo récord, Trump movió a las bases del Partido Republicano y a millones de votantes independientes y también demócratas hacia la agenda de América First (América Primero), que tan buenos resultados proporcionó en su presidencia. Así, volvió a conectar con innumerables millones de votantes olvidados y no representados por un sistema político en gran parte corrupto y que había abandonado los intereses ciudadanos en gran medida. Trump los dio voz de nuevo y cumplió todas sus promesas, algo sorprendente en política.
El tiempo sigue jugando a favor de Trump. La incesante divulgación de las narrativas anti-Trump de los medios de comunicación progres y el espionaje que los demócratas efectuaron sobre Trump, se han vuelto en su contra y han hundido el prestigio de los principales medios corporativos y del Partido Demócrata, demoliendo su credibilidad a los ojos de todos los observadores objetivos y de cualquier ciudadano que se informa libremente en otras fuentes y sabe pensar.
Una de las últimas batallas exitosas de Trump ha sido exponer cómo la maquinaria demócrata, corporativa y mediática, ha sido capaz de corromper las elecciones presidenciales para aupar a un candidato elegido a dedo mediante un fraude electoral. Al visibilizar esta podredumbre, Trump está fortaleciendo la verdadera democracia americana. No ha sido el único palo por el culo que ha metido a aquellos que se pensaban intocables. El poderoso establishment de inteligencia, que se ha aprovechado durante décadas de miles de patriotas íntegros y valientes a los que ha sacrificado, quedó expuesto también; un establishment formado por burócratas politizados e inútiles, carentes de coraje real, capaces de participar con el establishment político y corporativo en un fraude masivo, propaganda y manipulación de los medios para mantener sus poltronas y promover el fin puramente político de deponer a un presidente legítimo (Trump) que amenazaba sus políticas preferidas y su modus vivendi corrupto.
Otro campo de batalla que Trump ha situado en el ojo público ha sido el establishment educativo, tanto a nivel universitario como de escuelas públicas, que durante décadas ha amparado e impulsado una ridícula corrección política y ha suprimido el discurso y el debate de ideas libre bajo la apariencia de «diversidad» e «inclusividad», marginando cada vez más a aquellos que defendíamos el conservadurismo y dando alas a absurdas teorías marxistas y socialistas. Trump ha denunciado con éxito el elevado nivel de fanatismo ideológico en la educación y la promoción interminable de agravios raciales y políticas de identidad por parte de los educadores (teoría crítica de la raza, discriminación positiva, etc), de una forma como jamás se había hecho hasta ahora.
De la mano de un Trump valiente hasta el límite, los ciudadanos estadounidenses han descubierto cómo las grandes corporaciones usaron y usan hábilmente la defensa y divulgación de las políticas socialistas woke («despertar») para desviar la atención de sus prácticas irregulares para acumular más riqueza y poder. Trump expuso la hipocresía, la tiranía y el totalitarismo de los gigantes tecnológicos, en cuyas aplicaciones de redes sociales y sitios web se aplica una censura brutal y no se detienen ante nada en el uso de esas plataformas para promover sus causas y candidatos, y suprimir el discurso de sus contrincantes ideológicos, en especial de los conservadores peleones que no se arrugan ante sus chantajes.
Trump se ha convertido así en el principal responsable de aumentar la conciencia de los estadounidenses sobre la corrupción institucional generalizada y encender la mecha de una revolución de America First para recuperar el país de una élite que ha traicionado los intereses ciudadanos durante décadas.
Desde que fue elegido Trump, durante su presidencia y aún ahora, los demócratas y sus aliados corporativos y mediáticos han socavado la agenda MAGA con engaños, mentiras y manipulaciones en un intento de revertir lo conseguido y volver a ese establishment corrupto que tanto echan de menos.
La buena noticia es que Trump resiste y tiene más seguidores que nunca, apoya a candidatos que defienden MAGA y se está preparando activamente para tener una Administración en la Casa Blanca y un Congreso mucho mejor y más competente que en la primera presidencia, en manos de gente leal y de confianza.