Optimismo
El optimismo es el valor vital que nos ayuda a enfrentar los problemas y las dificultades con buen ánimo y perseverancia, buscando el lado positivo de las personas y los acontecimientos, confiando en nosotros mismos, en nuestras
capacidades y oportunidades, que nos ganamos con ilusión, fe, y esfuerzo.
La persona optimista se caracteriza por tener unas cualidades que trabaja cada día: el entusiasmo, el esfuerzo, el dinamismo, el espíritu emprendedor y la alegría en cada acto diario.
El optimismo, a diferencia del pesimismo, se empeña en encontrar soluciones ante las dificultades, vence el desánimo, la tristeza, la apatía y la desidia con la fuerza de lograr nuevas metas y buscar nuevas oportunidades. Es una actitud personal, una fuerza interior, y una energía contagiosa que da vida, coraje, y esperanza.
No siempre el optimismo logra el éxito, aunque es un elemento importante para ello. En cualquier caso, esta actitud de “volver a empezar”, de “levantarse tras caer” cuantas veces sea necesario, nos hace mejores como personas y también nos concede mayores posibilidades de conseguir nuestros objetivos. Los fracasos y los errores sólo son parte de la vida, y ante ellos el optimismo es más necesario que nunca, porque es esa roca en la que anclamos nuestros nuevos esfuerzos y el espíritu de lucha.
El optimismo nos permite aumentar el esfuerzo personal y la iniciativa, pero también pedir ayuda cuando es necesario, de forma honesta y franca, sin dobleces, sin engaños. Sin falsos paripés ni fachadas artificiales, dándolo todo de forma sincera.
El optimismo es compañera de viaje del afán de superación, la perseverancia, el trabajo duro, el sacrificio, y la disciplina. Es esa fuerza invisible y apasionada que nos empuja a luchar por una meta y a mantener la confianza en nosotros mismos en cualquier circunstancia, tratando de superarnos cada día. Es nuestra aliada más poderosa en todo momento. Nuestra energía vital para seguir adelante.
El optimismo sabe ser inteligente, valorar las dificultades y afrontarlas con sensatez, sabe usar el sentido común y aprovechar las capacidades y limitaciones personales. Sabe actuar con inteligencia y medida. Sabe aparecer en los momentos más necesarios y tendernos una mano cuando la necesitamos.
El falso optimismo, aquél que se basa en mentiras, irrealidades, momentos pasajeros de felicidad artificial, ilusiones creadas por el dinero o cosas materiales, termina diluyéndose a la vuelta de la realidad, como un azucarillo en el café, sin dejar rastro de felicidad. Pero el optimismo que nace de una persona con la actitud adecuada, feliz consigo misma y su entorno, coherente, con las ideas claras y espíritu de lucha, se convierte en una herramienta poderosa para lograr objetivos, metas, y para alcanzar una mayor felicidad.
Aquellas cosas que jalonan la vida de momentos de falso optimismo (evasión sin sentido, alcohol, drogas, modas, fiestas, compromisos sociales…), termina chocando con la realidad y saltando en mil pedazos de frustraciones, amargura, depresión, y tristeza.
El auténtico optimismo es el que nace sincero de uno mismo, esa energía vital que desborda cada uno de nuestros actos, que no necesita de artificialidades externas ni palmadas en la espalda para prosperar y mantenerse firme. Y siempre nos sustenta de una forma sólida y eterna.
Un optimista nato sabe reconocer los momentos en que puede ser de ayuda, cómo motivar o inspirar a los demás. Sabe cómo superar el fracaso, ya sea en el trabajo, los estudios, los negocios, o el amor, aceptando lo inevitable, los defectos ajenos, y reconociendo las aptitudes y cualidades que pudieran tener las personas que nos rodean. Sabe cómo aprovechar sus propios valores y potenciarlos.
Ser optimista es una actitud que necesita de una disposición entusiasta y positiva. ¿Cómo lograrlo?
– Mira las cosas de forma positiva, valorando lo bueno.
– Contribuye con soluciones, ideas, y sugerencias. No te centres sólo en las críticas o las quejas.
– Busca tus cualidades y foméntalas, dedícales más trabajo para superarte.
– Se honesto y sencillo.
– Toma decisiones con confianza, pero basadas en una profunda reflexión, con optimismo, pero sin imprudencias.
– Busca estímulos que te motiven y nunca te des por vencido.
– Practica la fuerza de voluntad y la disciplina.
– Márcate objetivos, no te deprimas ante el fracaso o los reveses, que te sirvan de aliciente para seguir intentándolo.
– Haz los esfuerzos que sean necesarios con una actitud positiva y alegre, y dejarán de ser una carga para convertirse en un interesante reto.
-Convierte tu optimismo en una fuerza positiva para mejorar tu vida y que sea más plena y feliz.
-Se un optimista activo.
Una conclusión: vivir con optimismo, es camino a la felicidad.
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