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Fondos Oceánicos

Es tal la cantidad de información que se genera actualmente que gran parte de ella permanece ignorada o perdida entre las miles de noticias que se producen a diario. Sin embargo, conviene resaltar algunas de ellas por la trascendencia que implican y que pocas veces ocupan espacio en unos medios de comunicación que se han convertido más que en informadores en generadores de contenidos para entretener a la gente, sin un propósito divulgador y formativo.
Dentro del panorama medioambiental destaca el dato de que sólo el 4% del fondo oceánico puede considerarse intacto. Esto es así porque en las últimas décadas se han producido agresiones de enorme magnitud que han alterado el equilibrio de los fondos oceánicos y sus ecosistemas marinos, cuya fragilidad los pone en el punto de mira de las agresiones.

La sobrepesca a la que sometemos a nuestros océanos, las ilegalidades que muchas veces cometen los pesqueros, los vertidos incontrolados de petróleo (como el descomunal de BP en el Golfo de México), la saturación de la navegación comercial, la contaminación mediante deshechos de todo tipo, la alteración de la temperatura de las aguas, etc, hacen que la huella humana se deje notar de forma grave y cada vez más palpable en la naturaleza.
La concienciación sobre lo que sucede en los fondos marinos cuesta hacer llegar más a la opinión pública que lo que sucede en tierra, por ejemplo, en un bosque que se incendia, porque la gente tiende a no preocuparse de aquello que no ve. Y los fondos oceánicos y los problemas marinos pocas veces ocupan tiempo en los medios de comunicación y en las prioridades de las agendas políticas.
Sólo cuando se producen catástrofes muy dramáticas, como la que estamos ahora viviendo frente a las costas de Lousiana, Alabama, Mississippi y Florida, con el vertido de petróleo de la plataforma de BP, se despierta la conciencia y pasa a un primer plano de la actualidad. Por eso tal vez este accidente, rodeado de fallos clamorosos de seguridad y medidas preventivas que brillan por su ausencia, sirva para situar los problemas de los fondos oceánicos como prioritarios, que lo son, e impulsar una política medioambiental y energética más rigurosa y respetuosa con el entorno y nuestros tesoros naturales.
Un estudio dirigido por la Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, en Seattle, refleja que la acidificación de las aguas oceánicas del oeste de Norteamérica está aumentando por encima de lo previsto, lo que hace mucho más vulnerables a los ecosistemas marinos, por ejemplo, a la corrosión de los exoesqueletos de carbonato de calcio de muchos organismos. La reacción del dióxido de carbono con las aguas oceánicas reduce la existencia de iones de carbonato, que son necesarios para la producción de carbonato de calcio, el componente que utilizan una gran variedad de organismos para sus esqueletos y conchas.

Todos debemos ser conscientes de que proteger las riquezas de los océanos significa también proteger nuestro futuro, puesto que ya sea en forma de medicinas, alimentos, estabilización del clima, protección costera y de conservación de hábitats marinos, los océanos son para la humanidad un gran aliado y una valiosa fuente de recursos, como han demostrado numerosos estudios científicos. Sin embargo, ponemos toda esta extraordinaria riqueza natural en riesgo por la falta de defensas contra la sobreexplotación, la contaminación y las agresiones con origen humano.
Los gobiernos de los diferentes países y la sociedad en su conjunto deben comprometerse a establecer de forma inmediata una red de áreas marinas protegidas al amparo del Convenio Internacional sobre Diversidad Biológica, clave para preservar los espacios naturales oceánicos.
Para aquellos que aún dudan de la importancia de estas medias, convendría que supieran que el valor de los océanos refleja el valor económico de un amplio espectro de bienes y servicios que proceden de los mares. Los científicos estiman este valor en más de 21 billones de $US dólares anuales en todo el mundo, una cifra que se incrementa cada año. A pesar de ello, sólo está protegido el 0,5 de la superficie marina. Algo falla en esto y no son los peces ni los corales precisamente.
Hoy más que nunca tenemos la obligación moral de conservar la diversidad biológica de los océanos, pero es que además dependemos de los ecosistemas marinos intactos para sobrevivir y encontrar futuros fármacos medicinales y desarrollar nuevas tecnologías. En suma, para consolidar y ampliar nuestro progreso y bienestar económico y de salud. Es decir, resulta más barato y rentable proteger los océanos que destruirlos y esquilmarlos.
La riqueza de los océanos es especialmente reveladora en medicina, ya que muchos fármacos nuevos se obtienen de organismos marinos. Se sabe con certeza que las esponjas y otros invertebrados son fuentes generosas de nuevos antibióticos y principios activos en la lucha contra el cáncer y el Alzheimer. Sólo desde el punto de vista farmacéutico, los puntos calientes de biodiversidad marina se han valorado en $6.000 por hectárea.
La realidad es que desconocemos aún con exactitud el inmenso potencial que se oculta en los fondos oceánicos, a la espera de ser aprovechados por la medicina y las nuevas tecnologías, pero en cualquier caso se trata de un valor económico enorme en peligro de ser desaprovechado al poner en riesgo de desaparición a incontables especies vegetales y animales antes de que se descubran sus propiedades y potencial. Por no hablar de su inmenso valor ecológico.

Tampoco podemos obviar otra realidad: la sobrepesca y la contaminación de todo tipo colocan los stocks de pescado al borde del colapso en unas décadas, lo cual pone en peligro la alimentación de millones de personas en todo el mundo, así como el empleo de otros tantos millones, una combinación que podría conllevar una pobreza alarmante que no podemos permitirnos y que sería el caldo de cultivo para nuevos conflictos.
Así, frente a este panorama, la conservación de las costas se convierte también en una prioridad para la vida marina. Los arrecifes de coral intactos contribuyen a esta protección, de ahí la importancia de preservarlos.
Por último, desde un punto de vista climatológico, los océanos ayudan a fijar carbono, lo que contribuye esencialmente a que los procesos climáticos se desarrollen con naturalidad. Por ejemplo, sin la actividad biológica de los océanos, la concentración de CO2 en la atmósfera sería un 50% más alta, lo que tendría efectos devastadores.
Los nuevos comportamientos y actitudes de la sociedad son decisivos en esta lucha por la preservación de los océanos. Los estudios científicos realizados nos demuestran, por poner otro ejemplo, que el turismo ecológico de observación de delfines o tortugas en el Pacífico, el Índico o el Atlántico, ya genera tres veces más ingresos que el consumo de esas especies.
Concienciación y conocimiento de nuestro entorno son herramientas indispensables para conservar los valiosos fondos oceánicos. Una tarea que empieza, sin ir más lejos, por que usted haya leído este reportaje completamente y entendido lo que nos jugamos.




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