Nuevo Perfil del Pentágono
Si ha habido una institución que ha experimentado notables cambios desde que se produjeron los ataques terroristas del 11/S, hace diez años, ése es el Pentágono, que también fue atacado aquél día en su sede central en Washington D.C. con el Boeing 757 de American Airlines secuestrado, que se estrelló contra el lado oeste, provocó un incendio y mató a 184 personas.
Las consecuencias directas, aparte de los destrozos causados en el edificio y las muertes, fueron las dos guerras más largas y costosas de la historia estadounidense, en Irak y Afganistán, que han afectado directamente en las estrategias de combate desplegadas por las Fuerzas Armadas y la expansión del ejército, que hoy es más grande que hace una década, con más experiencia de combate, mucho más relacionado con la CIA y otras agencias de Inteligencia, con operaciones específicas para la lucha antiterrorista y mucho más respetado por la opinión pública estadounidense. Junto con esto, otra realidad también es cierta: muchos militares, que llevan soportando el peso de la guerra durante estos años con continuos despliegues, también están cada vez más cansados, se suicidan a un ritmo alarmante y entrenan menos para la guerra convencional y más para operaciones especiales.
Ahora, con el impacto de la crisis económica a todos los niveles, el Pentágono también debe hacer frente a las medidas de ajuste y austeridad tras diez años en los que su presupuesto se duplicó hasta los 700.000 millones de dólares de este año.
Uno de los desafíos inminentes para el ejército y la Marina, en especial, ya que ambos están implicados en Afganistán, se refiere a la necesidad de aumentar los entrenamientos, reforzar el rearme y renovar las fuerzas militares tanto en medios como en recursos humanos, y deberán hacerlo en un ámbito de austeridad y de presupuestos más limitados. También los soldados deberán enfrentarse a un presente y un futuro cargado de incertidumbre, sometidos a la presión mental y física de la batalla en primera línea, los despliegues largos y exigentes, así como la transición a la vida civil en muchos casos en un entorno de desconfianza, crisis y desempleo. El Pentágono va a tener en el coste de la atención a los veteranos una de sus referencias ineludibles en años próximos, que será más elevado y complejo.
El 11/S provocó un reordenamiento del Pentágono, hasta entonces centrado en amenazas externas al país, y que creó en 2002 el Comando Norte, con responsabilidades para defender el territorio estadounidense, compartidas con el Departamento de Seguridad Nacional, y la extensión de una estrategia que ha priorizado el ataque a la defensa.
En estos diez años, el Pentágono ha experimentado numerosos cambios, que empezaron de forma temprana ya en 2001, con la coordinación de una campaña militar no convencional con la CIA para atacar a los talibanes y Al Qaeda en Afganistán. Esto marcó la consigna para años venideros, un cambio de enfoque de guerra convencional a otro tipo de guerra antiterrorista, en el que la eliminación o captura de los terroristas enemigos se convirtió en la prioridad; una guerra de carácter más secreto y en coordinación activa con los servicios de Inteligencia.
Esta década ha servido también para poner de manifiesto que el poder militar debe ser complementado con otras acciones de carácter diplomático o de desarrollo para un mayor éxito de las operaciones, la denominada estrategia 3D (diplomacia, desarrollo y defensa).
Las fuerzas militares han crecido en esta última década, pero el crecimiento ha sido desigual. El ejército pasó de cerca de 480.000 miembros en 2001 a 572.000 este año, y la Infantería de Marina pasó de 172.000 a 200.000, pero ambos están en condiciones de reducirse de nuevo en breve. La Fuerza Aérea y la Marina, por el contrario, se redujeron. La Fuerza Aérea perdió cerca de 20.000 puestos desde el año 2001 y la Marina unos 50.000.
El mayor incremento, sin duda, en términos porcentuales, se ha producido en las fuerzas especiales, mejor adaptadas al tipo de guerra que se está desarrollando, un papel de creciente relevancia que va a seguir aumentando y que es el cambio más duradero que ha efectuado el Pentágono.
Así, la Marina tiene ahora 2.600 miembros bajo el Comando de Operaciones Especiales. Otras unidades en el comando incluyen a los SEAL, los boinas verdes, los rangers, los delta force y las tropas de asalto del ejército y de intervención rápida de la Fuerza Aérea. En total, esas fuerzas de operaciones especiales aumentaron de 45.600 en 2001 a 61.000 actualmente.
Las guerras de Irak y Afganistán también han lanzado al estrellado a numerosos héroes nacionales, entre ellos algunos de los grandes generales de los últimos tiempos, como David Petraeus, que prestó servicio tres veces en el comando en Irak y una vez en Afganistán antes de ponerse al frente de la CIA como director. El excomandante del ejército en Irak, el general Raymond Odierno, que está a punto de convertirse en el principal general del ejército, y el actual jefe del ejército, el general Martin Dempsey, quien sirvió dos veces en el mando en Irak, y que debe reemplazar al almirante de la Marina Mike Mullen como el próximo presidente del Estado Mayor Conjunto.
Actualmente, las Fuerzas Armadas son vistas más favorablemente por la opinión pública estadounidense. Por ejemplo, una encuesta de Gallup en junio pasado determinó que el ejército es la institución nacional más respetada, con un 78% de los encuestados que expresaron una gran confianza. Eso representa 11 puntos por encima del promedio histórico de Gallup, que se remonta a la década de 1970.
Además, las nuevas tecnologías aplicadas al combate, junto con los comandos especiales, son las nuevas estrellas del Pentágono, como los aviones teledirigido tipo «drone»: «Predator», etc, que permiten vigilar el campo de batalla y disparar misiles a objetivos seleccionados, los helicópteros invisibles, las aplicaciones informáticas para el armamento y los nuevos equipamientos de los soldados, mucho más sofisticados y de avanzada tecnología.
En suma, un renovado Pentágono del siglo XXI que encara estos próximos años que serán determinantes para el papel y el liderazgo de Estados Unidos en el mundo.