Trump o el caos demócrata
Las elecciones de 2020 en Estados Unidos son las más importantes y decisivas en las últimas décadas. Mientras los demócratas de Biden intentan amañar las elecciones mediante el voto por correo, el presidente Trump trata de salvar el país con una victoria arrolladora que no permita que se las roben.
Sólo Donald Trump puede reactivar la economía, tal y como está demostrando ya, por ejemplo, con la creación de 10 millones de empleos en sólo 4 meses, de mayo a agosto. Una cifra en aumento y que se verá reforzada en los próximos meses. Sólo Trump puede evitar que la presidencia del país caiga en manos de la izquierda radical que controla el Partido Demócrata actualmente y mantenerla a raya en los próximos cuatro años.
En verdad en ningún momento antes ha habido una elección más clara entre dos visiones para el país, dos filosofías distintas y dos agendas diferentes para el futuro de los Estados Unidos. La decisión que afrontamos los votantes se resumen en si votaremos volver rápidamente a una prosperidad récord como la que teníamos antes de la pandemia del coronavirus y en mantener la ley y el orden en las ciudades vandalizadas por las hordas de terroristas urbanos de Antifa y BLM.
Es Trump y los republicanos o el caos que abanderan Biden y los demócratas. Así de sencillo. Cualquiera que siga estas elecciones de forma objetiva, alejados de las noticias manipuladas de los medios y la prensa, comprobará que el candidato demócrata, Joe Biden, es una marioneta rota y enferma, sin energía e incapaz de ilusionar, en manos de la izquierda radical que quiere demoler la historia y la cultura estadounidenses y sus valores.
Mientras Trump recorre el país con mítines y encuentros vibrantes con los electores, Biden se esconde en su sótano y apenas se deja ver. Trump llama a votar de forma presencial y busca unas elecciones limpias y transparentes. Biden quiere un pucherazo masivo mediante un fraude general en el voto por correo que le permita no reconocer la victoria del presidente y alargar la noche electoral durante días con recuentos infinitos hasta consumar el golpe y robar las elecciones.
Sólo los votos de los ciudadanos que buscan reelegir a Trump evitarán la manipulación de las elecciones.
El panorama actual se resume en una imagen clara: Trump defiende a la gente que quiere rezar en las iglesias. Biden a los Gobernadores y alcaldes demócratas déspotas que impiden reunirse a los ciudadanos en las iglesias, o los castigan por ello, pero permiten los disturbios, los saqueos y los incendios en las ciudades donde gobiernan.
Si Biden gana estas elecciones, o más bien si consigue robarlas, los anarquistas y los terroristas urbanos, ganan con él porque es su títere. Si gana Trump, ganamos los ciudadanos que deseamos prosperidad, una sociedad libre, justa y segura.
Biden ha cometido un grave error al no condenar los disturbios y saqueos, justificando éstos como protestas pacíficas aun cuando todos vemos la violencia en las calles. Los demócratas han escondido la cabeza de forma cobarde y no quieren hacer frente al problema, pese a que un reciente estudio refleja que ha habido unos 570 disturbios violentos en 220 ciudades y pueblos desde fines de mayo. El mensaje del presidente Trump de llevar la ley y el orden y castigar a los terroristas ha calado en la sociedad estadounidense.
Biden es hostil hacia el fracking, apoya los abortos tardíos financiados por el gobierno durante el noveno mes, está ansioso por aumentar los impuestos a los niveles más altos desde Reagan y es aficionado a las políticas de energía verde que producen apagones de electricidad en California, sede de las empresas tecnológicas que no pueden permitirse algo así. En el lado contrario, Trump, ha logrado la independencia energética del país, que EE. UU sea el mayor productor de gas y petróleo del mundo; ha bajado los impuestos y los volverá a bajar; ha dinamizado las empresas y la creación de riqueza y empleo; defiende la cultura de la vida y el derecho de los no nacidos; y combate con mano firme a los extremistas de izquierda y demás morralla ideológica que campa por el país.
Tal y como está la situación en el país, con la democracia al filo de la navaja por culpa de la izquierda radical demócrata, veremos Estados donde Trump gane holgadamente y otros Estados decisivos, por el número de sus votos electorales, que se decidirá por unos miles o cientos de votos.
La tendencia de voto a Trump, con una tendencia al alza en sectores sociales y estados claves, apunta a una victoria clara y sin discusión el 3 de noviembre. Por eso los demócratas, y la mayoría de medios y la prensa están enojadísimos y furiosos, como han estado estos cuatro años desde que Trump los sorprendió y ganó. No admitieron su victoria y no la admitirán porque se creen con un derecho divino a gobernar este país.
Les esperan otros cuatro años de dura travesía porque Trump será reelegido por mandato de la mayoría de los ciudadanos. Sólo un fraude masivo de los demócratas en el voto por correo, que están planteando mediante unas legislaciones estatales absurdas, podrían alargar la noche electoral y robar la victoria a Trump.
Recordemos que todos los estados deben asignar sus votos en el Colegio Electoral antes del 14 de diciembre. Si incluso un estado indeciso todavía vacila para entones y no tiene el resultado, se podría dar el caso de ni Trump ni Biden tengan los 270 votos electorales, y la decisión sería tomada en la Cámara de Representantes. No se ha producido algo así, un punto muerto en el Colegio Electoral, desde 1876, pero este año cabe esa posibilidad si los demócratas sacan adelante su fraude en el voto por correo. Sólo una victoria arrolladora de Trump lo evitará.
El Congreso aprobó la Ley Help America Vote para mejorar la precisión del recuento de votos después de las elecciones de 2000, cuando George W. Bush y Al Gore afirmaron haber ganado en Florida. Ahora, el Congreso debería evitar una crisis similar exigiendo a todos los estados que cuenten las papeletas por correo a tiempo para la noche de las elecciones, y no el mismo día, como permiten las legislaciones estatales. La realidad es que cualquiera que se oponga a estas sencillas reformas para garantizar la limpieza del voto por correo, y son los demócratas los que se oponen, tiene en mente el fraude electoral, que estaría en sus manos sacar adelante.
Por ejemplo, muchos demócratas no quieren la certeza en la noche de las elecciones. El Partido Demócrata y los grupos aliados están en los tribunales ahora exigiendo que se cuenten incluso las papeletas con matasellos posteriores al 3 de noviembre o sin firmas. Una auténtica locura. Pero, ¿por qué las personas que envían sus papeletas con retraso deben tener su voto contado más que las personas que llegan tarde a las urnas? No hay motivo, sólo el fraude que se intenta organizar para evitar la victoria de Trump. De momento, los funcionarios de correos de Estados Unidos han dejado claro que los votantes deben enviar los votos por correo siete días antes del día de las elecciones para garantizar la entrega. Los Estados deberían convertir esto en un plazo legal porque las votaciones tardías amenazan con llevar la elección del presidente a la Cámara de Representantes, que se reunirá el 3 de enero de 2021.
Cada delegación estatal obtendría un voto. Los republicanos controlan por poco la mayoría de las delegaciones estatales en el Congreso actual, pero eso podría cambiar. Una decisión de la Cámara no es algo beneficioso para una presidencia de Biden ni de Trump. Además, sería una derrota moral para los votantes, que tendrán que quedarse al margen y ver a los políticos de Washington elegir al presidente. Todavía peor: hundiría a la nación en un vacío sin líderes desde principios de noviembre hasta principios de enero, una situación claramente peligrosa. A los demócratas, ansiosos de poder, no les importa, y preparan el amaño.
Sólo los votantes de Trump pueden evitarlo con una votación masiva. Lo contrario, es dar alas a los planes de los demócratas: caos en las calles, turbas de terroristas urbanos que exigen la victoria de Biden y un presidente finalmente elegido entre bastidores mucho después de la noche de las elecciones. El robo electoral.
De ahí la importancia de estas elecciones y de que gane Trump para preservar la democracia americana y su futuro. En este panorama convulso, el voto hispano será decisivo. Trump ya tiene entre el 36% y el 40% del voto hispano, según los sondeos. Puede ser decisivo para una victoria landslide.
En suma, todo conduce a la misma conclusión: es Trump o el caos demócrata.