El presidente Trump contra la dictadura del establishment
El progreso del pueblo americano casi siempre ha llegado con revoluciones liberal conservadoras, de la mano de la causa del pueblo frente a situaciones de status quo y de dominio de un establishment que se vuelve corrupto y unas autoproclamadas elites que nadie ha elegido, pero que se enquistan en el poder político, económico, social, judicial y en los medios de comunicación.
A lo largo de la Historia ya ha sucedido una y otra vez: movimientos populares que se rebelan contra un orden establecido que se vuelve tiránico, corrupto y manipulador. La dictadura de nuestro tiempo en las democracias occidentales son las posturas políticamente correctas, la ideología de género y la exageración de las conductas humanitarias y tolerantes, que más allá de lo normal, se convierten en toda una estrategia para lavar la imagen social o en simple estupidez.
El movimiento social que está detrás de Trump es la prueba más evidente de esta nueva revolución que se va a imponer en todo el mundo, más tarde o más temprano. Porque realmente los problemas y desafíos acumulados son tantos y de tal magnitud que se necesita del impulso de una revolución social que cambie por completo el mundo que tenemos.
El progresismo ha impuesto a nivel mundial unos esquemas políticamente correctos que se han convertido de facto en una dictadura cada vez más extensa y poderosa que anula la creatividad y la libertad individual. Un totalitarismo nacido de las propias democracias liberales que las amenaza desde dentro y las destruye.
Frente a la nueva tiranía que pretenden imponer esas elites, camufladas de buenismo para mantenerse en los resortes del poder, encontramos movimientos sociales que anhelan tomar en sus propias manos su destino, con plena libertad, dar un giro a las políticas, cambiar el status quo y limpiar el establishment. En suma, conceder voz al pueblo de verdad e impulsar políticas acordes con los intereses del país.
El ya electo Presidente Trump encarna esta nueva revolución conservadora que va a reconducir Estados Unidos y al mundo. Nos encontramos en un punto crucial de nuestra historia en el que necesitamos acción frente al sistema anestesiado y dormido que pretenden imponer algunas elites a la sociedad.
Una revolución como la americana, como la que recorre el país y que ha llevado Trump a la Casa Blanca, es la respuesta para efectuar cambios que devuelvan la libertad y el verdadero progreso al pueblo. El poder de cambiar las cosas es de la gente y de nadie más. La nueva dictadura de las elites puede y deber ser combatida para recuperar la verdadera libertad, que no es ni buenista ni políticamente correcta, ni perfecta ni uniforme, pero sí una fuerza de cambio y transformación que nos impulsa como nación y como pueblo.
Con el Presidente Trump estamos en el buen camino para lograrlo en Estados Unidos. Lo conseguimos en el pasado muchas veces, por ejemplo, con Ronald Reagan. Y podemos volver a recuperar el camino y poner a América en ese lugar que merece, esa nación generosa, próspera y vital que alimentaron los sueños de millones de emigrantes y de generaciones de americanos durante décadas; que sea de nuevo, como ya lo fue en el pasado, esa ciudad en la colina que ilumina el mundo con su democracia popular. Trump ha prendido esa llama de optimismo americano que hace posible todo. No es un sueño imposible que volvamos a hacer América grande otra vez. El sueño comienza de nuevo en enero.