La Cumbre del Clima
Del 7 al 18 de diciembre se celebra en Copenhague (Dinamarca), la cumbre del clima, que trata de alcanzar un acuerdo global que sustituya al Protocolo de Kyoto, que expira en 2012.
La cumbre se ha convertido en el penúltimo escenario de la lucha entre quienes sostienen que el cambio climático se debe a factores humanos (origen antropogénico) y los que piensan que es por causas naturales.
Se trata sin ninguna duda de uno de los grandes temas que afrontamos actualmente y por eso las posturas se defienden de forma apasionada, muchas veces con razón, otras tantas sin ella, con grandes dosis de manipulación, alarmismo, y cruce de intereses de todo tipo.
En este panorama de batalla ideológica y científica abierta, se da una circunstancia excepcional: a ambas partes les asiste la razón en muchos de sus argumentos. Y no es contradictorio en modo alguno. De ahí la problemática que encierra esta cuestión y la manipulación a la que es sometida la opinión pública mundial desde ambos bandos.
Algunas cosas son ciertas: el clima siempre ha sido cambiante de forma natural, de manera cíclica, y su evolución es impredecible porque las circunstancias que influyen cambian rápidamente y algunas las desconocemos, lo que provoca que cualquier predicción quede obsoleta en pocos meses. Es evidente también que el impacto del ser humano en el medio ambiente es innegable y la contaminación es un factor más a tener en cuenta en el clima. ¿Hasta qué punto tan decisivo como para considerarlo el factor determinante de un pretendido cambio climático? Los científicos realmente no se ponen de acuerdo en este punto porque no se tienen todos los datos precisos, son contradictorios, o cambian con celeridad. Incluso hay científicos que afirman que no existen evidencias empíricas que confirmen la influencia humana.
Tratar de controlar la contaminación, las emisiones de gases C02 y las consecuencias de un desarrollo incontrolado, es perfectamente entendible en las sociedades modernas (no le hable de ello a los países que se mueren de hambre y sólo buscan alimentar a su población a cualquier precio…aunque sea a costa de la destrucción del medio ambiente), pero aún así es un objetivo noble que debemos perseguir a toda costa para intentar conservar el planeta en las mejores condiciones posibles. Ahora bien, ¿es necesario hacerlo? ¿A qué precio?
No hay certeza absoluta de que sea preciso tomar medidas ni de que éstas vayan a tener algún resultado positivo en el clima. Además, muchas de las medidas que se proponen, por su elevado coste, pueden limitar el crecimiento económico mundial y traer problemas a los países desarrollados, como mayor desempleo, lo que sería perjudicial a largo plazo para todos, tanto para el Primer como el Tercer Mundo.
Esta preocupación por los intereses más inmediatos y el crecimiento económico es la que anima a amplios sectores de los Republicanos en Estados Unidos, entre ellos al congresista James Sensenbrenner, quien ya ha manifestado su intención de acudir a Copenhague para comunicar que el Congreso no apoyará las promesas del presidente Obama enfocadas a la aprobación de una ley que favorezca la reducción de gases contaminantes, al menos hasta que concluya la manipulación y el “fascismo científico” que rodea al tema del cambio climático.
Al emplear palabras tan duras como estas, Sensenbrenner se refiere al reciente escándalo protagonizado en el seno del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), creado por la ONU, por el profesor Phil Jones, director de la Unidad de la Investigación sobre el Clima (CRU) de la Universidad de East Anglia (en el este de Inglaterra), y otros científicos, cuyos e-mails demuestran la alteración y la manipulación que se ha hecho para exagerar la responsabilidad humana en los efectos del cambio climático. Esto es especialmente relevante porque esta Unidad, junto con el Instituto Goddard, de Estados Unidos, son dos de los principales centros que aportan los datos a las predicciones del IPCC.
En los e-mails, Jones y otros científicos comentan los “trucos” empleados para distorsionar los resultados científicos y apoyar así mejor sus teorías del cambio climático. Nada nuevo que en realidad no se sepa desde hace tiempo en ese sentido. Gran parte de lo que rodea al “cambio climático” se ha convertido en un enorme negocio del que algunos sectores participan y que sirve para seguir engordando las cuentas corrientes de algunos y apoyando determinados proyectos.
Es lamentable que ciertos personajes implicados en la defensa y protección del medio ambiente o el clima, falseen datos, exageren o creen alarma, pero en esta lucha a dos bandas, la otra parte tampoco está libre de trampas. Quienes niegan el factor humano como elemento determinante en el cambio climático, también se han empleado a menudo a fondo en la manipulación de datos científicos para defender sus posturas. Tan condenables unos como otros.
Y es que estamos ante una cuestión que no es fácil de afrontar y en la que se requieren medidas audaces, responsables, inteligentes, e inmediatas. Y ninguna será fácil de vender a la opinión pública.
La gravedad de los efectos de los gases contaminantes sobre la salud de las personas y el medio ambiente es algo que exige de todos nosotros un esfuerzo de comprensión y responsabilidad para con la Tierra, pero igualmente merece que tratemos el problema con información certera y no manipulada en ningún sentido. Al menos si queremos tomar las medidas correctas para afrontar el problema de los gases de efecto invernadero, C02, y no perjudicar la economía de forma innecesaria. Esta cumbre puede servir para eso…o no. Los acuerdos que se alcancen aún deberán pasar numerosos filtros y demostrarse válidos en la práctica.
Si el progreso ha impactado o no de forma sustancial en el clima, es algo que aún está por determinar y en qué medida, pero sí es cierto que ese impacto ha sido brutal en el medio ambiente y en los ecosistemas naturales. También es muy probable que las medidas para frenar la emisión de gases contaminantes serán caras y apenas tendrán impacto en la evolución del clima. Al menos un impacto lo suficientemente importante como para que suponga un factor decisivo; algo que está por ver.
Por otra parte, el progreso ha demostrado que también es capaz de poner soluciones a problemas complejos, en especial de la mano de innovaciones científicas y tecnológicas que sin progreso económico nunca llegarán. De hecho, hay en marcha investigaciones que podrían dejar este problema en nada en apenas diez años, con soluciones tecnológicas hoy inimaginables para el ciudadano de a pie.
De todas formas, no hay planteamientos fáciles en este tema, ni habrá ganadores ni perdedores, porque en esto todos nos la jugamos.
Lo que es evidente es que deberemos dejar las posturas políticas radicales a un lado, la alarma sin justificación, o la manipulación interesada, si queremos alcanzar un acuerdo global que nos permita encontrar soluciones reales y enfocar el asunto sin exageraciones de ningún tipo, pero eficazmente.
Como parte de estos esfuerzos, la Cámara de Representantes aprobó el pasado verano un primer texto de la ley del cambio climático, que prevé una reducción de las emisiones del 17% para el 2020 y del 83% para el 2050 con respecto a los niveles de 2005. El presidente Obama se ha comprometido a suscribir ese compromiso en esta cumbre de Copenhague, pese a que la ley actualmente se debate en el Senado y aún tardará varios meses en pasar a votación. ¿Es esto lo correcto? Aún nos queda mucho por debatir y estudiar, a nivel científico y económico, antes de tomar las medidas más adecuadas. Pero ninguna normativa ni regulación en este tema debería limitar el crecimiento de Estados Unidos de una forma sustancial. En medio, caben muchas opciones y muy válidas.
Un necesario equilibrio entre lo que es posible hacer al día de hoy y lo que es imposible cumplir, deberá marcar lo que Estados Unidos haga en este tema. Y para ello todas las voces deben ser escuchadas, la de Obama, pero también la de Sensenbrenner, la de los científicos alarmistas, y la de los escépticos.
Todos queremos soluciones para el problema del cambio climático, pero necesitamos debatir, contrastar, informar, y actuar de forma responsable y con altura de miras, como se espera de quienes tienen en sus manos, en este tema, el futuro del mundo y de este planeta.