Trump contra las elites
El presidente Trump ha sido absuelto de nuevo en su segundo impeachment tras demostrar que no estuvo detrás de la incitación a la violencia en el asalto-romería al Capitolio. Es una nueva victoria frente a las elites y el establishment político, mediático y empresarial.
Recapitulemos: durante cuatro años hemos asistido al linchamiento diario de Trump y cómo los principales medios de comunicación arrojaban ataques verbales y todo pensamiento negativo sin objetividad periodística, lo demonizaron a él y a sus partidarios todos los días, ignorando todos los logros del presidente y acusándolo de delitos graves sin ningún motivo, sin pruebas y sin argumentos razonables, movidos única y exclusivamente por el odio ideológico y una manía persecutoria enfermiza.
Al revisar los archivos periodísticos y noticias de la presidencia de Trump, vemos con asombro cómo los periodistas, políticos, gentes del espectáculo, empresarios, etc, vomitaban opiniones negativas, se inventaban historias y pintaban a Trump como el peor hombre de todos los tiempos y a sus seguidores como fanáticos y lo peor de lo peor. Majaderías de desquiciados. ¿Por qué ese odio? Pues porque Trump ha sido y es el azote de las elites que están cómodamente instaladas en sus poltronas.
Sorprende que después de cuatro años de bilis periodística, mediática y política por parte de los progres, las elites han continuado vertiendo información nauseabunda en sus informativos, noticias, opiniones, publicaciones, etc, después de salir de la Casa Blanca una vez que le robaron las elecciones mediante un fraude colosal.
Los aristócratas del establishment, tanto en Estados Unidos como en Europa, en Asia o Latinoamérica, en África u Oceanía, avanzan juntos en esa narrativa de desprecio profundo a Estados Unidos en general y a Trump en particular.
En los últimos años, los miembros de la élite cultural global han celebrado el ascenso de una clase dominante en Estados Unidos formada por políticos del establishment, líderes corporativos, millonarios de de Silicon Valley y figuras más o menos destacadas de los medios de comunicación, del cine, la literatura, etc. Por qué estas élites odian tanto a Trump? Porque lo ven como el verdadero conservador que lucha contra su agenda política progre global. El movimiento patriótico de Trump, MAGA, defiende a los trabajadores y la clase media, no a las elites, y ése es su pecado. No se ha vendido a los intereses de esas elites y no se lo perdonan. Ven a Trump como el líder de millones de personas libres que no se dejan pisotear, silenciar ni arrancar sus derechos y libertades. Quieren cancelar a Trump y a sus votantes. Es una persecución en toda regla.
La mayoría de los votantes de Trump son personas con sólidas raíces en la clase media que, durante las últimas dos generaciones, han disfrutado de ingresos, estilos de vida y educación considerablemente mejores que la mayoría de los europeos, asiáticos, etc. Sin embargo, gracias a la globalización, han visto erosionarse sus finanzas personales y amenazado su estatus de clase media. Trump ha defendido y protegido a esta clase media que los demócratas izquierdistas no dudan en vender a intereses extranjeros.
Todas las acusaciones contra Trump y sus votantes ignoran la realidad. Ignoran el hecho de que Trump ha disfrutado de niveles sin precedentes de apoyo blanco, negro, hispano y asiático; ignoran las muchas iniciativas de Trump que han ayudado a la población en temas económicos, de empleo, de salud, de oportunidades, de educación…; ignoran el entusiasmo con el que los partidarios de Trump hemos abrazado la participación de todo tipo de gente en nuestro movimiento MAGA; ignoran absolutamente todo lo positivo y los éxitos que ha aportado Trump.
Nos acusan de autoritarismo, pero ignoran que los votantes de Trump somos patriotas estadounidenses que amamos la libertad, no la autocracia (son ellos los que aplauden restringir derechos y libertades con la excusa del coronavirus, por ejemplo, o la destrucción de monumentos, incendios y saqueos de los terroristas urbanos de Antifa y BLM); ¿Violentos? Lejos de ser una turba violenta, los partidarios de Trump creemos firmemente en la ley y el orden. Cuando realizamos protestas, destacamos por la paz, la concordia y el buen rollo, por no causamos estragos y, de hecho, dejamos los lugares más ordenados que cuando llegamos; ¿Antisemitismo? Para nada. Trump ha hecho más por los judíos e Israel que cualquier presidente anterior, y sus partidarios lo hemos apoyado por ello. Como en Europa Occidental, el antisemitismo en Estados Unidos se concentra en la izquierda, no en la derecha, y existe en niveles mucho más bajos que en, digamos, Noruega. De hecho, los seguidores de Trump se encuentran entre los mayores admiradores de Israel.
Otra crítica sin fundamento habitual es el nivel educativo de los votantes de Trump. La realidad es que en 2016 y 2020, Trump ganó entre los hombres con educación universitaria y casi también, por poco, entre las mujeres con educación universitaria. Es importante señalar aquí que un porcentaje mucho mayor de estadounidenses que de europeos van a la universidad. Y que si bien los demócratas tienden a ganar los votos de personas con títulos en materias inútiles, como estudios de género, feminismo y demás chorradas, Trump cuenta con el apoyo de votantes con habilidades profesionales y vocacionales altamente desarrolladas, comercializables y útiles en el mercad laboral.
Los medios y las elites, en su afán pontificador, describen a Trump como el heredero de una larga línea de «dictadores» populistas» e incluso lo comparan con Adolf Hitler. De hecho, es la retórica y los hechos de esas elites los que recuerdan más a Hitler. El discurso de Trump es plural, transversal e inclusivo. A diferencia de esas elites del establishment, los partidarios de Trump no despreciamos a nadie. Sabemos que muchos de los que los gobiernan e informan nos menosprecian, y como fervientes creyentes en la libertad y la igualdad, pasiones que esas elites parecen no comprender, reconocemos que la condescendencia de sus gobernantes y propagandistas mediáticos es antiestadounidense y cargada de veneno ideológico.
Debemos reconocer que también hay una «mafia» en los Estados Unidos dentro de la elite del establishment político y mediático. Es exclusivamente de izquierda y se ha apoderado del Partido Demócrata. A esa mafia pertenecen los matones de Antifa y Black Lives Matter, los mismos pedazos de idiotas que se han amotinado en las principales ciudades de Estados Unidos durante un año, destruyendo propiedades públicas y privadas, incendiando hogares y negocios y aterrorizando a inocentes. Sin embargo, ellos no son el proletariado ni las clases medias. La mayoría son niños mimados y privilegiados, ”copitos de nieve”, aprendices de terroristas urbanos, radicales con aires de superioridad moral e intelectual… en el fondo son los más tontos del pueblo, como quien dice.
Trump ha combatido y combate a esas elites corrompidas de socialismo, en la política y los medios, el mundo empresarial y en la cultura; es su mayor enemigo, el baluarte de los conservadores que creemos en las libertades y las oportunidades para todos, y que ponemos los valores cristianos, la historia y los intereses de Estados Unidos en primer lugar para hacerlo grande otra vez.