Defensa del best seller
Los críticos literarios, los comentaristas esporádicos, las blogueras aficionadas a la lectura, y buena parte de los lectores con pretensiones intelectuales denuestan habitualmente los best sellers. Para determinados círculos literarios el hecho de que un libro se convierta en best seller es sinónimo de desprestigio, pobreza literaria y poca calidad. Es la discriminación prepotente que se realiza de aquellos libros que alcanzan el éxito de ventas. El prejuicio galopando por delante del libro, sea bueno o malo.
La realidad nos enseña algo diferente. Hay best sellers con una gran calidad literaria y otros que son innegablemente malos. La mayoría de los lectores harían bien en no caer en el error de discriminar un libro porque lleve esta etiqueta, dado que hay best sellers infinitamente mejores que novelas pretendidamente de la literatura seria. Esto es así se ponga usted como se ponga, Sr. Crítico Literario.
De alguna manera, las élites literarias han logrado transformar la palabra “best seller” en una definición de novela mala, que no merece la pena considerar como buena literatura, incluso en un adjetivo peyorativo. Ahí vemos a los críticos esnobs que jamás escribirán nada bueno ni comercial diciendo: “Bah, no es más que un simple best seller…”. Comentarios en ese sentido o peores. Mucho peores, no nos engañemos.
Best sellers son las obras de Stephen King o John Grisham, de William W. Johnstone o Nelson DeMille, pero también las obras de Cormac McCarthy o Tom Wolf, de Arturo Pérez Reverte o Miguel Delibes. Y a pocos críticos se les ocurre escatimar elogios o méritos a sus novelas. Bueno, sí, a los que se consumen de pura envidia o no comulgan con la ideología del autor.
La discriminación literaria también existe en el sector editorial. Los best sellers son blanco habitual de los desprecios literarios, pero es una evidencia que hay excelentes novelas best seller con una calidad superior que el tiempo colocará en la categoría de clásicos de la literatura, tal y como ya ha sucedido con grandes obras. Las malas novelas best sellers, que también las hay y son muchas, no deben cegarnos a la hora de leer este tipo de libros.
Los lectores deben asomarse a los best sellers con la mirada curiosa y el afán de sorpresa. Quizá ese interés se vea recompensado con un buen libro o no, pero a priori no podemos discriminar y utilizar la palabra “best seller” como arma arrojadiza para menoscabar la calidad de una novela.
Los esnobs literarios piensan que por leer libros difíciles o complicados de leer, tienen un conocimiento superior. Esto no es cierto. Se puede leer de todo y disfrutar en cada momento de un tipo de libro diferente: más complejo o de una lectura más amena. Lo sé porque he leído y leo de todo, y cada libro tiene su tiempo adecuado.
Lo comercial también puede tener calidad literaria. No lo dude. Hay buenos best sellers que merecen ser leídos tanto como otras obras más respetadas por las elites literarias. El lector debe juzgar por sí mismo y no caer en la discriminación indiscriminada. La cantidad de libros vendida, muchos o pocos, no determina la calidad del contenido. Es cierto que muchos best sellers se escriben para satisfacer una demanda determinada en épocas concretas o modas puntuales, pero otros muchos llegan al éxito de ventas de forma espontánea y natural, debido al interés que suscita en los lectores y a que gustan por sus propios méritos literarios.
No caigamos nunca en el error de utilizar la palabra “best seller” como un juicio de valor sin haber leído antes la novela que se convierte en un best seller. La realidad se impone y ya son varios los escritores de best sellers que han logrado entrar en el círculo de la elite literaria, respetados por crítica y público, tales como Stephen King, Arturo Pérez Reverte, John Grisham, James Ellroy, George R.R Martin o Thomas Eidson. Y hay más. Muchos más.
De modo que leamos siempre con mente abierta y curiosidad insaciable.