Trump gana a Biden
En menos de dos meses Estados Unidos se ha dado cuenta de las pésimas políticas de Biden y de lo bien que estaba la nación con Trump. Los partidarios del presidente legítimo ya lo echan de menos y los adversarios también, aunque por motivos distintos.
La caída en los índices de audiencia de las cadenas de televisión, demuestran lo aburridos e insustanciales que son Biden, Harris y los demócratas. Sólo seis semanas han sido suficientes para que las nefastas políticas de la camarilla del establishment que está detrás de los hilos que mueven a Biden y Harris, pongan el país patas arriba con pérdida masiva de empleos, la confianza del consumidor en caída libre, con las tensiones en Oriente Medio creciendo como la espuma, el sectarismo ideológico dando hachazos en la sociedad, y las restricciones totalitarias convirtiendo la vida diaria en una odisea.
Trump sigue con su popularidad al alza y sus políticas MAGA ganando prestigio mientras que Estados Unidos ha pasado de ser una nación próspera, digna, respetada y segura bajo su presidencia a una nación que hace el ridículo, donde la pobreza avanza, y con la seguridad en grave riesgo bajo Biden y la inepta de Kamala la Mala Harris.
Desde su retiro dorado en Mar-a-Lago, Florida, Trump gana a Biden por goleada. Veamos el expediente del anciano senil y su camarilla de fraudulentos electorales. Joe Biden ha destruido sistemáticamente las estrictas políticas de inmigración de Trump y, una vez más, ha permitido que la gente desobedezca las leyes de inmigración de Estados Unidos, dando lugar a una crisis fronteriza que va a peor. Biden decidió recientemente cancelar la Operación Talon, un programa que Trump implementó para eliminar a los delincuentes sexuales condenados que viven ilegalmente en los Estados Unidos. Vía libre para esos pervertidos de la mano de los demócratas. De poco ha servido la carta que los fiscales generales estatales de todo el país firmaron hace poco en la que se oponían a esta cancelación y expresaban su preocupación por la decisión de Biden.
Es conocido que la población de inmigrantes ilegales incluye un número muy elevado de delincuentes con condenas previas por delitos sexuales. Según los datos recopilados por el Transactional Records Access Clearinghouse de la Universidad de Syracuse, durante el período de octubre de 2014 a mayo de 2018, ICE arrestó a 19.572 extranjeros ilegales con condenas penales para quienes la condena previa más grave fue una condena por un delito relacionado con el sexo. No sé qué parte de esta información Biden, Harris y la Camarilla no entienden.
Entretanto, bajo el gobierno de Biden, un número creciente de extranjeros ilegales está entrando en los Estados Unidos después de haber sido previamente condenados por delitos sexuales. La cancelación de la citada Operación Talon transmite al mundo que Estados Unidos es ahora una jurisdicción santuario para los depredadores sexuales. Este mensaje crea un incentivo perverso para que los depredadores sexuales extranjeros busquen ingresar ilegalmente en el país y agredir a más víctimas, tanto en el proceso de emigración ilegal como después de su llegada. También transmite el mensaje a otros delincuentes extranjeros que han cometido diversos delitos de que es poco probable que se apliquen medidas estrictas contra ellos. Los demócratas, desde luego, no lo harán porque son cómplices de todo ello.
Las políticas de inmigración de Biden también han puesto en peligro la salud de los ciudadanos estadounidenses. Específicamente, un grupo de 108 inmigrantes que fueron liberados recientemente en Brownsville, Texas, en la costa del Golfo de México, dieron positivo por el virus chino. Y no son los únicos ni el único lugar donde esto sucede.
Estas políticas absurdas ponen en riesgo a las comunidades de los estados fronterizos, como Texas, Nuevo México, Arizona y California, así como a los voluntarios que los ayudan y a los agentes fronterizos.
En el colmo de la desfachatez y de la incompetencia, el gobierno de Biden impone restricciones a los estadounidenses sanos y, en cambio, permite que inmigrantes ilegales que son positivas por coronavirus se suban a los autobuses con el permiso de Seguridad Nacional y pueden ir a cualquier parte del país, con los riesgos de expansión del virus que ello conlleva.
Así, Biden, que prometió «controlar» la propagación del coronavirus, en realidad ha aumentado el riesgo en virtud de sus políticas irresponsables de inmigración y de fronteras, y ha dejado los intereses y la seguridad de los ciudadanos estadounidenses en último lugar. Todo el país asiste a este despropósito y se acuerda de lo bien que estábamos con Trump.
Pero no es la única cagada de Biden, hablando en plata. El viejo decrépito y sus aliados socialistas en el Congreso también han puesto en peligro y socavado a la policía de la nación apoyando la Ley de Justicia de George Floyd. Este proyecto de ley reformaría los estándares para las tácticas policiales y la conducta a nivel federal. Entre las medidas destacadas se incluyen la prohibición federal de las órdenes de arresto y los uso de la fuerza (tan necesaria muchas veces cuando tratas con la chusma), los límites a la inmunidad calificada que protege a la policía de demandas civiles, un marco para prevenir la discriminación por perfil racial y el establecimiento de un registro nacional de denuncias de mala conducta policial.
Los demócratas, en otro ejemplo de que están en la inopia y no se enteran de nada, argumentan que la reforma es necesaria para combatir el racismo sistémico (que es algo como la república catalana, o sea, que no existe) y para prevenir futuras muertes relacionadas con la policía. Absurdo no, lo siguiente.
Los republicanos se han centrado en parte en el intento de poner fin a la inmunidad calificada. Los críticos, incluido el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell (republicano por Kentucky) y el senador Tim Scott (republicano por Carolina del Sur) argumentan que eliminar el escudo de responsabilidad socavaría la seguridad pública y dificultaría el reclutamiento de nuevos policías. No van desencaminados.
La realidad es que los agentes de policía tienen trabajos difíciles y peligrosos. Sirven para proteger a los estadounidenses y arriesgan sus vidas todos los días. Las “reformas” propuestas no sólo obligarían a los oficiales de policía a adivinar lo que deben hacer en circunstancias que requieren decisiones en una fracción de segundo, sino que también obligarían a quienes estén considerando una carrera en las fuerzas del orden a pensar dos veces antes de asumir mayor riesgo y una posible responsabilidad legal. Resumiendo, que los incentivos para ser poli cada vez serían menos.
Pero no se vaya lejos, que los errores de Biden no terminan aquí. Empujado por esa Camarilla que lo controla, también canceló el oleoducto Keystone XL, que eliminó cientos de trabajos bien remunerados; socavó el asombroso progreso de Trump hacia la paz en el Medio Oriente; apoyó a los sindicatos de maestros a expensas de las familias estadounidenses que intentaban ganarse la vida y redujo la confianza de los consumidores y de las empresas. Por no hablar que todo ello sin dar explicaciones ni una rueda de prensa. Y con el amparo de los medios cómplices en el fraude electoral.
El balance de estas seis semanas de la Administración Biden y de un Congreso controlado por el Partido Demócrata, nos deja un país que ha entrado en barrena y que echa de menos a Trump y su forma de gobernar con sentido común. Hoy, Estados Unidos es menos libre, menos seguro, menos respetado, más vulnerable a las amenazas, menos próspero y el pueblo estadounidense ha dejado de ser prioritario para el gobierno y ha quedado el último en los objetivos de Biden y de la Camarilla que cometieron el fraude.
La buena noticia es que Trump gana a Biden en liderazgo, apoyos, popularidad e intención de voto. Esa es la esperanza para esta nación que tanto lo echa de menos.