En el transcurso de la Historia, Estados Unidos ha afrontado desafíos descomunales y siempre ha salido victorioso gracias al espíritu nacional, que conjuga el trabajo duro, el optimismo, el emprendimiento, la unidad, el patriotismo y una inmensa capacidad creativa y de desarrollo a todos los niveles.
Los tiempos que vivimos son posiblemente unos de los más difíciles que le ha tocado a este país. En un mundo crecientemente competitivo y complejo, Estados Unidos se enfrenta a una etapa crucial en su historia, que convierte de hecho la elección del próximo presidente del país en una cuestión de vital importancia.

Los desafíos que deberemos afrontar se acumulan peligrosamente en el terreno económico, con un modelo que necesita de serias reformas y medidas de urgencia que resuelvan los problemas generados hasta ahora. El país necesita un ajuste que va a requerir de esfuerzos por parte de toda la sociedad.
Lo primero será resolver el déficit fiscal, que se ha acrecentado con los gastos bélicos de la guerra antiterrorista (Irak y Afganistán) los gastos públicos y sociales. Partidas presupuestarias que deberán sufrir un ajuste. Los programas gubernamentales de rescate de Bush y Obama no han resuelto los problemas ni mucho menos, y la caída en ingresos por la reducción en la recaudación de impuestos, ha agravado el déficit fiscal. Todo ello ha influido negativamente en el empleo, que mantiene unas tasas en torno al 9%, elevada para este país, y en el pago de las hipotecas, de forma que unas 200.000 familias pierden sus casas cada mes.

La realidad es que los ingresos del gobierno federal solo lograron pagar en 2010 las tres cuartas partes de los gastos, lo que ha provocado que los déficits se acumulen y aumente la deuda pública, que desde el mes de mayo pasado superó el máximo autorizado por el Congreso, 14,3 billones de dólares. Esto ha llevado a la necesidad de un acuerdo bipartidista sobre el aumento del techo de la deuda, que necesariamente implicará también la puesta en marcha de medidas de ajuste en las cuentas públicas para bajar el gasto y aumentar la recaudación vía impuestos y crecimiento económico. Un difícil equilibrio que es posible si se ponen en práctica las medidas adecuadas.

Los desafíos en el terreno económico serán el control de la inyección de dólares, vía Reserva Federal, para evitar la excesiva liquidez en esta moneda que impida la creación de burbujas en mercados como el de las materias primas, u otros mercados especulativos; fomentar la competitividad de las exportaciones estadounidenses que hagan posible la reducción del déficit comercial; fortalecer el crecimiento de la economía estadounidense y el papel del dólar en la economía mundial, que cuestiona de forma creciente su valor como moneda refugio y de reserva de valor. Un desafío importante será volver a impulsar la confianza en la inversión en bonos del Tesoro y en otros productos financieros estadounidenses, fortaleciendo la solvencia nacional como una prioridad.

Los desafíos económicos de Estados Unidos no son irresolubles ni derrumbarán a este país, como algunos desearían o esperan que suceda, pero sus enormes dificultades sí harán necesario tomar medidas duras y efectivas que nos hagan recuperar el crecimiento y el poder económico de una forma sostenible. La elección presidencial de 2012 será un punto importante para definir la agenda de esas medidas, pero ya antes necesitamos de medidas enérgicas que impulsen la austeridad del gasto público y la inversión privada. A la Administración Obama le corresponde en gran medida su adopción, pero el Partido Republicano también tiene un papel importante en la recuperación económica del país a través de sus políticas en los Estados y en el Congreso.
Responsabilidades que los ciudadanos deberemos exigir si queremos que el país supere esta etapa de enormes desafíos.