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Nuevos golpes a Al Qaeda en Yemen

Actualmente consideramos a Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP), una de las ramas más activas y peligrosas de la red terrorista. Por eso es importante que su número dos, Said al Shihri, haya sido abatido en una operación antiterrorista en Yemen hace unos días.
Al Shihri, bien conocido por los servicios de inteligencia estadounidenses, era un yihadista saudita del ala más fanática, que permaneció seis inolvidables años en la prisión de Guantánamo, en Cuba. Quién le iba a decir que su destino estaría caer en un valle recóndito en la región de Hadramawt (Yemen). Ha sido sin duda uno de los éxitos más notorios en la guerra contra el terrorismo, justo cuando se conmemoraba el 11º aniversario del 9 -11 (11/S).

Al Qaeda en la Península Arábiga apareció en escena en enero de 2009 tras la unión de Al Qaeda en Arabia Saudí y Yemen; está localizada en el este de Yemen y es liderada por Nasser al Wuhayshi, un exasesor yemení de Osama bin Laden. Su número dos era Said al Shihri hasta ese inesperado (para él) momento en el que se reunió con las 72 huríes en el Paraíso. De las intenciones de este grupo, cuyos objetivos son derrocar la monarquía saudita, el gobierno yemení, establecer un califato islámico y atacar intereses estadounidenses u occidentales allí donde puedan, nadie se puede llamar a engaño de lo que cabe esperar de ellos ni de que sean objetivo prioritario de los drones estadounidenses, las fuerzas especiales y la inteligencia americana. Objetivos de eliminación quiero decir. Que se me entienda. No de negociación u otros apaños recurrentes.

Por si alguien aún duda de la legitimidad de este planteamiento (hay gente para todo), da cuenta el historial de estos elementos. Por ejemplo, el propio Said al Shihri, muy ufano, se responsabilizó del ataque a la embajada estadounidense en Saná, Yemen, en 2008, y el intento de hacer explotar un avión de pasajeros en 2009 (¡ya es obsesión!), entre otros actos que hablan muy pero que muy mal de este individuo.
La suerte final de Said al Shihri estaba echada desde poco después del 11 de septiembre de 2001, cuando marchó entusiasmado a Afganistán para preparar la yihad. Allí ya fue capturado y enviado a unas vacaciones pagadas a Guantánamo, convirtiéndose en uno de los primeros invitados del gobierno estadounidense. Tras seis años al sol del Caribe se le entregó a las autoridades saudíes, que le asignaron a un programa de rehabilitación. Como si eso fuera posible con estos yihadistas. Lógicamente la rehabilitación falló. ¿Qué iba a hacer el hombre después de ser puesto en libertad? Pues escapar. De cajón. Lo hizo por la frontera austral hacia Yemen, donde volvió a aparecer de nuevo desafiante en un video con otros líderes de Al Qaeda. Lo normal, vamos.

Durante los siguientes cinco años se dedicó a su especialidad: extender el terrorismo por Yemen y forjarse una reputación en lo que mejor sabía hacer: matar, reclutar nuevos miembros para Al Qaeda y planear nuevos ataques y secuestros. O sea, una carrera como Alá manda.
Hasta hace unos días, que el cazado fue él. Con todo y eso, Said al Shihri no logró despuntar tampoco todo lo que hubiera deseado y, aunque importante en la estructura terrorista, seguimos considerando más peligroso a un compañero de fatigas suyo, el saudí Ibrahim Hassan Tali al Asiri, especializado el elemento en cuestión en fabricar bombas; pensamos que fue él quien diseñó la «bomba para ropa interior» (calzoncillos concretamente) que llevó Umar Farouk Abdulmutallab en un vuelo a Detroit y que fue interceptado a tiempo, y el que envió bombas escondidas en cartuchos de tinta en vuelos de carga dirigidos a Estados Unidos.
Un mal chico que no va por buen camino y al que preveo igual suerte que al fallecido al Shihri.
Desde hace meses Al Qaeda en la Península Arábiga está en el punto de mira de Estados Unidos, ya que se ha convertido en la “franquicia” operativa más activa de la organización, al menos fuera de Pakistán y Afganistán, donde siguen a lo suyo en plan bestia, matando a mansalva, atacando instalaciones petroleras, extranjeros, fuerzas militares y de seguridad internacionales y tratando de derrocar las monarquías saudí y yemení y los gobiernos legítimos. Por eso de instalar un Califato islámico. Todavía no ha descubierto las artimañas de otros grupos terroristas, como ETA, que ya están en las instituciones democráticas con el sutil, o no tan sutil, chantaje al estado.
Así las cosas, la eliminación de Said al Shihri se une a la de otro colega de armas el año pasado, Anwar al-Aulaki, también en Yemen, que fue otro de los golpes importantes a Al Qaeda, ya que este era muy hábil manipulando las redes sociales para exportar esa ideología mortífera que impulsa a los yihadistas.
De momento, y no es poco, los equipos operativos de trabajo de la CIA y el Pentágono desplegados y estacionados en Yemen, siguen con éxito la campaña impulsada especialmente desde 2009 para combatir y derrotar a los miembros activos de Al Qaeda en la Península Arábiga. Una campaña crucial que es paralela a otras, nada visibles, de no menos trascendencia y que persiguen ayudar a resolver problemas de calado y crónicos, como que Yemen sea el país más pobre de la Península Arábiga, con la tercera mayor tasa de malnutrición del mundo, y la escasez de agua y petróleo (uno de los pocos motores de la economía). Resolver todo esto es también contribuir a resolver el problema del terrorismo porque éste se nutre en parte de la ignorancia y la pobreza.




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