Brecha generacional entre hispanos
Recientemente el College Board, una organización que recopila estadísticas educativas, hizo público un informe en el que se señala que más de 206.000 estudiantes hispanos realizaron este año las pruebas de aptitud académica, o SAT en inglés, comparados con los casi 95.000 alumnos hispanos de hace diez años. Sin duda, un salto importante. Esto significa que el número de hispanos que completan los exámenes de ingreso en las Universidades de Estados Unidos, se ha duplicado en esta década.
Sin embargo, este éxito académico, que conlleva beneficios indudables, también crea problemas generacionales inesperados entre padres e hijos, y con los dirigentes comunitarios.
El informe apunta más datos de interés: entre estos estudiantes un 30 por ciento dijo que el inglés no era su primer idioma y un 61 por ciento explicó que ellos eran los primeros en su familia en ir a la universidad; las carreras médicas son las preferidas por los jóvenes hispanos, un 20 por ciento del total, después las de Administración de Empresas, un 13 por ciento, e ingenierías, un 8 por ciento.
El estudio de College Board pone de manifiesto que muchos hispanos ya no se conforman con terminar una licenciatura, ya que «más de la tercera parte de estudiantes hispanos aspira a un título de maestría, mientras que casi la cuarta parte aspira a un doctorado«.
Todas ellas son excelentes noticias. ¿A qué viene preocuparse entonces? La razón es el alejamiento de muchos estudiantes hispanos de sus familias, a causa de su marcha a la Universidad, que ya no regresan, y lo que es más importante, pierden el contacto con tradiciones, valores, y costumbres tradicionalmente conservadoras, que los han ayudado a llegar a la Universidad con esfuerzo y trabajo duro. En ese camino se produce una pérdida de valores que repercute en sus vidas, tanto si se dan cuenta de ello como si no.
Ahora nos encontramos con la primera generación de hispanos universitarios que no regresan a sus orígenes después de completar su carrera universitaria. Hay muchas razones que explican este fenómeno. Según el Pew Hispanic Center, el 90 por ciento de los hispanos menores de 18 años que ahora viven en EE.UU, nacieron en este país y, por lo tanto, se criaron y educaron con algunas de las costumbres que se han generalizado en la sociedad estadounidense, pero no necesariamente con las tradiciones de sus padres o de otros sectores conservadores de la sociedad.
El problema que afecta a numerosos jóvenes estadounidenses, influidos por unos medios de comunicación y un entorno social que apuestan más por el relajamiento moral, que priman el poco esfuerzo, y cultivan modos de vida superficiales y hedonistas, también termina afectando a los jóvenes hispanos, inmersos ya en esa cultura que se pretende vender a los jóvenes, de ocio, relaciones superficiales, y con poco o ningún respeto por los valores familiares.
El alejamiento de los valores conservadores, que tanto tienen que ver con el éxito universitario y en la vida de los hispanos, por acercarse a unos pretendidos valores progresistas más de moda, se convierte en el elemento clave de esa brecha generacional entre los miembros de una misma familia, entre padres e hijos.
Por eso es más importante que nunca no sólo cuidar las relaciones y los valores familiares, sino también la presencia de lo mejor del conservadurismo clásico en la cultura general estadounidense, que es la que van a abrazar las futuras generaciones de hispanos.
Si damos por perdida la batalla, entonces se producirá una pérdida de valores, como ya se ha producido en muchos países. Necesitamos hacer de la tecnología nuestra aliada para que los jóvenes hispanos vuelvan a creer en esos valores que, precisamente, les han permitido triunfar en el sistema norteamericano.
El éxito universitario, tan anhelado y necesario, no debe hacernos olvidar factores de vida esenciales para el crecimiento interior de una persona: la convivencia natural con las tradiciones que se heredan, el compromiso con las personas amadas (matrimonio, noviazgo…), la creación de una familia, el cuidado de los hijos, y el respeto y la dignificación de los valores que nos permiten vivir una vida llena de oportunidades.
La Universidad es una herramienta excepcional de integración cultural que los jóvenes hispanos no pueden desaprovechar, pero padres e hijos deben aprender a mantener lo mejor de sus tradiciones y raíces culturales, evitando esa brecha generacional.
En la actualidad, según el Grupo Barna, un 61 por ciento de los estudiantes universitarios deja las creencias de sus padres en los dos primeros años de estudios. Y un 60 por ciento de esos jóvenes nunca vuelve a practicar esas creencias. Necesitamos afrontar este desafío, porque muchas veces son valores realmente positivos los que se pierden. El aprendizaje debe mostrar a los jóvenes hispanos que hay cosas más importantes que el dinero o la competición con otras personas, que valores como el servicio a los demás, la fe, la generosidad, la familia, y ese universo de tradiciones que heredamos, pueden ser el firme bastón de apoyo en nuestro largo camino por la vida.