Estrategias de Alimentación Mundial
Uno de los grandes problemas que subsisten es la alimentación de la población mundial. Con 7.000 millones de habitantes en el planeta aún hay una séptima parte que pasa hambre de manera severa. Por eso se hacen necesarias nuevas estrategias que garanticen la alimentación adecuada de una población que va a seguir creciendo.
Actualmente, la agricultura ya ocupa alrededor del 40 por ciento de las tierras en el mundo, eso sin contar a Groenlandia ni a la Antártida. Ante la perspectiva de un incremento de la población de otros dos mil millones de personas para el 2050, con una tendencia al alza en la demanda de productos cárnicos y de biocombustibles, y teniendo en cuenta que para entonces ya no quedará tierra cultivable que no esté siendo ya utilizada, nuestro planeta se enfrenta a un reto cargado de riesgos pero también de oportunidades.
Es por ello que todos los estudios y proyectos en esta área resultan vitales para diseñar las estrategias con las que haremos frente a esta situación. En este sentido, un equipo de investigadores dirigido desde la Universidad de Minnesota han utilizado todos los datos disponibles hasta ahora y recomiendan cuatro estrategias básicas que globalmente podrían hacer posible alimentar a la población actual y de las próximas décadas, y ello sin aumentar la degradación medioambiental.
Estas estrategias se pueden resumir de la siguiente manera:
(1) Detener la expansión de la agricultura, especialmente en los trópicos. Deforestar tierras a fin de usarlas para la agricultura daña su capacidad de almacenar carbono, reciclar nutrientes, retener agua, y sostener la adecuada biodiversidad de vegetales y animales. Algunos análisis sugieren que los beneficios en cuanto a producción de comida, aportados por la deforestación tropical, son a menudo limitados, especialmente en comparación con los daños ecológicos que provoca.
(2) Incrementar la productividad agrícola en zonas poco aprovechadas. Muchos lugares de África, Latinoamérica, y Europa del Este sufren de limitaciones de agua y nutrientes, y podrían obtener mayores rendimientos si se hiciera en esas zonas un mejor uso de las variedades de cultivos disponibles, se perfeccionase la gestión de la tierra, y se introdujesen nuevas mejoras en la genética de los cultivos.
(3) Incrementar la eficiencia de los usos del agua, nutrientes, y sustancias químicas para la agricultura. Por ejemplo, en muchas partes de China, el norte de la India, Europa occidental y Estados Unidos, se usan cantidades demasiado elevadas de estos recursos. La práctica de la agricultura de precisión, en la cual los recursos son utilizados sólo en los sitios y cantidades necesarios, junto con la aplicación de políticas de gestión orientadas de manera específica a cada zona, sería de gran provecho. Entre las medidas concretas que cabría tomar destacan evitar el uso excesivo de fertilizantes, y recapturar los nutrientes sobrantes.
(4) Modificar las dietas. La preferencia de un amplio sector de la población por comer poca o ninguna verdura pero sí muchísima carne y productos lácteos no sólo no mejora su salud sino que además malgasta la productividad de las tierras agrícolas. El estudio muestra que, como promedio, el 35 por ciento del total de la producción agrícola se usa para alimentar animales que luego serán destinados a su consumo como carne. Se necesitan 30 kilogramos de grano para producir un kilo de carne de vaca deshuesada.
Estas recomendaciones son a gran escala y podrían ser las únicas vías posibles para alimentar al mundo y combatir los problemas medioambientales de la agricultura. Pero es preciso hacerlas posibles y no ignorar el problema.
Además, hay que extender un mensaje de concienciación y educación alimentaria en los países industrializados. Por ejemplo, en Estados Unidos se desperdicia entre el 30 y el 40 por ciento de la comida durante su transporte, en los restaurantes, por caducar en el domicilio del consumidor, y por otras circunstancias que en muchos casos podrían evitarse con una planificación y una concienciación mejores. Y esto sucede también en distintas proporciones en otros países avanzados. La contribución de los ciudadanos mediante una correcta gestión de la propia alimentación, también es básica para afrontar el problema y erradicar las hambrunas en el mundo.