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Catástrofes medioambientales, terroristas y financieras

Hay noticias que describen una época y épocas que definen lo que estamos viviendo. En estos días estamos asistiendo a tres de las noticias que marcarán 2010 de forma prolongada y la presidencia de Obama.
El accidente de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, de la compañía British Petroleum, frente a las costas del Golfo de México, la crisis financiera y económica que barre a los mercados internacionales, y el fallido intento de ataque terrorista en Times Square. Tres catástrofes típicas que van a repetirse en este siglo XXI: medioambiental, financiera y terrorista.
Es el signo más evidente de los tiempos que vivimos y reflejan los riesgos más alarmantes y ciertos que afrontamos.
El derrame petrolífero es una catástrofe ecológica de incalculables consecuencias, que nos avisa del precio a pagar por nuestro desaforado afán de consumo y progreso a cualquier precio, aunque sea el de la catástrofe. BP es la responsable directa del accidente, pero más allá de ellos están los ciudadanos que con sus comportamientos de vida están condenando a este planeta. El vertido se ha producido además en un área por el que transitan millones de aves en sus rutas migratorias, con la importancia vital que tienen para los ecosistemas, lo que tendrá un efecto aún por cuantificar.

La crisis financiera pone en evidencia una situación de deterioro económico acelerado que aflora en todos aquellos países que han aplicado políticas equivocadas, propiciando grandes déficits públicos y sistemas de bienestar artificiales que se están derrumbando, y que nos advierte de la necesidad de realizar reformas profundas y de aplicar otras políticas económicas. La crisis griega, española, británica, portuguesa, italiana e irlandesa, se une a la débil recuperación en Estados Unidos, que aún no está consolidada, y a los movimientos especulativos en los mercados, que provocan auténticos terremotos económicos, caídas de las bolsas y pánico económico general. Un cóctel que va a poner al mundo al borde del colapso, que se va a llevar por delante economías y países enteros, y que pondrá a prueba si Estados Unidos puede salir de esta crisis fortalecido y arrastrar al resto del mundo.
El efecto contagio de la crisis griega no será nada en comparación si caen países como España o Reino Unido, lo que podría hundir aún más el euro, dañar la Unión Europea, y extender el pánico económico en Europa y las principales plazas financieras del mundo.
En este panorama de incertidumbre, las operaciones especulativas unidas a fallos intencionados o involuntarios son una constante, como hemos podido comprobar con la caída de Wall Street y su posterior alza. Movimientos que van a enriquecer a algunos en los mercados y que contribuyen a depurar las economías en problemas y a adoptar medidas urgentes, que de otra forma nunca se harían. Estos movimientos especulativos de los mercados son al mismo tiempo una oportunidad de riqueza para algunos y una forma de poner en el ojo del huracán crudamente a aquellas economías que tienen graves problemas.
Respecto al ataque terrorista frustrado en Nueva York, nos recuerda que la amenaza islamista sigue latente y dispuesta a atacarnos en cualquier momento y cualquier parte.
El incidente en Times Square, causado por una furgoneta-bomba Nissan Pathfinder, cargada con tanques de propano, gasolina, fuegos artificiales y un temporizador, ha puesto en evidencia que los controles de seguridad actuales tienen fallos impresionantes. Era un artefacto casero pero que podría haber provocado un inmenso daño. Esto nos alerta de la facilidad con que los terroristas pueden actuar y de la necesidad de seguir implementando medidas de seguridad y estrategias más eficaces.

La identidad del hombre que intentó hacer explotar la camioneta, el estadounidense de origen paquistaní Faisal Shahzad, nos señala una vez más que el peligro del terrorismo en la actualidad procede de los integristas islámicos que viven en Estados Unidos (o en los países occidentales) y que mantienen conexión con elementos radicales de Al Qaeda y de los Talibanes en Paquistán, Afganistán, Yemen, etc. Un fenómeno que irá en aumento.
La catástrofe en el Golfo de México va a amenazar ecosistemas privilegiados, como las islas Chandeleur, rica en aves acuáticas, gaviotas y pelícanos, entre otros; así como los pantanos, manglares y las marismas, que son áreas muy sensibles donde se crían incontables especies de crustáceos, tortugas y peces, que son importantes no sólo ambiental sino económicamente.
Numerosas reservas de vida silvestre están amenazadas, al igual que especies como el delfín modular, el atún rojo, la garza roja, el pelícano marrón y otros cientos de animales que habitan este ecosistema de frágil equilibrio.
Esta catástrofe ya ha puesto en suspenso los planes de Obama y los del Gobernador Schwarzenegger para perforar en las aguas territoriales norteamericanas, a la vista de los riesgos que conlleva y la necesidad de aumentar los controles de seguridad. Cualquier política energética de producción petrolífera tendrá que ser mucho más exigente a partir de ahora en la seguridad medioambiental y para los empleados, con mayores medidas preventivas y un control exhaustivo de las actividades en las plataformas petrolíferas y en los alrededores. No olvidemos que la explosión en Deepwater Horizon se ha cobrado la vida de once personas y va camino de arrasar con poblaciones enteras de peces, delfines, aves, etc. Y no sólo eso, aún está por determinar el impacto en la salud humana, por efecto del contacto con el vertido y los productos tóxicos y porque somos los últimos en la cadena alimenticia, que estará afectada con seguridad.
También es una llamada de alerta para intensificar el desarrollo de nuevas tecnologías energéticas, más limpias y eficientes, que podrían cambiar el panorama drásticamente en unos años.
El vertido no sólo va a provocar pérdidas económicas en los estados afectados, Mississippi, Florida, Louisiana y Alabama, sino que el impacto medioambiental y económico va a ser brutal en una zona de especial valor ecológico y del que dependen muchos sectores, como el pesquero y el turístico, entre otros.
En estas tres catástrofes la posición del presidente Obama ha sido muy cuestionable, en especial frente a la amenaza terrorista, que se empeña en negar como tal y en buscar excusas para no enfrentarla con mayor decisión, permitiendo errores que nos van a costar muy caros cuando menos se espere la gente. También su reacción al vertido petrolífero ha sido lenta y está por ver que sepa gestionar el daño causado y las tareas de recuperación.
Hay que incidir en que este nuevo intento de ataque terrorista ha estado a punto de provocar el caos en Nueva York y son las políticas de Obama las que están propiciando directamente este aumento en los riesgos de ataques. Su política de seguridad nacional sigue a merced de parches a medida que se presentan los problemas, permitiendo una vulnerabilidad en los sistemas de seguridad que es intolerable. Con estas políticas es cuestión de tiempo que la tragedia terrorista vuelva a desencadenarse en cualquier ciudad del país.
Pero no será la única, las catástrofes medioambientales y financieras aparecen en el horizonte como una amenaza cierta si no cambiamos radicalmente de políticas y políticos, pero sobre todo si no cambiamos nuestra conciencia y modo de vida hacia hábitos con una mayor responsabilidad.




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