Las conclusiones del congreso mundial sobre ecología “Planet under pressure” (“Planeta bajo presión”) que concluyó en Londres hace unas semanas, son inequívocas y nos alertan una vez más de lo que venimos denunciando desde hace años en números foros e instituciones.
Tras cuatro días de debates, con la participación de más de 3.000 científicos, políticos, analistas y economistas, el congreso elaboró un documento de conclusiones en el que se alerta de que el planeta corre el riesgo inminente de sufrir una falta estructural de agua, alimentos y otros recursos esenciales. Algo en lo que venimos incidiendo desde los servicios de Inteligencia estadounidenses y para lo que algunos planteamos soluciones a largo plazo antes de que sea demasiado tarde.

Este congreso ha sido una reunión de expertos previa a la cumbre de las Naciones Unidas sobre ecología Río+20, que tendrá lugar este junio en Río de Janeiro, y todas las voces han vuelto a estar de acuerdo en que el sistema ecológico que ha permitido el desarrollo de la civilización humana en los últimos siglos está en peligro. Así, en el tiempo de vida de una persona nuestro sistema económico, social, cultural y político ha establecido unas presiones sobre el medio ambiente que podrían provocar cambios fundamentales en el sistema terrestre.
Esto es así porque la sociedad de consumo se expande sin ningún control y la población mundial no deja de aumentar, de manera que ya no es suficiente pensar en términos de objetivos e ideales lejanos cuando se trata de plantear un desarrollo sostenible. El problema ya lo tenemos aquí y ahora, aunque muchos no quieran afrontarlo ni verlo, lo cual coloca a la sostenibilidad global como una de las prioridades de las agendas políticas y empresariales y también como uno de los pilares de nuestra sociedad y nuestros Estados.

El documento de conclusiones señala que la interconexión que permite la tecnología es una vía adecuada para expandir ideas y hallar nuevas soluciones de cara a revertir el daño que ya le hemos provocado al medio ambiente, pero debe ser aprovechada aún más y necesitamos potenciar su aplicación en todos los aspectos para conseguir soluciones efectivas. El impacto que las actividades humanas tienen sobre el planeta es de tal dimensión que puede compararse con los procesos geológicos que requieren miles de años para desarrollarse. Una situación que requiere de la determinación de todos para revertirla.
Con el objetivo de estudiar estos impactos y adelantar medidas, parte del trabajo actual de la comunidad científica que se ocupa del campo de la ecología es identificar los límites en los cambios medioambientales más allá de los cuales las condiciones de vida serían inaceptables.

En la conferencia Río+20 tendremos una nueva oportunidad para que todo el mundo fije una estrategia que asegure un futuro sostenible para la humanidad, así como para estrechar los vínculos entre la ciencia y la política, esencial para logar objetivos de alcance global. Precisamente uno de los objetivos de los científicos que acudirán a esta conferencia será reclamar a los gobiernos un mayor compromiso para financiar la investigación sobre medio ambiente, tan necesaria y tan marginada. Lo deseable es que a través de las Naciones Unidas y otras organizaciones gubernamentales y privadas se establezcan unas políticas sociales, económicas y medioambientales a nivel mundial que aporten coherencia y mecanismos efectivos para luchar contra las amenazas que sufre el planeta.
Es necesario que los responsables políticos y la sociedad en su conjunto comprendan de una vez por todas que se está asumiendo un riesgo muy elevado al aplazar acciones a gran escala. Por eso cada uno de nosotros debería contribuir a que la conferencia Río+20 sea ese momento decisivo en la historia en el que adoptemos medidas tangibles e inteligentes.
La alerta de emergencia humanitaria global ya está activada y cada vez queda menos tiempos para afrontar con garantías sus consecuencias. De ahora en adelante lo que suceda en el mundo es más que nunca responsabilidad de todos.